Epilogo

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El odio había terminado por consumirla por completo. Había ya salido del hospital unos días atrás y estaba de vuelta en su casa pero con el corazón más endurecido. Miraba tras la ventana con la mirada seria y al mismo tiempo vacía. Se cruzó de brazos mientras escuchaba al fondo a Sebastián hablar con los abogados que llevaban el caso criminal contra Isabella.

— Quiero la pena máxima para ella; no quiero que salga libre bajo fianza. Quiero que hagan lo que sea para que esa infeliz se pudra ahí dentro. — Comentó mientras continuaba mirando hacia el jardín.

— Eso es algo que decide fiscalía no nosotros y usted como conocedora de la profesión debe saberlo — Argumentó uno de los abogados.

— Hagan todo lo posible porque esa mujer no salga de ahí. Mató a mi hijo, y eso lo va a  pagar.

Los abogados se retiraron y Sebastián algo indignado camino hacia ella mirándola con incógnita. No entendía como la mujer de la que se había enamorado de la noche a la mañana se había convertido en un ser cruel y despiadado. Lo único que había en la mirada de Anabel era el mismo odio que había en los de Meredith.

— Tienes que tranquilizarte.

— ¿Tranquilizarme? ¡Mató a nuestro hijo! ¡Lo asesinó! Me mandó a golpear a muerte y pareciera que no te importa.

— Es distinto, no me dejó llevar por odios que es diferente. Isabella no es santa de mi devoción pero la realidad es que no tienes nada que pruebe que fue ella quien hizo esto y podrías estar cometiendo una injusticia.

Obstinada con seguir con sus planes, lo miró con enojo y antes de irse respondió.

— Va a probar ahora de su propia medicina; no voy a descansar hasta verla destruida así como ella lo hizo con mi vida, con mis ilusiones.

Terminó su copa y dejándola sobre la mesa se retiró a encerrarse en su habitación como había acostumbrado hacer. Sebastián la amaba, tanto que intentaba soportar aquel cambio en ella; pero comenzaba a sentir que aquella Anabel, no era la mujer de la que se había enamorado. El dolor y el rencor la habían convertido en otra persona, otra totalmente opuesta a lo que era realmente Anabel.

******

Comenzaba a exasperar, el encierro la atormentaba y en el fondo tenía miedo de no salir de aquel infierno. No tardaron las torturas y molestias de parte de otras confinadas y ella solo quería salir corriendo de aquel lugar.

— Uyy..., hoy estamos de suerte muchachas mira lo que nos trajeron. Parece un pastelito con todo y su cereza. A ver, a ver eso que traes puesto.

— No me toques, déjame en paz — Dijo Isabella con asquedad.

Una de las mujeres se acercó a ella y burlándose de ella, amenazante le exigió que se desprendiera de sus aretes.

— Dame todo lo que tienes puesto, esos aretes..., el collar, todo mi reina.

— No te pienso dar absolutamente nada. No te me acerques ¿Entiendes? Delincuente asquerosa.

La mujer enojada la agarró por el cabello y poniéndola tras los barrotes la golpeó.

— Aquí tus millones no te pueden salvar princesa. Mucho menos tus influencias. Aquí no estás por santa. Ahora quítate todo si no quieres que lo haga yo. 

A regañadientes se desprendió de las prendas que llevaba puestas y cada minuto que pasaba en aquel lugar la torturaba. Era la primera vez que realmente era inocente por algo relacionado con Anabel y allí se encontraba encerrada y desesperada. Su orgullo no dejaba demostrar el miedo que sentía frente a esas mujeres que continuamente la molestaban y amenazaban. Al poco tiempo, Alejandro aprecio y ella rápidamente corrió hacia él abrazándolo a través de los barrotes.

Al otro lado de la lluvia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora