CAPÍTULO 36

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Lilo.



















No soy capaz de orientarme, no soy capaz de poner atención al aquí. El alboroto que hay a mi alrededor, la música proveniente de los adentros de la casa, las voces y las risas ingenuas de las demás personas que parecen disfrutar sin preocupación de la fiesta, ahora se escuchan tan lejanas. Es cómo si estuvieran desapareciendo de poco a poco. Mi realidad se ha convertido en un remolino de sólo sonidos sin sentido, imágenes inconexas y vibraciones a las que mi cuerpo apenas parece reaccionar.

Me he congelado justo cerca de esa ventana, mi mirada perdida en la escena que ha provocado el colapso de todo mi sistema, y el destrozo de mi corazón. Este ahora nada dentro de mi pecho ya hecho mil pedazos.

Es él... Por supuesto que se trata de él.

Es Lion el que está ahí besando a otra chica que no soy yo. Es Lion el que aún sigue sosteniendo y correspondiendo a esa desconocida... de una manera tan intensa, tan apasionada. Descaradamente, con urgencia y claro deseo. Están tocándose..., cómo si el mundo se fuera a acabar en cualquier momento. Cómo si ella fuera para él... lo que más desea en el universo.

El mío está terminando de derrumbarse por completo.

No puedo dejar de mirar y ellos tampoco se detienen. Ahora percibo cómo de mis ojos empiezan a escapar algunas cuantas lágrimas pesadas, estas cubren mi rostro rápidamente, y al resbalar por mis labios dejan un sabor salado, que pronto me sabe amargo.

El nudo en mi garganta se hace más fuerte y más difícil de tragar cuando empiezo a ser un poco más consciente de lo que ocurre en el aquí. El sonido de unas voces femeninas afuera de la cocina es lo que me ha ayudado a reaccionar, pero, aún así... no me atrevo a hacer un movimiento.

Me siento débil, estancada, destrozada.

Mi cuerpo aún se siente cautivo por el cansancio y por el dolor, que fueron provocados por la tortura que viví en ese lugar del cual me había rescatado Lennon. El peso de la traición, del coraje, de la confusión, la rabia, dolor, ira y de la decepción... es lo que me deja sin más defensas y con menos fuerzas para soportar el impacto de esta nueva y dura prueba. No puedo más... No puedo ni siquiera asimilar que es verdad pero no me puedo engañar ahora que he visto su rostro.

Quiero gritarle que es un maldito, quiero exigirle una explicación de esto, quiero decirle que es un idiota y también me siento así ahora porque estuve tanto tiempo preocupada por él, pensado lo peor. Porque estuve día y noche llorando y rogando al cielo para que nada malo le hubiese pasado, porque estaba muriendo por no saber nada de él. Quiero ir ahí y decirle que esto me está matando... porque lo amo... Porque ya ha sido suficiente todo lo que he pasado.

Lo necesitaba tanto...

Lo necesito...

No puedo... No puedo seguir viendo esto.

Con gran esfuerzo logro moverme de la ventana y rápidamente salgo de la cocina. Mis pasos son torpes y apresurados, mi cuerpo tiembla, siento que voy a caer en cualquier momento por la poca colaboración que obtengo de mis pies. La debilidad que aún me envuelve no me deja actuar cómo necesito pero no me detengo y, a duras penas, trato de escabullirme entre la multitud de adolescentes alcoholizados que bailan en la estancia.

Cuerpos de todos los tamaños, estorbando en mi camino, me hacen sentir asfixiada. Miles de aromas se cuelan por mis fosas nasales, provocándome tempranas náuseas. Los gritos y el barullo que crean me abruman por completo hasta hacerme sentir más fuera de mí y también logran provocarme un fuerte dolor de cabeza, pero hago uso de mis pocas energías y estabilidad para seguir. Necesito salir de aquí lo antes posible, necesito que esto acabe porque siento que estoy por quebrarme.

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