MI MUÑEQUITA, MI MARIONETA

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Sin importar como fue... Él la amo... Sin importarle si lo odiaba o no... Si le correspondería o no... Él la amo... Sin importar el paso del tiempo... Eran como arena y hojas danzando en una tormenta.

Tanto tiempo había pasado, ahí sentado sin moverse, camuflajeado, tuvo que esperar, esperar el tiempo que fuera suficiente. Cada segundo que pasaba se repetía una y otra vez que su piel iridiscente permanecería suave y brillante, que cada una de sus acciones no serían en vano. Solo tenía que mantener su compostura un poco más y luego el mundo sería suyo...

Todo fue rápido, sin errores, todo había salido a la perfección. El plan perfectamente ejecutado, nadie se daría cuenta de lo que habría pasado, en la Aldea de la Hoja, nadie sabría quien faltaba.

Sujetando firmemente el volante, continuó por el tramo abierto de la carretera, sus ojos fijos en el camino, y apretando el paso, una respiración constante desde el asiento de atrás calmó sus pensamientos salvajes y los arrimo hasta la esquina de su mente.

- Pronto, mi dulce muñeca, entenderás por qué eres demasiado hermosa para este mundo, - suspiró Sasori mientras veía al retrovisor.

El constante zumbido del motor que la había mantenido en un estado cataléptico, como el arrullar de una cuna se detuvo abruptamente, llenando de silencio el entorno desconocido. De pronto las partes de su piel se sintieron chamuscadas y crudas como si alguien la frotara con papel de lija. El aire frío rozó contra sus labios agrietados, acercándole a la conciencia, pero manteniéndola lo suficientemente lejos para volver locos sus sentidos.

Aquellas imágenes nebulosas comenzaron a solidificarse debajo de sus párpados, los recuerdos de sucesos anteriores se unieron en fragmentos estáticos. Su mano cayó a un lado, el fresco cosquilleo de la hierba rozando sus nudillos, estaba flotando o alguien la estaba llevando a través de un campo.

- Casi llegamos amor....

Sus oídos se animaron, tratando de identificar el suave susurro que venía de arriba, pero su cerebro todavía estaba tratando de recuperarse de aquel golpe que la habían nublado bruscamente.

Los ecos de pasos y puertas que crujían retrocedían alrededor de su cuerpo entumecido, cada vez que intentaba abrir sus ojos, su propio cuerpo le negaba ese derecho. Estaba claro por el latido de sus músculos y los golpes en su cabeza que quedarse quieto y ciego era la mejor opción, pero la voz en la parte posterior de su cabeza gritaba para que luchara.

De pronto un resplandor amarillo cayó sobre ella, intentando atravesar su línea de visión, otro tirón hacia la realidad. Lentamente, el peso que en sus párpados tenía, fue poco a poco desapareciendo, permitiéndole abrir finalmente sus ojos.

Una gota de agua fría, caía ruidosamente sobre algo de latón, desde alguna parte del techo. La luz que existía en aquel lugar no era mucha, esperó a que su vista se alineara, sus ojos se ajustaron a la obscuridad circundante, notando la sensación de frío del metal debajo de sus miembros adoloridos.

Con aquella pequeña y fina nariz, olía el aire y podía oler débilmente la pintura acrílica y la madera podrida, divisaba a lo lejos, las astillas de luz de luna que brillaban a través de las grietas de las paredes con paneles.

- ¿Dónde...?

- ¿Cómo te sientes?

Una voz pregunto de pronto, provocando que el pánico recorriera su cuerpo causando que el sudor goteara por su frente, las sombras bailaban burlonamente a través de las paredes, burlándose con sus movimientos aterradores. Intentó girarse de costado, pero el tintineo de las cadenas que se tensaban contra su piel la hizo gritar, la carne ya quemada de sus tobillos se desgarró más con la tensión del metal.

YANDERE BOY'SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora