Super Nova

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Un segundo Sol pareció nacer del horizonte, donde antes estaba Betelgeuse. Varios minutos pasaron hasta que la intensidad de la explosión disminuyó lo suficiente para no cegarme. El viento parecía ser cosa del mayor de los huracanes. Tan fuerte que no llegaban las olas gigantes de la explosión, porque la onda expansiva las despedazaba y las convertía en lluvia. No podía escuchar absolutamente nada por el ensordecedor estruendo que nos rodeaba. Las nubes en el cielo formaron un gran círculo que crecía, hasta que su borde desapareció por detrás del horizonte, tierra adentro. 

El Echeyde era empujado hacia la costa sin remedio. Las velas fueron arrancadas de cuajo, partiendo las vergas y se perdieron en el aire. Algunos compañeros, que no pudieron agarrarse a algo, salieron volando. Antes de encallar, alguien soltó el ancla de babor y el barco frenó bruscamente, girando para ponerse en dirección al viento. Parte del mecanismo del ancla se partió y la cadena quedó incrustada en la cubierta y el casco. 

Diez minutos pasaron hasta que el Sol del horizonte se desvaneció y el viento cesó. No podía apartar la mirada del horizonte. La mar seguía muy picada, pero no había rastro de nada. Como si nunca hubiera pasado nada. El Sol de Betelgeuse desapareció, y con él, Ismael. Toda esperanza de rescatarle desapareció cuando vi la magnitud de la explosión.

Caí sobre la cubierta, con la mirada aún clavada en el horizonte. Dalton se me acercó y me puso la mano en el hombro. A pesar de la rabia, no fui capaz de moverme, ni decir nada. 

- Lo siento. - dijo Dalton - No podíamos hacer nada por él. 

Lo ignoré. Se marchó pocos segundos después, en silencio. 

Toda la tripulación permaneció en silencio durante horas. Sentados por todo el barco, tratando de asimilar lo ocurrido. Yo seguí, con la vista al oeste, inmóvil. 

Al caer la noche, el Capitán ordenó cortar el ancla, que seguía con la cadena incrustada en el casco. Remolcados por la nave voladora de Dalton nos dirigimos a Tenerife, para reparar el barco una vez más. Con la partida de El Echeyde, subí una silla al castillo de popa y desde allí miré al horizonte, esperando ver a Ismael aparecer, como aquella vez en Lanzarote. 

- Valkyria... - me llamó el Capitán, al ver que seguía sentada en el castillo de popa mirando al suroeste - Ve a dormir, necesitas descansar.

No dije nada. 

- Entiendo tu dolor, pero estar aquí no lo va a traer de vuelta. 

- Dormir tampoco. - respondí secamente - Da igual lo que haga, no volverá. 

- Él no hubiera querido que estuvieras así...

- Él ya no está. 

El Capitán se volvió para dejarme sola. 

- Capitán. - lo llamé, escuché que sus pasos se detuvieron - Cuando lleguemos a Tenerife, déjeme en tierra. 

No respondió, y retomó su camino hacia la cubierta. 

                                                                             ———o—o0o—o———

- ¿Cómo está? - me preguntó Gaia nada más entrar en mi camarote. 

Acababa de dejar a Valkyria sola en la cubierta. Llevaba horas sentada, mirando a la nada, en soledad y silencio. 

- No sé si volverá a ser la misma. No creo que abandone el castillo de proa hasta que lleguemos a puerto. Y... una vez lleguemos abandonará la tripulación. 

Gaia llevó la mirada al suelo. En silencio, nos fuimos a dormir. 

Dos días pasaron, en casi absoluto silencio. La tripulación al completo seguía muy desolada por las vivencias pasadas. Valkyria no se movió en ningún momento. Tampoco comió, pero la convencimos para que bebiera. 

Dalton hizo desaparecer su nave antes de llegar a puerto para no ser visto, pero siguió remolcando hasta dejarnos casi frente a Santa Cruz. Tras eso se soltó y un destello salió momentáneamente en lo alto del cielo. La tripulación se preparó para desembarcar. Del el puerto, al ver el mal estado de la nave, salieron dos remolques a ayudarnos a llegar al muelle.

En cuanto llegamos, Valkyria se levantó. Al final del castillo de popa la esperábamos Gaia, Ivar, Bartok, Rik, Rok y yo, los últimos supervivientes de la tripulación original de El Echeyde, junto con sus pertenencias y bastante dinero. 

- Siempre que quieras, puedes volver. - La invité. 

- Siempre serás parte de la tripulación. - dijo Gaia - Aunque no estés con nosotros, siempre te llevaremos en nuestros viajes en nuestros pensamientos. 

Sus ojos se llenaron de lágrimas. 

- ¡Te vendremos a visitar cada vez que pasemos por la isla! - añadieron, con entusiasmo, los hermanos. 

- Será difícil sustituirte. - dijo Bartok, sonriendo.

Finalmente, habló. 

                                                                            ———o—o0o—o———

- Gracias... - dije entre lágrimas - Gracias por todo. Esperaré verles pronto, y que me cuenten sus aventuras. Yo también les llevaré conmigo siempre. 

Tras despedirme de mis compañeros, y echar un último vistazo a la cubierta de El Echeyde, me dirigí a la rampa que daba al muelle. Antes de bajar, acaricié la barandilla del navío, a modo de despedida del que había sido mi hogar todo este tiempo. 

Sin mirar atrás me dirigí a la Plaza de La Candelaria, en busca de un carro que me llevara a los pueblos de Anaga, donde esperaba empezar mi nueva vida. 

- Hermoso barco, ¿verdad? - dijo una voz conocida, de un hombre encapuchado que se encontraba en un banco a mi lado - Una pena que esté tan maltrecho. 

El hombre se levantó, y se quitó la capucha. 

                                                                            ———o—o0o—o———

- Hola, Valkyria. -Dije. 



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⏰ Last updated: Dec 17, 2020 ⏰

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Madera y velasWhere stories live. Discover now