0 9

413 39 2
                                    

;🍃

Me encargo de que la bolsa no se rasgue, además de comprobar cada cierto tiempo que la ropa no tenga una sola arruga.

No quiero que nada le dé motivos a Kiyama para decirme —otra vez— lo mal que hago todo, porque nunca, nunca reconoce ni siquiera uno sólo de los aciertos que pueda tener, aunque me esfuerzo en aprender rápido y adaptarme a su mal humor.

Retengo en mi mente cada detalle, trato de tomar iniciativa pero nunca es suficiente, nunca se me había complicado tanto el trabajo. Y si le sumamos que tampoco admite que pongo empeño extra a diario, las cosas se llegan a poner muy estresantes. Sí Haruya estuviera en mi lugar, llenaría la compañía de humo de cientos de cigarros que se fumo probablemente por ya no soportar estar más tiempo sentado en esa silla a lado de Satánas.

Sin prestar atención a las calles que recorro, ni a las personas que me cruzo en la empresa, subo hasta el despacho de mi jefe dispuesto a entrar con la mejor de mis sonrisas, imaginando que en la actitud está la clave para calmar su carácter agrio.

Me pasó las manos por el flequillo, arreglándolo de la manera que más me favorece. Luego dirijo una mirada al traje que cuelga de mi mano derecha. Relájate, me aseguro dándome ánimos mientras toco con los nudillos la puerta, a la espera de una señal. Al no obtenerla, con sigilo paso al interior de la oficina, pensando qué tal vez estaba enfrascado en el trabajo.

—Buenos días, director Kiyama—, saludo con cortesía. Por unos segundos me mira y enseguida regresa a sus tareas—. Le traje la ropa que me encargo—, retomo la palabra fingiendo que no me ha ignorado.

—¿Y que espera?, pase al interior, tras la puesta hay un baño. Dejé el traje ahí—, ordena como si tuviera que saber todos los rincones de esta oficina por adivinación.

—¿Cómo?—, miro la puerta que había señalado antes—. ¿Hay un baño aquí?

De haberlo sabido no tendría que aguantarme hasta el descanso.

—Vamos, no tenemos todo el día.

Tal y como ha comentado él encuentro un baño lujoso. Un armario grande y a su lado otra puerta similar cerrada. Cuelgo el traje en uno de los percheros de por ahí. Cierro la puerta con cuidado y salgo del baño, caminando hasta mi escritorio para continuar con mi trabajo.

—Midorikawa, te enviaré un fax. Es del reporte que quiero que haga.

—Claro—, me apresuro a encender la laptop.

—También—, levantó la mirada—, vaya por mi café. Americano, sin azúcar.

¿Por favor?

—Si, enseguida voy.

Salgo de la oficina reprimiendo la terribles ganas de gritarle hasta de lo que se va a morir. Suspiro cansado, hoy sería un largo día.

 Suspiro cansado, hoy sería un largo día

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
❝ғɪʀsᴛ ʟᴏᴠᴇ❞ 🌿; ʜɪʀᴏᴍɪᴅᴏWhere stories live. Discover now