Capítulo 2

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Samuel contemplaba al chico delante de él, su foto de perfil lo mostraba más suelto de lo que ahora mismo estaba allí sentado. Pero casi que aquello le gustaba más, no estaba cómodo por lo que no era algo que frecuentara hacer.

Por él, estupendo, estaba cansado de niños resabiados, pero tampoco quería tener a alguien haciendo algo que no quisiera. Eso no entraba nunca dentro de sus planes.

Samuel había recurrido algunas veces a los servicios de esa página, le gustaba el rol que ambos jugarían y le otorgaban una distancia que en una relación normal no sería posible.

Perfecto para su momento actual, su última ruptura le quitó las ganas por un tiempo de jugar a eso del amor, pero nadie decía que no pudiera divertirse y tener mucho sexo con un jovencito como el que tenía delante.

Delgado, con un melena corta tan oscura como sus ojos, y contrastando con una piel pálida y lisa. La nota de color, los labios rosados que estaba deseando besar.

Era un caramelo que estaba deseando saborear pero notaba como lo estaba perdiendo, así que decidió relajar el ambiente. Sabía que podía ser alguien muy intimidante, no por nada era el director de una de las mayores farmacéuticas de toda Inglaterra.

—Ethan, aquí no va a pasar nada que tú no quieras, tenlo claro.—Los ojos negros se concentraron en él—No disfruto con forzar a nadie a algo que no les sale entregarlo naturalmente.

El chico comenzó a remover lo poco que quedaba en su plato.

—¿Por qué estás aquí?—preguntó finalmente Samuel ante el silencio del chico.

—Necesito el dinero.—Era sincero, y se notaba.

—¿Eres gay?—El sonrojo en sus mejillas era demasiado tentador, estuvo a punto de acariciarlo pero quería dejarle algo de espacio.

—Sí.

—¿Te gusta lo que ves?—Samuel no tenía duda de que era alguien atractivo, muy atractivo, pero quería que el otro dijera algo en voz alta que quizás le hiciera tomar una decisión.

—Sí.

—A mí me gusta mucho lo que veo, y quiero ver más.—En su voz no había un ápice de sobreactuación, Samuel era alguien extremadamente sincero cuando se manejaba a niveles íntimo—. Prueba dos semanas, tu curso será completamente pagado.

Sus grandes ojos negros le miraban sorprendidos, pero se recuperó rápidamente.

—Una semana—negoció, Samuel se rió, le gustaba este gatito, le iba a dar más juego del que pensó en un primer momento.

Se acercó a él por encima de la mesa, y acarició su mejilla, era tan suave como había imaginado. El chico se quedó sorprendido y bajó su mirada pero no se retiró.

—Una semana—aceptó—. Sabes cuales son las condiciones, te espero en mi despacho para firmar un contrato.

—¿Un contrato?—preguntó.

—Tanto para ti como para mí, no creas en nada que no esté por escrito, pequeño.—Se separó pero su mano aún mantenía el calor de su mejilla.

—Hay algo que no entiendo—dijo de repente Ethan—¿Porqué pagarías por algo que estoy convencido tendrías "gratis"?

Samuel lo contempló antes de contestar, ese chico no era como los otros sugar baby que había contactado, ellos no hacían preguntas.

—Porque puedo.—Fue parte de la verdad, el resto era algo que no iba a discutir con él.

Acordaron una cita para dos días después, tiempo más que suficiente para que pudiera meditarlo. Le dio la dirección del despacho de abogados donde firmarían su acuerdo, aún tenía alguna duda de que finalmente lo aceptara. Pero lo había investigado, deformación profesional, y ese chico necesitaba más el dinero que cualquier otro con el que hubiera estado.

Habitualmente eran chicos que pedían cosas materiales, un teléfono nuevo, un ordenador, un apartamento, ropa, viajes. Pero la situación de los Savidge era calamitosa, si tuviera algo de conciencia sentiría que se estaba aprovechando. Pero él estaba ofreciendo algo con lo que podría evitar arruinar su vida.

Samuel había cerrado muchos acuerdos comerciales, y sabía cuando un acuerdo estaba cerrado incluso antes de firmarlo.

Mirando el camino que había tomado al irse no escuchó los primeros tonos de su teléfono móvil, el identificador de llamada anunciaba que era Richard, su mejor amigo y socio.

—Lindo gatito—fue lo que escuchó cuando atendió la llamada—. Pero no parecía muy convencido.

—Lo estará, créeme—dijo Samuel mirando al rededor, a lo lejos vio la cabeza de su amigo, tan alto como él, su cabello corto pajizo y sus ojos ambarinos lo hacían todo un espécimen masculino—. Deja de espiarme y ven a tomar una copa conmigo.

Ambos amigos se rieron y colgaron sus teléfonos.

El castaño era su amigo desde que ambos coincidieron en uno de los internados más rigurosos de Inglaterra, la unión había sido inmediata después de que ambos acabaran con los labios rotos, un ojo morado y una costilla rota tras pelearse.

Era lo más parecido que tenía a una familia, de la propia solo había recibido el dinero, de Richard, lealtad.

—¿Imaginas que te dice que no?—dijo jocoso Richard bebiendo de la copa de Samuel.

—No voy a forzarle, ese no es mi estilo...es el tuyo—dijo llamando al meitre para pedir otra botella de vino.

—Hay una sutil diferencia entre forzar y someter, Samuel—contestó el castaño.

—Mientras ellos estén de acuerdo—contestó encogiéndose de hombros el pelinegro.

—Por eso yo no estoy con gatitos, ellos no pueden soportar mis gustos—concluyó sencillamente.

Charlaron como siempre solían hacer, pero la mente de Samuel se perdió recordando los labios del chico que acaba de irse. Quería probarlos, y estaba ansioso porque se trasladara a su casa.


o0o



—¿Qué tal?—preguntó David ansioso cuando Ethan entró por la puerta de la habitación que compartían en la residencia.

—Perturbador—fue lo único que fue capaz de decir Ethan.

—¿Era feo?—dijo David chasqueando la lengua—Qué pena, con ese tremendo cuerpo y feo.

—No es para nada feo, ese es el problema, ¿por qué un tipo como ese necesita "esto"? Sabes qué me contestó cuando se lo pregunté—David negó—, "porque puedo"

—Ethan, ¡qué tío más caliente!—concluyó David silbando—Además con eso te dice que está podrido de pasta, los ricos tienen gustos raros.

—A veces me cuestiono porqué somos amigos....

—Porque me quieres, y tu vida sin mí sería mucho mucho más aburrida—dijo este saltándole encima y abrazándole.

—Y menos problemática seguro. Me ha pedido firmar un contrato—dijo Ethan.

—Yo una vez firmé uno, ese tío es alguien importante y no quiere que sus asuntos privados se hagan públicos. No lo veo raro.

—Acompáñame, no quiero ir solo—le pidió a su amigo.

—Allí estaré contigo, pero sabes que aún no he terminado la carrera y de contratos comerciales sé lo justo, ¿cierto?

—Aún así—pidió.

David lo abrazó, y Ethan se dejó, pensaba en ese hombre tan extraño que pasaba de un estado a otro, de depredador a alguien cercano, a de nuevo una pantera.

¿Se lo acabaría comiendo? ¿O sería él quien pidiera ser devorado?

Sugardaddy: Londres (I)Where stories live. Discover now