Capítulo 4

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Neo

Me quedo sin palabras, esto me ha caído como un cubo con agua helada. No lo puedo creer.

¿Alemania?

Athan me observa preocupado.

—Enano, lo siento. Pensé que lo sabías —dice.

No puedo salir del shock. En mi mente solo pasan imágenes de Valerie, de las pocas oportunidades que tuvimos de estar juntos. El recuerdo de lo difícil que fue verla en el hospital, la desesperación que sentí ante la posibilidad de perderla, de la locura que hice al ser su donador y todo ¿para qué? Para que al final la perdiera de todos modos. Esto tiene ser una maldita broma.

»Neo, por favor di algo. —Athan coloca su mano en mi hombro.

No puedo, no puedo creerlo, no puedo aceptarlo. Las cosas no tenían que ser así. Valerie es la mujer por la que he hecho todo sin importarme las consecuencias. Es la primera mujer que he amado desde lo más profundo de mi corazón y ahora debo aceptar esto, así como así.

—Necesito hacer algo, no puedo permitir que se vaya —digo fuera de mí.

—Neo, no está en tus manos esa decisión. Ellos decidieron irse y ...

—¡No lo entiendes! ¡Maldita sea! ¡Es el amor de mi vida! —Siento como mi pecho se oprime mientras las lágrimas que intento contener comienzan a correr.

Tapo mi rostro con mis manos. Dentro de mí se arremolinan toda clase de sentimientos, la ira, la desesperación, el dolor y la tristeza.

—Neo debes comprender que tú no puedes mandar sobre su vida.

—¡Es evidente que no significo nada en su vida! ¡Ni siquiera me merecía una puta explicación! ¡Tenía que enterarme por ti!

Salgo de la camioneta completamente desquiciado. Estrello mis puños en la pared, siento una punzada aguda con cada golpe. Siento a Athan rodearme con los brazos por la cintura.

—¡Neo, basta! ¡Te destrozarás las manos!

Lo escucho, pero ya nada me importa. Intento con todas mis fuerzas zafarme de su agarre, al menos el dolor físico es mucho más soportable que lo que el dolor insoportable que tengo instalado en el pecho.

—¡Suéltame! —grito y no soy capaz de reconocer mi voz.

La puerta se abre y Alejandra sale asustada.

—¿Qué sucede?

Nuestras miradas se conectan por un segundo. Su mirada se carga de dolor y viene hacia mí. No dejo de moverme para zafarme de Athan cuando ella me toma de los hombros, me detiene y antes de ser capaz de reaccionar me abofetea con tanta fuerza que me tambaleo.

—¡Reacciona maldito estúpido! —La miro impactado, su pecho sube y baja con violencia. Su mirada está cargada de dolor y preocupación.

Dejo de moverme y me dejo caer de rodillas. No es hasta ese momento que soy consciente del dolor en mis manos. Poso mi mirada en ellas y lo único que veo es la sangre que brota de los lugares donde antes había piel.

Alejandra toma mi rostro con sus manos y me obliga a levantar la mirada hacia ella. En ese momento me desmorono. La abrazo a pesar del dolor en mis manos y me escondo en el hueco de su cuello y me dejo ir, lloro hasta que no tengo fuerzas. Ella solo me aprieta fuerte como diciéndome que no me dejará caer y sé que no lo hará. Por momentos pasa una de sus manos por mi cabello y acaricia mi espalda. Susurra en mi oído que todo estará bien, pero en este momento no estoy seguro de eso. En algún momento el agotamiento me gana y me quedo dormido.


***


Escucho voces lejanas eso hace que me despierte, por un momento me siento desorientado, pero de inmediato reconozco la habitación en la que me quedo en casa de Alejandra. Todo está en completa oscuridad y no tengo la más mínima idea de cómo llegué a la cama.

La cabeza me duele horrores, cuando levanto mi mano para tocarla una punzada me atraviesa y todas las imágenes regresan como una ola. Valerie, Alemania... mis manos. Los ojos se me llenan de lágrimas que me niego a dejar salir. Jamás el dolor había sido tan insoportable.

