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—Estas hecho un desastre—, me dice Haruya al verme pasar por su oficina, la resaca me estaba matando e iba con dos minutos de retraso. Kiyama me iba a matar.

—Me quiero morir...—, fue lo único que le dije antes de irme al elevador. Mi cara se contrajo cuando mi rostro se refleja en el espejo, tenía unas ojeras impresionantes y el pelo esponjado. Trato desesperadamente de arreglar mi pelo peinándolo con mis dedos pero estaba hecho un nido de aves que sólo causaba hacerme daño cuando jalaba.

Llegó a mi piso y volviéndome hacerme el moño del inicio entro a la oficina.

—Buenos días, director Kiyama—. Me apresuro a decir agitado—. Siento haber llegad...

No termino el saludo porque detrás del computador no había nadie. Y era un alivio, no quería darle excusas que no escucharía. Camino hasta mi escritorio sosteniéndome en la pared para no caerme. Me siento sobre la silla y una de mis manos va a parar hasta mi cabeza. Dolía demasiado, ¿cuánto había bebido a noche?, supongo que lo suficientemente para no recordar nada.

Quería ir a casa y dormir toda la tarde.

Levanto la pantalla de mi laptop y hago click en la página de word en la que estaba trabajando el día de ayer. Mis ojos no soportan el brillo de la pantalla y los siento pesados una vez trato de leer las borrosas letras del ordenador. Mierda, me frustraba no poder hacer mi trabajo.

De pronto escucho la puerta abriéndose.

—Buenos días...—. Finjo no sentir el dolor que taladra mi cabeza. No podía enterarse de que tenía resaca o si no...

—¿Cómo va su resaca?

—¿Perdón?

Suspira frustrado. De mala gana se acerca a mi escritorio, intimidándome un poco el sonido de sus zapatos resonando en el piso mientras se acerca. Cuando está lo suficientemente cerca, mete la mano en su bolsillo y saca una pastilla.

La azota contra mi mesa sin voltearme a ver.

—Tómela y váyase a casa.

—¿Director Kiyama?—, tomó la pastilla mirándolo confundido.

—¿No se irá?— levanta una ceja arrogante—. Hágalo antes de que lo despida por venir con resaca al trabajo. ¿Sabe lo grave qué es eso?, la resaca le impide cumplir con sus labores como secretar...

—Bien, me iré—. Le interrumpo tratando de no oír la palabra ❝secretario❞ viniendo de él.

Apago la laptop y me levanto de la silla, aún dudando un poco. Lo veo tomar asiento en frente del computador, acomodando sus lentes para ver mejor. Me encamino hasta la puerta, sintiendo la fría perilla en mi mano derecha aún sin girarla.

La curiosidad no me dejaría dormir así que le pregunto:

—Perdón, director Kiyama—, comienzo a decirle volteándolo a ver—, ¿cómo sabe de mi resaca?

Me mira, se quita los anteojos y sus verdes ojos se clavan en los negros míos.

—Es obvio—, esboza una sonrisa de lado, parecía como sí estuviera coqueteando conmigo—. Ayer no dejaba de gritarme.

—¿Gritarle?

Una risa se le escapa del suspiro.

—Deme su número.

—¿Qué?

¿Que estaba pasando? No entendía nada.

—Lo necesito para enviarle la dirección de la tintorería, mañana tengo una junta con nuestros socios y necesito que recoja mi traje.

❝ғɪʀsᴛ ʟᴏᴠᴇ❞ 🌿; ʜɪʀᴏᴍɪᴅᴏWhere stories live. Discover now