¡A la mar!

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Tras pasear por última vez por esas calles y despedirme de Cho Juan, llegué a El Echeyde. Ante mí estaba el gigantesco navío de línea, con 70m de eslora, 3 puentes con 30 cañones en cada una, y en el alcázar se veían otros 12. En el castillo de popa se veían 4 cañones mirando al frente y 2 carroñadas. En la popa, bajo las ventanas del camarote del Capitán, se veían asomar 5 cañones más. La madera estaba pintada de negro por debajo de la última fila de troneras, los laterales amarillos y las barandillas de la cubierta de negro, de nuevo. Por encima de todo esto, tres enormes mástiles formaban el aparejo del navío.

- Impresionante navío, ¿no es así? - dijo una voz detrás de mí.

Me giré y vi al Capitán sonriendo mirando su barco. Sus ojos brillaban con los de un niño el día de Navidad. 

- ¡Sin duda! No creí que fuera posible que un barco tan grande flotara.

- Tras tantas batallas que hemos tenido juntos, yo no me creo que siga flotando - Y el Capitán rompió a reír. Hasta su risa era agradable al oído - Subamos a bordo, tengo que presentarte a la tripulación, ¡y son 850 almas! 

La cubierta del barco estaba aún más ajetreada que el puerto si cabe. Marineros y marineras yendo y viniendo de todos lados, subiendo a los mástiles, bajando a los puentes, atando y soltando cabos. De pronto, al grito de "¡Capitán en cubierta!" todo el mundo se detuvo.

- ¡Marineros y marineras! Hoy traemos 30 nuevos grumetes. Esta noche cenaré con ellos así que pongan a punto mi camarote. Pero antes, prepárense para zarpar. En  dos horas salimos rumbo a Gran Bretaña, que dicen que hay trabajo. ¡Todos a sus puestos! ¡A trabajar!

La cubierta volvió a llenarse de actividad. El Capitán fue uno por uno asignándonos a un trabajo para empezar a trabajar. Me mandó de cañonero en el 2º puente. Al bajar estaba todo muy oscuro, casi no podía ver nada. Poco a poco mis ojos se fueron habituando a la oscuridad y me encontré con otra escena muy distinta a la de la cubierta. Una larga habitación totalmente pintada de blanco, con el suelo con la madera desnuda. De nuevo, había mucha gente pero menos movimiento. Los marineros revisaban y limpiaban los cañones, encendían lámparas, traían sacos de pólvora y cajas de balas de cañón. El techo era bastante bajo pero lo suficiente para caminar erguido sin problemas. Un oficial de cubierta se acercó a mí y me dijo que fuera a uno de los cañones. Allí me recibió el jefe artillero 

- A ver chico, tú serás el primer artillero de la derecha, - el jefe artillero coge un palo acabado en un cilindro de madera, otro palo acabado en una esponja y un tercer palo acabado en un cepillo - Tu trabajo será, escucha con atención, terminar de meter con el atacador - me da el palo acabado en un cilindro - la carga de pólvora que la primera artillera de la izquierda meta en el cañón. Luego, de nuevo, tu compañera de la izquierda meterá una bala de cañón con un taco de estopa y con el mismo atacador lo meterás hasta el fondo. Una vez dispare el cañón mojarás la esponja, - me da el palo acabado en esponja - la pasarás por el ánima del cañón, y después pasarás el cepillo - me deja el último palo - para dejarlo todo limpio. ¿Lo has entendido?

- ¡Sí señor!

El jefe artillero se giró hacia un oficial de cubierta y le dijo que el cañón estaba listo. Después se volvió a girar hacia nosotros. 

- Para hacer las cosas un poco más sencillas vamos a presentarnos. Yo soy Bartok, jefe artillero de este cañón de 24 libras. - Bartok señaló a la 1ª de la izquierda dándole el turno de palabra.

Madera y velasWhere stories live. Discover now