Capitulo 15: El placer domina

6.2K 695 40
                                    

Los labios de ambos se entrelazaron acaloradamente, se besaban con desespero, con pasión, con ganas de devorarse como hacia años atras. Aupando a Isabella,  la cargo y esta rápidamente enrosco sus piernas en la cintura del hombre, entre besos apasionados y gemidos escabullidos, la llevó hasta su habitación con el deseo desbordándose dentro de él. La tumbo en la cama para seguido quitarle la poca tela que le cubría el perfecto cuerpo que ella poseía, aquellas curvas lo cautivaron por completo, la sutileza de su silueta, la delicadeza de sus pechos, el color de sus pezones, la sensualidad de su vagina, ver como ella se sonrojaba lo avivaba aún más. Desprendiendose de su albornoz, quedó desnudo sobre ella, de solo sentir su pene rozar  su vagina, Isabella soltó un gemido que terminó dibujando una sonrisa picara en el rostro de Alejandro.

— Haré que levites en placer, tanto que querras mas

— Dudo que puedas lograr eso

La respuesta de Isabella reto a Alejandro, y eso a él, lo encendía aún más. Descendió por el cuerpo de isabella depositando pequeños besos sobre su piel hasta detenerse entre sus piernas. Rozó su lengua en la hendidura de la vagina de ella haciendo que esta sintiera pequeños corrientazos electrificar todo su cuerpo, no podía asimilar que después de tanto, Alejandro estuviera entre sus piernas, jugueteando con su lengua. Suavemente lamió el clítoris moviendo su lengua en círculos sin dejar de mirarla fijamente. Ella se quebraba en mil placeres, intentaba no gemir pero cada lamida, cada vez que la chupaba y masturbaba le robaba el control de sus gemidos y jadeos. La penetro con dos de sus dedos mientras con su boca seguía lamiéndola con ávido. Escucharla a ella gemir le provocaba a él igual o más placer de que ella podía sentir. La tenía dominada, y eso lo excitaba. Logró que su lengua la hiciera venirse en su boca, se quedó inmóvil liberando un chillido para seguido reírse extasiada.

— Mmmm, sabes delicioso, eres deliciosa

Aun temblaba sin poder recitar palabra alguna. Solo sentía su corazón a mil por segundo. Volvió a suspenderse sobre ella frotando su pene sobre el clítoris de ella deseado que de sus labios saliera alguna palabra lujuriosa.

— Anda, pídemelo, que deseas

Casi sin poder hablar, mordió el labio inferior de Alejandro suplicando.

— Quiero sentirte..., dentro..., muy dentro

Embistiéndola con fuerza, la penetro yéndose hasta el fondo observando cómo sus labios dibujaron una perfecta O ahuecando un gemido glorioso a sus oídos.

— ¿Así?

Desatando la descarada que llevaba dentro, movió sus caderas buscando sentirlo aún más y llena de morbosidad, respondió sonriendo.

— Más.... fuerte..., dame duro

— Mañana, no va poder caminar, señorita Monterrubio

Eso era lo que ella quería, lo que venía su cuerpo deseando desde hace tiempo. Movió sus caderas al ritmo de las embestidas de Alejandro, se miraban, se acariciaban y con cada vez que él penetraba la vagina de ella con su pene, recorría un mar de sensaciones que no había sentido con ninguna otra mujer excepto Isabella. Era como un paraíso entre las piernas de Lucrecia, el roce de piel contra piel, el ruido del choque de sus cuerpos con cada embestida. Sentía una morbosidad delirante al sentirla rozarse una y otra vez sin protección. El odio y desprecio por él, en aquel momento se había convertido en el deseo reprimido que intentaba ocultar pero su cuerpo delataba. Sus gemidos pronto se transformaron en extenuantes gritos y jadeos que pedían que la llevaran a su límite. Sus uñas se clavaban en la espalda de Alejandro con cada embestida y sus ojos se ponían en blanco en consecuencia de aquella delgada línea entre el placer y el dolor que seguía siendo un placentero. Alejandro jugaba con sus gemidos, le fascinaba verla rendida ante él toda acalorada, rojiza y temblorosa. Sus manos descendieron por aquella espalda perfectamente definida hasta detenerse sobre las nalgas del hombre. Las agarró con ávido mientras sus ojos, fijamente se cernían en los de él , retándose mutuamente. Tiro de su melena y exponiendo su cuello, la besó susurrando.

Al otro lado de la lluvia. Where stories live. Discover now