Madera Negra

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Saltamos desde la verga de la Mayor hacia las velas de El Fénix Negro. Nos dejamos caer por la oscura vela hasta la cubierta. Había tanto alboroto que nadie se dio cuenta de nuestra intrusión y pudimos bajar al puente sin ser vistos.

El interior era muy oscuro y apestaba a pólvora. No vimos a nadie, pero íbamos con cuidado por si acaso aparecía algún pirata que pudiera dar la voz de alarma.

Seguimos bajando hasta llegar al polvorín donde encontramos cosa de 10 barriles de pólvora.

- ¡Bingo! - exclamó Valkyria - Ahora solo tenemos que preparar una mecha y volver a saltar a El Echeyde.

- Me parece demasiado sencillo... algo no va bien.

- ¡No te preocupes! Tenemos armas y pólvora suficiente para hacer volar un pueblo.

- ¡Eh! ¡Ustedes dos! - gritó una voz masculina a nuestras espaldas - ¿Qué se supone que hacen...?

Antes de que pudiera terminar la frase Valkyria disparó al hombre en la cabeza.

- Esperemos que nadie oyera eso - dijo sonriendo.

Sin perder más tiempo hicimos una larga mecha con la pólvora y para prenderla pusimos al final de la mecha una de las lámparas que colgaban de la pared. Valkyria disparó contra el candil y el petróleo de su interior, en llamas, se desparramó sobre de la mecha, comenzando la cuenta atrás.

Corrimos como alma que lleva el diablo hacia el puente y saltamos por una tronera hacia el mar.  Subimos rápidamente por las escaleras del casco de El Echeyde, entrando al 2º puente por uno de los agujeros que el combate había dejado. 

- ¡No tuve esto en cuenta! ¡El Echeyde está demasiado cerca! - gritó, preocupada, mientras me cogía del brazo y me llevaba a uno de los cuartos de los oficiales para escondernos.

Nada más llegar al cuarto, una enorme explosión hizo temblar el mundo entero. Fuera, una nube cubría la totalidad del ambiente. El hedor a carne quemada y pólvora tapó hasta el salado aroma del mar. 

Salí del cuarto y me dirigí al agujero por el que habíamos entrado, para ver los restos de la proa de El Fénix Negro, aquel aterrador ave oscuro que era tragado por las aguas. A su alrededor el mar estaba cubierto de cachos de madera en llamas, negras velas y piratas muertos. El ruido de la batalla en cubierta cesó. 

Cerca nosotros estaba el Capitán, con los ojos fuera de las órbitas, al lado de un pirata que no tardó en desmayarse:

- ¿Qu...qué hicieron? - preguntó el Capitán, sin entender muy bien qué había ocurrido - ¡Entran por un agujero desde el barco enemigo y de repente parece que el mundo se va a acabar!

- ¡MI BARCO! - gritó una voz femenina por detrás, seguido del ruido de una espada cayendo al suelo - ¡¿QUÉ LE HICIERON A MI BARCO?! - Era la capitana de El Fénix Negro que corría, desarmada, hacia el agujero.

Era la misma que la de la mujer en aquella casa en Plymouth. De pronto, recordé por qué me sonó su voz: era la camarera con la que hablé en el puerto. 

- ¡Señor! ¡La pelea estaba demasiado ajustada! - respondió Valkyria a el Capitán - Haber luchado en cubierta durante más tiempo se habría cobrado demasiadas vidas.

- ¡PERO MI BARCO! - gritó, con ira, la capitana. 

Sus ojos estaban enrojecidos por la furia. Comenzó a correr hacia Valkyria, con claras intenciones de vengar su fragata, pero tan pronto como se acercó a ella, la noruega le propinó una patada en la oreja tirándola al suelo, inconsciente. 

- Métanla en el calabozo, y... empiecen las reparaciones, supongo... - ordenó el Capitán, marchándose a la cubierta un poco confuso. 

Aquella noche, tras limpiar de metralla y sangre el navío, celebramos la victoria con bailes, música, comida y ron. Muchísimo ron. Y a la mañana siguiente fue la despedida de los marineros caídos en combate, tanto piratas como compañeros. 

Pusimos rumbo a Plymouth de nuevo, para entregar a nuestros prisioneros al cliente. 

Madera y velasWhere stories live. Discover now