En ese momento la puerta se abre y Alejandra entra acompañada de Phoebe. Cierro los ojos fingiendo dormir, no tengo ganas de hablar con nadie.

—Ale, ¿estás segura que podrás sola con esto? —La voz de Phoebe está cargada de preocupación—. Si quieres que me quede puedo hacerlo.

Escucho suspirar a Alejandra.

—No te preocupes, estoy segura de que no hará ninguna locura más.

Supongo que se refiere a mí, yo no estaría tan seguro de eso.

Siento que una de ellas se acerca a mí, acaricia con suavidad mi cabello y por un momento siento algo de alivio.

—Mi pequeño Neo —dice Phoebe ahogando un sollozo—. Todo mejorará, tomará un tiempo, pero mejorará.

Deposita un beso en mi frente y por un momento me siento tentado a abrirlos ojos y agradecérselo, pero al final deshecho esa idea y permanezco así.

»Recuerda que hay que cambiar los vendajes cada doce horas, no pueden mojarse. He colocado un medicamento que suplirá la piel que se arrancó y evitará en su mayoría que queden huellas, pero dependerá mucho de los cuidados y —hace una pausa—, que él ponga de parte.

—Entiendo.

—Tienes mi número y el de Apolo, puedes llamar cuando sea y vendremos enseguida.

—Así lo haré.

—Gracias, cariño. Avísame si puedo ayudar en algo.

Escucho los pasos de Phoebe alejarse y el abrir y cerrar de la puerta.

Siento hundirse el filo de la cama, sé que Alejandra se ha sentado ahí. Fuera soy capaz de escuchar la voz de Phoebe y la de Apolo, también la de los demás de mis hermanos, todos parecen discutir por algo.

—Están discutiendo si deben dejarte aquí o llevarte a un hospital —dice de la nada Alejandra—. Sé que estás despierto, eres un pésimo actor. Estoy segura que Phoebe también lo notó.

Abro los ojos al verme descubierto. No me siento con fuerzas para enfrentar a mis hermanos en este momento y creo que tampoco tengo ánimos para eso, para nada de hecho.

»Todos están preocupados, nunca te habían visto reaccionar así. Creo que he dejaste un trauma a Athan.

La forma en que lo dice me causa gracia y sonrío un poco. Ella siempre ha sabido como levantarme el ánimo cuando me siento triste, pero nunca me había sentido así.

Ella extiende su brazo y enciende la lámpara que se encuentra en la mesita de noche. Se vuelve a verme y acaricia mi mejilla con suavidad. Cierro los ojos ante su contacto, no logra que me sienta mejor, pero agradezco que este aquí.

Desvío mi mirada hacia mis manos, están cubiertas por un vendaje blanco. Intento moverlas, pero el dolor aparece de inmediato.

—Será mejor que no intentes forzarlas. Tuviste suerte de no dañártelas permanentemente. ¿Qué harías si no puedes volver a tocar el piano en tu vida idiota?

Una lágrima recorre su mejilla y por primera vez soy consciente de la magnitud de su preocupación por mi y me siento culpable de hacerla pasar por esto.

Sus palabras se graban en mi mente. No solo iba a perder a Valerie ese día, estuve a punto de perder lo único que amo más que cualquier cosa en el mundo, el piano y eso me asustaba, me asustaba muchísimo.

—Phoebe dice que necesitarás unas semanas para mejorarte. Si seguimos las instrucciones del médico quizás puedas tocar en el concierto de la fundación.

Vuelvo mi mirada a ella y asiento. Sé que el dolor no va a desaparecer en ese tiempo, de hecho, comienzo a creer que no lo hará nunca, pero no puedo soportar ver el dolor en el rostro de Alejandra, ella siempre a sido mi ancla a la realidad y hoy volvió a salvarme, solo que esta vez me salvó de mi mismo.

SAGA LUX II | El amor de NeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora