Capítulo 29

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Todo estaba yendo bien, la visita al Museo Británico había sido especial, a esa le habían seguido cenas, paseos en coche a visitar lugares a las afuera de Londres en los que había literalmente vuelto a secuestrar a Lucas.

Pero nunca, y podía ser sincero consigo mismo, nunca había sido tan feliz en su vida.

Ahora sentía que esa misma felicidad se había esfumado. Pero no era alguien de relaciones, más tarde o más temprano eso iba a ocurrir.

Estaban cenando en un nuevo restaurante, de esos que le encantaban a Samuel. Richard había hecho la reserva, y Lucas había acudido sin preguntar nada.

Hasta que se encontraron en el lugar, se le notaba inquieto. Y Richard supo que esa noche no acabaría bien cuando vio a la prometida del rubio ir hacia ellos.

Richard deseaba que ambos hubieran hablado, pero empezaba a no tener claras las intenciones de Lucas.

Beth miraba a su pareja con tanta intensidad que pensó sería capaz de taladrarle el cerebro.

—Buenas noches, Richard—le saludó evidentemente tensa.

Richard se levantó y besó la mejilla de la chica, pero sus ojos, los de ambos estaban en Lucas.

—Pensé que tenías que trabajar hasta tarde—le reprendió ella.

No, no habían hablado, no debería molestarse. Pero no pudo evitarlo.

Obviamente Lucas estaba con él. Pero aquella falta de decisión era un rasgo que aborrecía, y algo que afeaba a su pareja.

¿Qué tenía que esperar para romper el compromiso? No lo entendía, sinceramente.

Lucas miró a Beth, y aunque quería apoyarle él mismo estaba expectante ante su contestación.

—Está claro que no estás tan ocupado—siguió ella ante el mutismo de Lucas.

Richard empezó a notar que realmente no quería presenciar aquello, no cuando Lucas dijo que solo había hecho una pausa con un amigo.

En todos los años que Richard tenía de vida, nunca le había molestado esa tapadera. El amigo, el amigo que se folla a tu novio cuando te deja en casa después de darte un tierno beso; el amigo con el que se escapa porque realmente le gustan los hombres; el amigo que nunca dejaba de ser otra cosa.

Hasta ahora, no quería ser el amigo de Lucas. Eso ya había quedado claro, y también que le había presupuesto más valiente de lo que realmente era.

Cuando Lucas y Beth salieron a la calle, Richard llegó a su límite. Se había convertido en el cliché que nunca le importó, porque sus amantes no le importaban hasta ese punto.

Pasaron los minutos, demasiados, pagó la cena y abandonó el restaurante. No había rastro de Lucas ni de Beth.

Quería quitarse aquella sensación de encima, no era agradable y no le quedaba bien.

Tomó un taxi y se fue a su casa, bajo el agua caliente la sensación no se iba, dudaba que pudiera irse de ese modo.

Se contempló ante el espejo.

—Has caído ante la trampa de vivir siendo el otro, idiota—se reprendió a sí mismo.

Joder, ¿cómo no lo vio venir? ¿Por qué él era el mayor? ¿Por qué siempre había llevado las riendas de todas sus relaciones?

Escuchó la puerta de su casa, sabía quien era, solo Lucas y Samuel tenían llave. Y realmente, en ese momento no tenía ganas de verlos a ninguno de los dos.

Sugardaddy: Londres (I)Where stories live. Discover now