Capítulo 35

7.1K 582 137
                                    


EDIMBURGO

John le había contado a David el acuerdo al que había llegado con Vladimir Vólkov y como tenía claro que esta había sido su intención desde el principio.

De nada había servido que hubiera cumplido en tiempo récord con la deuda que había adquirido.

David había escuchado atentamente, y al final le había brindado una de sus amplias sonrisas.

—Todo va a salir bien—le dijo, y John tuvo que sonreír. David era una luz en el horizonte, daba igual cual fuera el problema, él siempre tenía claro que se solucionaría. Y aunque él tuviera sus dudas, su positividad le aligeraba un poco la carga.

John se había mantenido firme en que David se quedara en Londres con Ethan y siguiera sus estudios.

Pero David, que siempre había hecho lo que le daba la gana, había cumplido a medias. Había terminado el curso en Londres y había pedido un traslado de universidad. Aquel nuevo curso lo iniciaría en Edimburgo, y por mucho que John debería quejarse, no lo hizo. Porque egoístamente estaba encantado de tener a su chico con él.

Ese verano estaba siendo prueba de como tener a David con él podía cambiarlo todo.

—Es verano, hace calor y tu jefe es un mafioso—rebatió David de morros cuando vio como John se enfundaba en su traje de chaqueta negro.—Hoy no deberías trabajar.

Llevaba un mes alojado en su apartamento, y saber que llegaría el domingo y David se quedaría con él, era maravilloso. También un dolor de cabeza los lunes por la mañana que le instaba a quedarse siempre con él.

—No puedo quedarme.—Le besó en el tierno puchero con el que quería chantajearle, cuando todo eso no servía, recurría al armamento pesado.

Estaba desnudo sobre su cama, el calor, decía. John trataba de anudarse la corbata pero estaba haciendo un trabajo pésimo.

David se levantó acercándose hasta él, y tomó los cabos de su corbata. La corbata no fue anudada, ambos lo sabían, las que sí hicieron un lindo lazo fueron sus lenguas. Y la corbata sirvió para atraer vilmente a John a la cama.

Quizás tampoco fuera tan importante que fuera ese día a trabajar, los clientes de Vladimir no solían ser extremadamente puntuales.

Un par de horas después de avisar que ese día cancelaba todas su citas, David recibió una llamada.

John había ido a comprar el desayuno tardío, y David estaba retozando perezosamente sobre la cama.

Pensó que era John, pero la fotografía del contacto le dejó claro que no.

—Hola Niko—saludó alegremente.

Kotenok*, no me llames Niko mi nombre es Nikolai—gruñó el otro al teléfono con su marcado acento ruso.

El guardaespaldas/matón/secuestrador del jefe de John había resultado ser un tipo agradable con el que David, que no conocía a nadie en Edimburgo, rápidamente conectó.

Nikolai Ivanov tenía pinta de matón, como todos los rusos esos, pero cuando en unas de esas supervisiones/vigilancia/ amenazas con los clientes que llevaban al despacho que le ofrecían a John, le pilló mirándole el culo a uno de ellos supo que además de matón era completamente gay. Y aquello le pareció hasta tierno.

El otro, el compañero que solo les llamaba despectivamente maricas ganándose las malas miradas de Niko, mostraba aún más en claro su inclinación sexual.

Esa tarde hablaron de culos, de mafia y de lo jodido que era tener novio siendo un matón.

—Niko suena mejor.—Le hizo rabiar a través del teléfono.

Sugardaddy: Londres (I)Where stories live. Discover now