Capitulo 11: Por un beso

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— Lo prometido es deuda, aquí tienes tu apartamento y también tendrás tu mensualidad.

Laura caminó por el apartamento mirando todo con deslumbre. Nunca había visto tanto lujo junto. Quería esconder su condición ordinaria y fingir que no es algo grande lo que veía cuando en realidad era la primera vez que veía lo que era el lujo.

— Bien, ¿entonces que prosigue?

— Necesito que te acerques a Anabel y sigas sembrando el odio en ella hacia su madre. Pero al mismo tiempo que la hagas sentir miserable.—Sirviéndose una copa de vino sonrió — Sí Lucrecia es realmente quien yo creo que es, esto será aún más divertido.

— ¿Lucrecia?

— Laura tú dedícate a seguir instrucciones. Del resto me encargo yo.

— Lo que pasa es que creo que están investigando sobre la desaparición de la hija de Isabella, el padre creo y pues si el llega a Dinamarca y pide una exhumación de cuerpo, de dara cuenta que allí no hay más que un ataúd lleno de piedras.

Meredith se regocijo en su misma maldad. Nada de eso le preocupaba a ella, más bien, solo deseaba causarle tanto daño a Anabel como si fuera la propia Isabella. El daño que ella misma creía que su prima le había hecho al "robarle" el amor de su vida. Meredith regreso a la casa y siguió maquinando su plan en el estudio. Rosalía la escucho hablando por teléfono y al escuchar aquella conversación quedó espantada.

— Tú y yo tenemos que hablar

— Mamá ahora no, estoy ocupada.

— No te lo estoy preguntando, te lo estoy exigiendo.

— ¿Que quieres?

— No voy a permitir que le hagas daño a Anabel. Ya bastante se lo hiciste a tu prima.

Meredith carcajeo dejando a un lado lo que estaba haciendo.

— ¿Perdón? ¿Tú prohibirme a mí? No me hagas reír.

— Eres un monstruo

— Al igual que tú, solo que tú te disfrazas de cordero y yo me muestro tal cual soy. Hoy soy lo que soy gracias a ti. ¿O te tengo que recordar que tú eres la causante del sufrimiento de mi primita?

— No es lo mismo

— Claro que es lo mismo, tú..., tú le ocultaste el paradero de su hija cuando muy bien sabías no solo donde estaba, sino quien es. Y yo ahora también se quién es, Anabel..., ay perdón Aurorita,  esa pobre infeliz que no se entera que ha nacido para que todos la odien. Porque mi odio lo tiene ganado desde que supe quien es.

— Te lo advierto, no voy a dejar que dañes más Meredith.

Encogió los hombros burlona

— ¿Que vas hacer? Nada, lo mismo que hiciste por veinte años, nada. Callarte. Viste como tú consentida sufría y no hiciste nada. Tú eres la causante de que Isabella fuera quien fue, eres la causante de que se haya matado.  A mi no me vengas a dar lecciones de moral porque eres una desalmada igual a mi.

Rosalia abofeteó a Meredith con fuerza indignada por las palabras de su hija. Ella agarró el brazo de su madre y apretándolo con fuerza la miró fijamente con los ojos endemoniados y el alma envenenada.

— Vuelves a tocarme y no respondo. Se me va a olvidar que me pariste y no te va a gustar. No te metas conmigo, no te conviene, Rosalia.

— Le diré a Adrián quien es su hija, tiene derecho a saberlo.

Meredith se volteó

— Hazlo..., cuéntalo y verás como Anabel paga las consecuencias de lo que tú empezaste.

Al otro lado de la lluvia. Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt