Prólogo

4.3K 389 8
                                    

Soy un gato callejero. 

Mi pelaje es fino pero desaliñado y en un tono negro, mis ojos son color miel, y a mi oreja izquierda le falta un pedacito en la punta luego de haber sido atacado por un perro pulgoso cuando apenas era un cachorro felino. 

No recuerdo a mi madre y menos aún a mi padre. Recuerdo vagamente haber tenido un hermano, ¿o era hermana? El punto es que un buen día él o ella ya no volvió a despertar.

Me alimento de sobras que encuentro por allí. Odio los días lluviosos y me gusta tirarme con la barriga al aire en días soleados. 

No tengo nombre pero los humanos me llaman de muchas maneras.

"Gato" es el más común. 

"Gatito" es el que los humanos pequeños que balbucean y moquean usan para referirse a mí. 

"Gato sarnoso" es el que me gritan cuando me escabullo en busca de un alimento que no huela a podrido. 

"Gato feo" es el que me dicen cuando pasan cerca de mí y notan mi color negro o las costillas que se marcan a través de mi piel. 

Creo que soy muy flaco comparado a otros de mi especie; alguna vez llegué a ver a uno que otro gato doméstico. Me sorprendió que los dejaran vivir bajo techo, e incluso les permitían trepar a las camas, muebles y básicamente a cualquier lugar que se les antojara. 

Eran gatos mimados. 

Nunca creí que llegaría el día en que yo también sería uno de esos gatos.




¿Han sentido alguna vez un balde de agua fría encima? 

Yo sí, muchas veces eso es lo que me arrojaban los humanos.

¿Han sentido un golpe en el trasero flaco con las puntas de una escoba? 

Yo sí, en ocasiones cuando me atrevía a asomar la cabeza en algún lugar de donde salía un aroma delicioso a comida.

¿Han sentido una patada en las costillas? 

Pues yo sí, no recuerdo cuántas han sido pero sí recuerdo ese día en el que mi maullido lastimero atrajo la atención de un peculiar humano. 

Recuerdo que me habían alcanzado a propinar una gran patada y me dolía mucho, tanto que empecé a maullar adolorido. Siempre me consideré un gato fuerte, pero en esa ocasión el dolor pudo conmigo. 

Recuerdo haberlo visto asomar una cabeza en mi dirección. Unos ojos curiosos se encontraron con los míos. La luz del sol le caía en la espalda y daba la sensación de estar deslumbrando ante mis ojos.

«Por favor, no me lastimes».

Ya no me creía capaz de soportar otro golpe.

Para mi sorpresa, el humano se inclinó frente a mí, lo vi alzar la mano en mi dirección y no pude más que ocultar el rostro y esperar el maltrato, pero nunca llegó. 

En cambio, una mano cálida me acarició la cabeza y una voz dulce me llamó.

—Hola, gatito.

Me llamaba como los humanos pequeños de mocos colgados, pero él no era uno de esos a los que llamaban "niños", ¿o sí? 

—¿Quieres venir conmigo?

Era tan cálido que daba miedo.










BLACK CAT. ➸taekookWhere stories live. Discover now