Capitulo 14: Claudica el orgullo

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Sus dedos estaban muertos, su cuerpo, desconectados de su mente. Estaba a punto de irse y jamás volver. El frío había calado sus huesos. Y parecía que también había congelado sus pensamientos. Pero estaba viva, seguía respirando y eso era como otra oportunidad de la vida. Sintió cómo levantaban su cuerpo de la nieve y ella solo miraba el cielo tormentoso viendo cómo copos de nieve caían sobre su rostro como pequeñas navajas penetrando su piel. Solo veía aquellos ojos de los que se había enamorado sin planearlo y lo único que podía hacer era sonreír tenuemente.

— Vas a estar bien, llamaré a una ambulancia.

— Estoy bien.

— Estás con hipotermia Lucrecia, estás muy mal

— Shhh, solo abrázame.

No lo dudó, rápidamente se metió con ella a la cama abrazándola fuertemente dándole calor y era la sensación más agradable que había sentido en mucho tiempo. Isabella temblaba entre los brazos de Alejandro sin poder evitarlo pero dentro de todo, estaba plácida entre los brazos de él. Ellos no eran los únicos que por más que intentaban ocultar sus sentimientos salían a resurgir. Sebastián cada vez se enamoraba más de Anabel y también faltaba cada vez menos para su boda. Raquel lo tenía todo preparado, era la boda del año en la alta sociedad pero Sebastián no tenía momento en el cual no pensara en Anabel. Y ella aunque lo negaba, comenzó a sentir mariposas en su interior nada más de solo escuchar su nombre. Pero su falta de autoestima la hacía retroceder cada vez que quería aventarse a confiar.

— Y tú, por que estás más despistada de lo normal.

— Tía, estoy algo cansada. ¿Puedes venir mañana?

Con burla chistó

— Hablas como si fueras una mujer de negocios e inteligente. Anabel no seas ingenua. No sirves ni para hacer el que hacer. Si Adrián te tiene aquí es porque le encanta hacer obras de caridad.

— ¿Terminaste? De verdad no tengo tiempo para escucharte y mucho menos escuchar lo mucho que me quieres y lo importante que soy para ti.

— Tu madre hubiera hecho el trabajo completo, te hubiera abortado y creo que no estarías estorbando tanto.

Enojada la miró y harta de los insultos y malos tratos miró a Laura con seriedad y firme contestó.

— Y tu no me hubieras adoptado porque hubiera preferido mil veces vivir en un orfanato que vivir contigo. Has hecho de mi vida un auténtico infierno. Ahora lárgate, no te quiero ver más.

— Por más que quieras hacerte la fuerte, no eres más que una blandengue.

Salió de la oficina sin poder ofenderla más. Eran tantos los insultos hacia ella que ya parecían no hacer efecto. Intentó recobrar de nuevo todo el trabajo y Justo cuando había logrado concentrarse, Adrián entró a la oficina. Estaba preguntando por ciertos papeles y clientes nuevos pero Anabel sólo tenía en la mente cómo decirle que ya no podría recibirse.

— ¿Estas bien? Te hablo y es como si no estuvieras ahí.

— Tu lo sabías verdad, tú sabías que Isabella es Lucrecia

Adrián se quedó helado, no sabía qué responder y sentándose frente a ella tartamudeó. 

— Eh bueno..., yo...

— Es inútil que lo ocultes. Ella misma me lo admitió. Solo quiero que me respondas con la verdad.

— ¿En que cambiaría mi respuesta Anabel?

— En mucho, esa mujer me odia y yo no solo la odio, la aborrezco, no hay persona que deteste tanto en el mundo como a Isabella McCarthy porque no solo me ha hecho la vida un infierno, se ha quedado con lo único que podía hacerme feliz. Tú la has solapado en todo esto, has permitido que me haga daño haciéndose pasar por otra persona. Pensé que me tenías algo de afecto pero ya veo que no.

Al otro lado de la lluvia. Where stories live. Discover now