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El lunes en el elevador.

—Tranquilo, tranquilo, tranquilo...—, murmuró mientras veo mi reflejo en el espejo. Me faltaban dos pisos para llegar y los nervios me estaban atacando.

Se que estamos en buenos términos y que además, él ya lo sabía. Pero no puedo evitar sentir una oleada de pánico cada que pienso en tener que entrar a esa oficina. No sé como soportaré todo la jornada. Ni siquiera se por qué pase por café antes de entrar a la compañía, ¿y sí él ya había comprado el suyo?, ¿y sí no lo acepta?, porque una vez entre a ese infierno Hiroto se transforma en el jefe cabrón de siempre.

Suspiro.

Antes de que las puertas se abran doy una bocanada de aire, acomodo mi corbata y sonrió. Cuando pasó por la cabina de Suzume me saluda con una reverencia.

—Buenos días—, veo algo en sus ojos brillar pero no se exactamente que—, ¿se encuentra mejor?, escuche que estaba enfermo.

—Si—. ❝Rayos, había olvidado que estaba enfermo.❞—, ya estoy recuperado. Lamento haberte preocupado.

—No, no es nada—, agitas sus manos en el aire—. Aunque, nos hizo mucha falta su presencia aquí...–. Se apena, sus mejillas poniéndose de un carmesí. Y continúa diciéndome—, pero sobretodo al director.

—¿A Hir... al director Kiyama?

—Si, estos días ha estado muy, ¿como decirlo?—, Suzume busca las palabras correctas—. ¿Distraído?, ¿decaído?, ¿quizá las dos?

—Bueno, soy su secretario y asistente personal—. Me excuse odiando la palabra salir de mi boca—, me encargo de que todo esté en orden. Es evidente que las cosas no le salgas del todo bien si no estoy alrededor.

—¿Cree?—, pregunta—. Yo pienso que es algo más.

—¿Eh?

—Es el directo Kiyama después de todo—, se encoge de hombros—, jamás creí verlo así. Quiero decir, todos aquí hablan sobre cómo es...

—¿Si?—, lo digo en tono neutro—, ¿y cómo es?

—Bueno, ya sabe... él es un poco arrogante, y siempre está dando órdenes incoherentes a todos—. Lo dice con el ceño fruncido—. Todos aquí esperan que termine de una vez su proyecto para que la tranquilidad en la planta regrese.

—Oh...—. ❝El proyecto. Hasta que terminará su proyecto...❞–. Es verdad—, sonrió un poco—. Me voy yendo.

Giro sobre mis talones y camino hasta la puerta. En un parpadear estoy enfrente de la oficina, mis manos envueltas en un puño suben hasta la altura de mi rostro, pero no toco.

Respiro. Espero uno segundos, y toco dos veces la madera.

La grave voz de Hiroto hace que mi corazón de un fuerte latido. Giro la perilla y el rechino de la puerta abriéndose me estremece de pies a cabeza. Después de entrar cierro la puerta tratando de hacer el mínimo ruido.

Hiroto está, como siempre, detrás de la pantalla. Sus dedos moviéndose frenéticamente en las teclas. El familiar olor a pino de la oficina me llena la fosas nasales. Y sonrió. Había extrañado este ambiente.

—Buenos días, director—, digo con una sonrisa dibujada, quizá la más sincera que le he dado a Hiroto en el trabajo. Camino hasta mi escritorio, pero antes de sentarme dejo el vaso de café a su lado—. ¿Café?, no me importa, sólo bébalo.

Una sonrisa se le dibuja de a poco, y quizá también, es la primera sonrisa que me da en el trabajo.

—Gracias...—. Se acomoda los lentes fingiendo desinterés. Y me dice mientras se gira a la pantalla—, me ha salvado.

❝ғɪʀsᴛ ʟᴏᴠᴇ❞ 🌿; ʜɪʀᴏᴍɪᴅᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora