Capitulo 13: Odio o perdón

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— Ay no..., ay no abre esta cosa por favor.

Sebastian sacó de su saco el móvil pero no tenía señal. Intentó oprimir el botón de emergencias pero estaba averiado. Anabel comenzó a sentir que le faltaba el aire, el miedo a los espacios cerrados era algo que jamás había podido controlar ni superar. Comenzó a llorar y a gritar desesperada fuera de control.

— ¡Que abras la puerta! ¡Necesito aire! ¡Necesito salir! Me voy a morir si no salgo de aquí.

— A ver, te tienes que calmar. Si sigues respirando así..., nos vamos a quedar sin oxígeno más rápido de lo normal. Tranquilízate por favor.

Negó con la cabeza comenzando a quitarse la blusa

— Tengo calor, no puedo respirar, por favor sácame de aquí, te lo suplico.

La abrazo fuertemente intentando calmarla pero era muy difícil. El pánico se había apoderado de ella. Besó su cabeza y repitiendo al oído una y otra vez que todo estaría bien, logró calmarla un poco. Pero seguía en trance, estaba traumatizada totalmente.

— Ana..., Anabel háblame..., dime algo

— Ah...

— Me estás asustando, ya pronto vendrán por nosotros. Se darán cuenta que el elevador no funciona y nos rescatarán.

— No puedo respirar

— Tranquila, todo va a estar bien.

Sebastian intento seguir buscando señal con el móvil. A había logrado pillar una poca de señal y con suerte logró enviarle un texto a Adrián pero volvió a perder totalmente la señal. Ambos se tumbaron en el suelo y ella terminó por quitarse también la falda. Sintió que se quemaba de adentro hacia afuera. Tanto que no le importó quedar en bragas frente a Sebastián.

— Hablemos de algo..., no te quedes callada por favor.

— Te odio

Sebastián sonrió

— Al menos sientes algo por mi, eso es un avance

— ¿Por qué no me dejas en paz?

Encogió los hombros

— No lo sé, simplemente no puedo. Me has cautivado por completo. No hay un solo día en el que no pueda estar sin verte.

— Eres un descarado, en un mes te casas con otra mujer y estás ahí diciendo toda esa babosada.

Sebastián hizo que los ojos de Anabel se cruzaran con los suyos y el rostro de ella lo enamoraba totalmente. Deseaba besarla, no solo besarla, deseaba que fuera ella quien besara todos los días.

— ¿Sabes que deseo?

— No me importa lo que tú desees

— Deseo besarte, acariciarte, pero es solo eso, un deseo.

— Baboso

— Deseas lo mismo, quieres convencerte a ti misma de lo contrario.

— Ya cállate

Jugando con el cabello de Anabel. Cerró los ojos y decidió él a empezar a contarle su vida tal cual la había vivido sin mucho que esconder. Sebastián tomaba lo más negativo de forma jocosa para que afectara menos y aquella no era la excepción.

— Toda la vida crecí deseando casarme con una hermosa mujer, tener una casa de campo y tener dos hijos. Casarme con una mujer que me ame y yo la ame. Conocí a Raquel hace diez años. Solo llevamos cuatro de novios y pues pensé que era la ideal. Estudiamos lo mismo, somos del mismo círculo social. En fin, todo era perfecto, excepto porque ella no quiere hijos pero pensé que podría lidiar con eso. Le molesta que sea romántico, según ella eso es cursi y ya no se usa pero en cambio a mi me gusta serlo. Cuando le propuse matrimonio fue algo tan calculado que jamás pensé que me llegara a sentir en duda. Luego de haberle pedido la mano, pedirle que se casara conmigo me di cuenta que no estaba enamorado, pero he dado mi palabra, tengo que casarme aunque no sabes como me pesa.

Al otro lado de la lluvia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora