Chimanfaya

4 0 0
                                    

Sabíamos, gracias a los piratas que la traicionaron, que Astrid tenía un escondite en alguna isla de Canarias, pero desconocíamos cuál. Temíamos que su tejido criminal llegara hasta el ejército español, por lo que mantuvimos nuestros planes en secreto en todo momento.

Lo único en lo que podía pensar era en vengar la muerte de Ismael. Pasaba las horas fantaseando cómo acabar con aquella pirata asesina definitivamente.

- ¡Valkyria! - me llamaron - El Capitán te espera.

Entré en su camarote. Allí me esperaba, en solitario.

- Las lanchas de hoy han vuelto, de nuevo. Lanzarote tampoco es. Dudo muchísimo que esté en el Archipiélago Chinijo, no hay nada en esos islotes.

- Tenemos que buscar, - le dije -tenemos que buscar en cualquier rincón, incluso ahí.

- Entiendo que te sientas así, pero no puedes dejarte llevar por el odio. La encontraremos, pero no tiene que ser ahora.

- ¡Y una mierda! No merece vivir ni un minuto más por lo que hizo. ¡Ni uno!

- Valkyria... no me obligues a apartarte de este asunto. Tienes que saber combatir el odio.

- ¡Capitán! - entró chillando un marinero - ¡Lanzarote arde!

Salimos los tres corriendo del camarote, hacia la proa. La oscuridad de la noche se rompió por una lengua de luz que salía de la tierra, y lo que parecía un poblado en llamas.

Fuera del poblado había luces, pequeñas linternas. Un pequeño grupo de gente avanzaba por los campos hacia el mar, huyendo de la lava.

- Chinijo tendrá que esperar, Valkyria. Tenemos que ayudar a esta gente.

Me tragué mi orgullo y no respondí.

- ¡Avisen se nuestra presencia! - ordenó el Capitán - ¡Como si usan los cañones!

Dispararon tres veces, pararon, y volvieron a disparar. De esa manera estaba claro que no era una batalla, sino un mensaje.

- Esperemos que nos hayan visto - deseó el Capitán.

- ¡Pongan rumbo hacia la costa! - ordenó Gaia - ¡Preparen las lanchas! 

Atracamos a menos de quinientos metros de la costa, y bajamos las lanchas. Yo me quedé mirando desde la proa cómo transcurría todo.

A nosotros se nos unieron varias goletas y barcas pesqueras, que ayudaron a la evacuación. Casi tan pronto como llegaron a la playa, los evacuados estaban en el mar, tanto navegando hacia puertos cercanos en los pesqueros, como subiendo a bordo.

En lo más profundo de mí esperaba ver a Ismael subir a bordo, pero sabía también que aquello era imposible. ¿Cómo había llegado Ismael hasta Lanzarote en tan poco tiempo si es que había sobrevivido? ¿Y qué haría en medio de la isla?

La última persona en desembarcar llegó, ni rastro de Ismael. Estaba claro que había muerto en el mar, como el Capitán decía. Aquella tormenta que nos alcanzó poco después de la batalla debió ahogarlo.

Los ojos se me llenaron de lágrimas, y dentro de mi sentí como mi alma se desgarraba. Aquella mujer me lo había arrebatado todo.

———o—o0o—o———

Llegamos a la costa, y un gran barco se llevó a la mayoría de los campesinos. Estaba tan oscuro que no pude ver de qué barco se trataba.

Como Jose y yo íbamos al fondo del grupo, tuvimos que ser evacuados en una goleta. Nos llevaron al Golfo, un pueblito pesquero no muy lejos de donde estábamos. Junto a nosotros iban varios pesqueros, y el enorme navío que rápidamente nos adelantó y se alejó.

Madera y velasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora