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Suena la alarma cuando todavía no había amanecido. Su sonido penetra mi oído, lo que hace imposible ignorar la melodía. Dispuesto a encontrar de nuevo la posición para seguir durmiendo, cubro mi cabeza con el cobertor, dispuesto a hacer lo mejor que se me da, dormir cinco minutos más.

Pero ya no hay vuelta atrás, era imposible conciliar el sueño con ese ruido. Recuerdo que hoy es oficialmente mi primer día como secretario, no perdería mas tiempo fantaseando en la oficina. Era un profesional.

Me incorporo de la cama de un salto, con la idea de que no podía llegar tarde. ¿Me lo disculparía mi jefe? Es un crime hacer esperar a uno de los hombres más importantes e influyentes de la ciudad.

Tras darme una ducha rápida, abro las puertas de mi armario. Visto uno de mis trajes y me acomodo la corbata. Me miro en el espejo y cepillo mi pelo por unos minutos, buscando deshacer todos los nudos. De mi cajón saco una gomita y recojo mi pelo en un típico moño.

—Vaya, estoy impresionado del optimismo que tengo hoy.

Guiño un ojo a mi reflejo en el espejo, me encantaba levantarme el ego a mi mismo. Tomo mi maletín y salgo de casa después del estruendo de la puerta cerrándose.

Me estaciono en uno de los lugares disponibles

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Me estaciono en uno de los lugares disponibles. Tengo unos minutos de sobra así que aligero el paso para llegar tan puntual como sea posible y no darle ni una excusa para soltarme una reprimida.

—No veas de que humor está tu jefe hoy—, comenta Haruya extendiéndome una taza de café, sabía que de igual manera se la robaría—. Llegó a darle órdenes a todos, y ahora mismo está buscándote.

—¿Qué?

Un poco atónito me separo de Haruya no sin antes despedirme. Espero que el amargor del café me ayude para acostumbrarme al angosto camino que será la jornada laboral siendo el secretario del director Kiyama.

En el elevador, el calor de la taza me saca de mis pensamientos. De un solo trago permito que pase el líquido negro a través de mi garganta, me estaba quemando como la mierda. Pero no hay dolor, si puedo soportar esto, me será más sencillo lidiar con Kiyama.

Mismo que veo caminar hacia mi una vez el elevador abre sus puertas. Trago saliva con dificultad y trato de memorizar en mi cabeza un amable buenos días.

—Buenos días—, le digo una vez esta cerca. Respiro fuerte y me esfuerzo en poner una ligera sonrisa en mis labios.

—No me haga perder la paciencia. Llega tarde.

Veo su ceño frunció, que raro.

—No, director Kiyama, en realidad—, observó mi pequeño reloj de mano—. Falta un minuto para que empiece mi jornada laboral.

❝ғɪʀsᴛ ʟᴏᴠᴇ❞ 🌿; ʜɪʀᴏᴍɪᴅᴏWhere stories live. Discover now