Capitulo 20: Vuelve el dolor, la incertidumbre

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Había amanecido, sin darse cuenta habían terminado en la habitación luego de una noche apasionada. Ella despertó antes que él y tras sonreír inconscientemente, al verse desnuda junto a él, rápidamente se levantó de la cama encerrándose en el baño. No podía creer que Sebastián la hubiera hecho su mujer, mucho menos podía creer que un hombre la deseaba con aquella magnitud. Se detuvo frente al espejo mirándose fijamente. Era un sueño, creía que era un sueño del que temía despertar. Sobre todo por Isabella, era la única que podía destruir aquella felicidad con facilidad. Se metió a la ducha aún en trance. Pero estaba feliz y eso era algo que nadie le podía arrebatar. No pudo evitar sonreír mientras dejaba caer el agua sobre ella. Esa felicidad que sentía no la había experimentado en su vida. El cosquilleo que tenía en su estómago y la pequeña risueña dentro de ella toda enamorada le hicieron aclarar el juicio ante tanta oscuridad en su corazón. Había terminado de tomar aquella ducha aún en un trance que sólo le hacía sonreír. Secándose el cabello volvió a mirarse al espejo y al ver el reflejo se llevó un terrible susto.

— Eres hermosa, aun cuando te sonrojas..., cuando te asustas.

— ¿Qué haces ahí?

— Mirándote, admirando lo hermosa que eres. Los misterios que traes contigo.

Algo nerviosa siguió secando su cabello

— No sé de qué qué misterios hablas

— Tus ojos..., por ejemplo. Tienes uno azul, uno gris y hasta ahora es que puedo verte tal cual eres. Sin lentes de contacto. No se porque los escondes, se ven hermosos.

— En cambio para mi es horrible llevarlos, no sólo parezco un fenómeno, me recuerda que estoy llena de defectos. Que no logro ser normal ante las demás personas. Por eso los escondo.

Sebastián sonrió sin poder evitar enamorarse de aquella mujer cada segundo, un poco más. Se acercó a ella para acariciarle el rostro y Anabel rápidamente bajó la mirada para esconder sus ojos.

— Mírame

— No

— Hazlo

Algo tímida, levantó la mirada dejando ver sus ojos distintos y al mismo tiempo fascinantes que provocaba quedarse mirándola por horas.

— Eres hermosa, y ahora aún más. ¿Por qué no puedes creer en lo que eres?

Tornándose triste encogió los hombros

— ¿Por qué habría de hacerlo?

— Porque eres mucho más de lo que crees, por algo me he enamorado de ti, Ana, eres maravillosa como para vivir en la sombra, en el odio.

— ¿Qué quieres decir?

Agarró una de las manos de ella, y llevándola hasta la sala de estar la sentó en el sofá y algo incómodo con la situación, le habló sobre Isabella. Aquella rivalidad que estaba acabando con ambas sin llevarlas a ningún fin. Las estaba destruyendo lentamente de la manera más cruel y despiadada. Tanto odio terminaría por corroerlas a ambas dejandoles un daño irreparable. Sebastián intentó persuadirla de que dejara atrás aquella venganza, aquella obsesión por querer dañar a Isabella, y se dedicara a ser feliz.

— No es difícil Anabel, simplemente dejar atrás todo y empezar de cero, conmigo.

— No es fácil, esa mujer me ha destruido la vida. se ha encargado de convertirla en un infierno. No hay persona que odie más en el mundo que a esa mujer. Por ella, no pude terminar mi carrera, por ella vivo una miseria, por culpa de ella no puedo ser quien realmente quiero ser. Esa mujer ha roto la humanidad en mi Sebastian, ademas..., no creo que tu y yo podamos ser felices algún día.

Al otro lado de la lluvia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora