Verla allí, tendida en una cama rodeada de máquinas pitando, falta de vida, tan frágil que en cualquier momento podía irse, le removió montañas a Isabella en su interior. Las lágrimas cayeron de sus ojos sin poder detenerlas y el dolor de ver a su madre al filo de la muerte la deshacían.
— Lo mejor es que se despida de ella señora, está muy débil, tiene varias hemorragias internas, está muy mal internamente.
Isabella negó con la cabeza alterada.
— ¡No! ¡No sea Inútil! Nada es imposible, pagaré lo que sea, ¡Lo que sea! La trasladamos al mejor hospital, hago cualquier cosa.
El médico apenado bajó la cabeza.
— No se trata de dinero, ya está fuera de nuestras manos. Estamos considerando llevarla a quirófano pero el porciento de que salga con vida de ahí es menos de un dos por ciento señora. Además no responde a ningún estímulo, es como si no quisiera regresar, mejorar.
— Tiene que haber algo para hacer. ¡Lo que sea!
— Amor, calma. Quizá el doctor tenga razón aunque sea duro de aceptar. Ve, entra con ella. Toma el tiempo que necesites.
Apenas podía dar los pasos firmes sin titubear. Entró a la habitación de Rosalía y aquella imagen se quedó incrustada en su memoria. Dio unos pasos hacia Rosalía y agarrando una de sus manos se desplomó en llanto.
— No..., no se ni que decirte. No quiero quiero que te vayas. Dije cosas, cosas horribles lo sé..., soy una idiota. Debí escucharte, debí..., debí hacerlo.
Rosalia casi sin fuerzas abrió los ojos y lo único que sentía era un intenso dolor por todo su cuerpo. Pero al ver a Isabella todo se le alivio. Soltó una lágrima de felicidad. Solo la observaba agonizando y lo único que quería era hablar, advertirla de Meredith pero no podía. Apenas podía articular palabra.
— Fue... yo...
— No hables, no te esfuerces por favor. Vas a estar bien, vamos a poder hablar y sea lo que sea, te prometo que lo voy a entender pero por favor no me dejes sola. Te necesito
Estaba desesperada, quería advertirle a su hija del riesgo que corría y solo consiguió alterarse.
— Ella..., fue...
— Shhh por favor no te exaltes. Te vas a poner bien, Rosalia por favor no te vayas. — Suplico Isabella entre lágrimas.
— Al parecer cada cual tiene lo que se merece...
Isabella se volteó y vio al pie de la puerta a Meredith observándolas con envidia. Al Rosalia escucharla se descontroló, sus latidos se dispararon y todas las máquinas comenzaron a sonar sin cesar. Jamás había imaginado que le tendría pavor y terror a su propia hija.
— ¿Tu qué haces aquí? Lárgate
— Tu a mi no me dices donde estoy o no. Vine a ver a mi madre..., oh perdón nuestra madre.
Rosalia empeoraba e Isabella salió corriendo a buscar a los médicos. Meredith se acercó a ella aprovechando que había quedado a solas con Rosalía y acercándose a ella le quito el oxígeno haciéndola agonizar aún más.
— Es mejor que te mueras, porque si quedas viva tu infierno no tiene descripción mamita. Dices algo, haces algo y tu adorada Isabella y Anabel se mueren así como se murió Laura y cómo deberías estarlo tú.
Disfrutaba viendo cómo poco a poco se quedaba sin oxígeno. Lentamente le volvió a colocar la línea de oxígeno susurrándole al oído.
— Muerete, te conviene, Rosalia.
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Al otro lado de la lluvia.
RomanceTras descubrir el engaño en el cual Alejandro había incursionado, el amor y la oportunidad de ser feliz para Isabella se habían esfumado. El rencor, sed de venganza darán vida a Lucrecia Monterrubio. Una extraña mujer que tras la aparente muerte de...