Capítulo 3

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Como habían acordado dos días después Ethan y David llegaron al despacho de abogados, la secretaria los hizo pasar a una sala donde varios hombres estaban hablando.

Reconoció al instante a Samuel Hereford, su futuro daddy, y este se separó del resto para ir a saludarlo.

Acarició su hombro en signo de saludo y miró a su acompañante.

—Él es David, mi amigo— dijo sencillamente Ethan.

—Encantado, David—dijo estrechándole la mano.

—Igualmente—dijo este sonriendo como solo él sabía hacerlo, ambos no dejaron de mirarse, Ethan se sintió incómodo.

En ese momento otro hombre se acercó a ellos rompiendo la extraña situación, Ethan sabía que al lado de David él no tenía nada que hacer, ¿quizás Samuel preferiría realizar el contrato con él? Los motivos por los que accedía a ello eran económicos, pero su ego se resintió, nunca había tenido una gran autoestima.

—Os presento a mi amigo, Richard Taylor.—El hombre debía de tener la edad de Samuel, y si pensó que este se veía amenazador, este nuevo con aquel rostro apacible y unos hermosos ojos marrones tan claros que parecían ámbar, le resultaba aún más peligroso. Era extraño porque su expresión no lo demostraba, era algo difícil de explicar.

—Encantado de conoceros.—El recién llegado le sonrió, y pensó que ese hombre era un auténtico lobo camuflado. Que se quedara mirando fijo a David no le gustó, y a pesar de no ser mucho mayor que él, Ethan tuvo el instinto de protegerlo.

—¿Leemos el contrato, Ethan?—dijo Samuel rompiendo de nuevo el ambiente tenso entre ellos.

—Claro. —Y desde ese momento tuvo los ojos del moreno sobre sí, ese hombre tenía la curiosa cualidad de hacer que te olvidaras de cualquier cosa cuando ponía su foco en ti.

Ethan tomó los papeles entre las manos y comenzó a leerlo, salvando la jerga legal los puntos parecían ser claros incluso para él.

Samuel se comprometía a pagarle la Universidad hasta finalizarla, a pesar de que el tiempo que compartieran fuera de menor duración. Todo estaría en un fondo a su nombre y que solo se usaría para ese menester. Tendría una cuenta de gastos a parte todo el tiempo que estuvieran juntos.

El punto más importante para él: período de prueba de una semana; si finalmente extendía el contrato, la deuda de su padre sería pagada en los siguientes seis meses.

Seis meses, pensó Ethan, ese era el tiempo que duraría ese contrato. Podía hacerlo.

El siguiente punto eran los requerimientos de Samuel hacia él: cambio de domicilio y prestaciones sexuales consentidas y de mutuo acuerdo. Una detallada lista de prácticas que Ethan se ruborizó al leer, puesto que todos los presentes las leerían también, se contentó pensando que no había ninguna que no estuviera dispuesto a realizar.

Luego pasaron a las disposiciones legales sobre la cláusula de confidencialidad, en esta, Ethan, se comprometía a guardar silencio sobre todo lo que viviera durante su relación, así como datos que pudiera llegar a conocer sobre los negocios de Samuel, bajo pena de una sanción económica por el triple de la deuda de su padre.

Ethan miró a Samuel, realmente se tomaba todo aquello muy en serio, pero si era capaz de pagar por todo eso sin despeinarse, tendría motivos para no querer escándalos.

David lo leyó, y supuso que Richard ya lo habría hecho y solo estaba allí como acompañante.

Antes de firmar tomó varias respiraciones, miró al hombre con el que al menos compartiría una semana de su vida y finalmente firmó.

Sugardaddy: Londres (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora