Capítulo 33

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Los cuatro hombres estaban dentro de uno de los coches de Samuel, habían ido juntos al encuentro de los rusos.

Aunque parecía que todo estaba arreglado, la ansiedad que sentía John no se iba. Necesitaba ver bien a David, ahora era lo principal. Pero la condición que le había puesto Vólkov, que trabajara para él, era un peso que iba a tener que cargar toda su vida.

La patraña que Vólkov le había contado sobre cómo sus hombres habían actuado por libre era completamente inverosímil, ambos lo sabían.

Tragó con dificultad, desde el inicio supo que estaba pactando con el diablo, ahora había comenzado el pago real de su deuda.

Pero no iba a mirar más atrás, si aquello era lo que tenía que hacer, lo haría. Cualquier cosa con tal de ver a David bien.

Estaban en el lugar de encuentro, y los cuatro contuvieron la respiración cuando vieron aparecer una furgoneta y salir a cuatro hombres de ella.

Ellos mismo salieron del vehículo.

Uno era claramente David, otro Vólkov, el tipo que le había estado siguiendo por Edimburgo y un cuarto al que él no conocía que sujetaba a David.

John se adelantó para acercarse hasta ellos, no sin que antes Samuel apretara su hombro en señal de apoyo, y aunque no lo reconociera, se sintió bien con aquel gesto de confianza.

—Soy un hombre de palabra—dijo Vólkov con una sonrisa. John le maldeciría si pudiera, pero solo tenía ojos para su chico, comprobando que a pesar de todo parecía estar en buenas condiciones.—Siento las molestias.

Era claro que no las sentía, John solo asintió, abriendo los brazos para David, que corrió hacia él.

Tenerlo de nuevo con él, pegado a su cuerpo era bueno, era lo único capaz de calmar las tormentas que amenazaban con devorarlo.

Aspiró su olor, estaba en casa.

—Pronto tendrás noticias mías, Savidge.— Vólkov había perdido el tono falsamente amable. Aquello era casi una amenaza, sus días como trabajador de la mafia rusa habían comenzado.

El hombre se montó en el coche, y el tercero ruso en cuestión los miró a ambos, sonreía y miraba a David, que al parecer devolvía su mirada.

—Suerte, kotenok*.—Detrás de aquellas palabras había algo más, los miró a ambos, y David le sonrió amigablemente.

Los rusos por fin se fueron y los demás se acercaron a ellos.

John le miraba sin entender aquel gesto, pero David tan solo se encogió de hombros.

—Hay que tener amigos hasta en el infierno—contestó a la pregunta silenciosa.

John no lo dudó y besó a David.

—Siento haberte metido en este lío, perdóname—le suplicó.

—Estoy bien—aclaró David devolviéndole el beso—, estoy bien.

A David se lo arrancaron de los brazos, y vio como Samuel abrazaba a su hermanastro, los otros no lo sabían, pero aquel era el primer abrazo que ambos se daban.





Samuel por fin pudo respirar tranquilo, teniendo a David con ellos, sabiendo que estaba bien, lo arropó entre sus brazos.

Nunca había tenido un hermano, y esa noche había tenido la sensación de perderlo para siempre.

Sugardaddy: Londres (I)Where stories live. Discover now