Capitulo 9: Dificil de engañar

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— No podemos vender. Eso no está en discusión papá.

Mirando los estados financieros de la empresa. Fernando pensaba muy distinto a Alejandro. Era la única salida para no caer en la bancarrota y que su apellido fuera el nuevo trapeador en la ciudad. Eran más de sesenta años de tener aquella compañía en la familia y era como despedir a un miembro de la familia.

— Se que esta empresa fue la que nos hizo crecer en la industria, que ha nos ha permitido vivir bien por generaciones, pero hay que ser sensatos Alejandro. No podemos hacer nada por salvarla a menos que la vendamos.

— Es que no puedo creer cómo prefieres vender y más a una mujer que ni conocemos. Dame un mes, uno solo y buscaré la manera de hacer algo por la empresa.

Su padre se levantó de la silla y entregándole las carpetas con los estados financieros suspiró.

— No creo que puedas hacer mucho, y menos tú cuando aún estás de luto cargando tristezas y resentimientos. Alejandro, deberías tomarte un tiempo de descanso. No te ves bien.

— Estoy bien papá. Te daré razón de la empresa dentro de un mes

Alejandro salió de la sala de juntas y decidido a salvar su empresa y sobre todo, a saber quién era Lucrecia, entró a su oficina dejando los papeles a un lado. Abrió el computador y puso el nombre de Lucrecia Monterrubio en el buscador. Se quedó algo confundido, juraba que esa mujer realmente no existía, que podría ser Isabella o al menos el guardó esa esperanza pero si existía. Una mujer de mundo, fotografiada en muchos lugares, viuda por demás y con un historial intachable como empresaria.

— Esto es imposible. Son tan parecidas que no puedo creerlo, me cuesta.

Anabel entró a la oficina y dejando su bolso en la silla se acercó a besar a Alejandro y este le respondió frío, sin expresión.

— ¿Qué haces buscando a esa mujer en internet?

— No empecemos Anabel por Dios. Estoy investigando a la mujer que ahora es dueña del veinte por ciento de mi empresa.

— Y bien..., que has investigado — Chistó sarcástica

— Es griega, mujer de negocios, viuda y más millonaria de lo que podemos imaginar. Nada que la haga ser aparentemente alguien en quien desconfiar.

— No tardaste nada en buscar a esa tipa. Es increíble, pero ambos sabemos porque lo has hecho.

— ¿Según tú por qué lo he hecho?

— Por que esa perra es idéntica a la maldita de Isabella, porque cualquier cosa que te haga recordar a esa infeliz tú vas detrás de ello.

Alejandro se quedó callado, no quería seguir con el mismo ciclo, Anabel lo tenía harto, pero sentía tanta pena por Anabel que no tenía idea de cómo acabar con aquella farsa.

— Por qué no te vas a tu casa, te relajas un poco y yo luego en la tarde paso por ti a cenar.

— ¿Sabes que realmente quiero? Quiero que me trates como lo que soy, como tú mujer. Que hagas lo que las parejas hacen, que vivamos juntos..., joder que tengamos sexo, no me tocas, no hemos estado juntos ni una sola vez desde que se murió esa infeliz.

Alejandro dando un puñetazo en la mesa; la miró con ira e indigno.

— Ya estuvo, ya me hartaste, vuelves hablar así de Isabella, y no respondo. A ella si la amé, la amo y la seguiré amando. No tengo sexo contigo porque no me apetece, no quiero, no me gustas y ni se porque estoy contigo. ¿Contenta? Ahora sal de mi oficina y ¡déjame en paz joder!

Al otro lado de la lluvia. حيث تعيش القصص. اكتشف الآن