Capitulo 28: Alma perdida

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Escuchó el piano y se extrañó. Hacía mucho que Isabella no lo tocaba, mucho menos cantaba. Curioso bajó a escondidas a verla y allí estaba, sentada sobre el piano de cola con algo de melancolía buscando que tocar para animarse. Ella sentía una sensación extraña, se sentía intranquila, preocupada y no lograba saber porque.

— ¿Todo bien?

Isabella volteó a verlo y asintió con la cabeza

— Solo..., solo buscaba distraerme un rato.

— ¿Que te tiene tan desconcentrada?

Evadiendo el tema ella replicó

— ¿Daniel está dormido?

— Si, lo he dejado en su cuna

— Cada vez está más hermoso — Susurró

Alejandro se sentó a su lado buscando descifrarla una vez más. Pero aquella vez no hubo necesidad de hacerlo. Era tanto lo que había en su mente, que sentía que necesitaba desahogarse.

— Hay algo que siento que me atormenta sabes.

— ¿Que cosa?

— Anabel...

— Isabella por favor no empieces

— Déjame hablar. Quizá el orgullo, en no querer verme más débil de lo que soy no lo he dicho, no lo he aceptado. Pero sabes, cada vez que hago algo para dañar a esa mujer, cada vez que logro que sufra en el fondo hacerlo por alguna razón va desgastándome a mi también. — Tragó saliva — ¿Sabes porque realmente la odio?  Porque es el único ser humano que logra desbalancearme, que hace que me sienta en descontrol. Creo tener la respuesta a ese odio, ella quizá representa todo lo que sería mi hija. Y duele sabes, duele tanto verla, más duele recordar que tuviste sexo con ella, todas esas cosas se mezclan y simplemente no me dejan vivir. Quisiera irme lejos, a otro país, a otro lugar donde no tenga que verla nunca más.

Alejandro se quedó callado por unos momentos para luego responder sin tener duda alguna.

— Vámonos, a otro país a donde te sientas cómoda. Iría contigo hasta el fin del mundo. Pero no quiero que sigas  hundida en esa oscuridad, en ese odio contra Anabel que la realidad es que no te ha hecho nada. 

Isabella sonrió triste asintiendo con la cabeza

— Si, quiero irme. América suena bien, mientras más lejos de aquí, mejor.

La doméstica interrumpió avisando que Rosalía estaba en la casa e Isabella rápidamente dijo enojada.

— Dígale a esa mujer que se vaya, que no tiene nada que hacer en esta casa.

La doméstica insistió en que Rosalía tenía algo importante que decirle y no se iría hasta que la escuchara. Harta de tener que estar en contacto con ella, Isabella avanzó hacia la entrada y a gritos vociferó.

— ¿Que parte de que te desaparezcas de mi vida no entiendes? Para mi te moriste, ¡déjame en paz joder!

Rosalia tragó saliva, no se defendió, no trató de justificarse. Ya estaba cansada de luchar contra ese desprecio que Isabella sentía hacia ella. Con pesar en su voz respondió.

— Está vez no vengo a suplicarte por que me escuches. Ya tú has tomado tu decisión y no voy a seguir insistiendo en que me perdones. Solo vengo a decirte que espero que tú no tengas que ver con lo que le ha ocurrido a Anabel porque si es así, más dolor me va a ocasionar el delatarlo.

— ¿Que ha pasado Rosalia?— Intervino Alejandro

— Anabel la han encontrado tirada en el suelo frente la casa de Sebastián brutalmente golpeada. Solo un ser sin escrúpulos, sin sentimientos, hueco y vacío podría hacer algo así.

Al otro lado de la lluvia. Where stories live. Discover now