Capítulo 32

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David estaba tumbado sobre una cama realmente cómoda, llevaba horas allí, y si no fuera porque estaba secuestrado se echaría un sueñecito, falta le hacía.

Estaba intentado llevar aquello con entereza, porque de otro modo iba a tener un ataque de ansiedad realmente importante y no iba a servirle de nada.

Se concentró en varias cosas, en que Hereford solo había uno al que realmente pudiera importarle aquello, y en que quizás en esta ocasión le aceptara la herencia que le había ofrecido en tantas ocasiones. ¿Qué mejor momento para aceptar la pasta que cuando unos rusos han pedido un rescate por ti a tu hermanastro?

David pensaba que nadie conocía aquella unión, pero se equivocó, era mejor no ser nadie, y para muestra, un botón.

Lo que peor llevaba era el recuerdo de la cara de John cuando los separaron, esa cara era la que veía cuando cerraba los ojos, como si ya estuviera muerto. Y ese pensamiento no ayuda, de verdad, no ayudaba.

La puerta se abrió, y un tipo con un pasamontañas negro llevaba una bandeja, olía a comida y su estómago rugió.

La dejó a los pies de la cama, debían estar en un sótano, porque no había ninguna ventana y olía un poco a humedad, pero los escasos muebles eran demasiados buenos para lo que el imaginaba tendría un secuestrador.

—Gracias, realmente huele bien.—Había visto en un reportaje que cuando te secuestran hablar con el secuestrador, intentar humanizar la relación, podía ayudar a la víctima. Desde luego, ser educado siempre ayudaba, cualquiera que fuera la circunstancia, pensó David.

Vio una pequeña sonrisa en los labios del hombre, al menos le parecía que no era un psicópata los psicópatas no sonreían así, ¿no?

El del pasamontañas se quedó mirándole mientras comía, y David trató algo.

—Oye, ¿sabes que yo tengo mi propio dinero? Vamos, lo digo porque a lo mejor tú y yo podemos llegar a un acuerdo y nos ahorramos todo esto.—

Siguió comiendo como si aquello fuera una conversación de lo más normal, pero no le quitó ojo al tipo y a su reacción.

—Come—dijo con aquel acento ruso tan marcado. Joder, los rusos ponían los pelos de punta, sobre todo los que llevaban pasamontañas.

—Yo solo lo digo, porque no es que no esté cómodo aquí y me queje de la atención, que está estupenda, pero mis seres queridos se estarán preocupando y es tontería, de verdad.

—Come, y calla.—El ruso sonreía, y eso era buena señal, eso tenía que ser buena señal.

Bueno, tampoco se iba a poner pesado, pero él había lanzado el anzuelo.

Podía estar encerrado, secuestrado, pero perder la calma y no hacerse dueño de la situación, no iba a ayudarle. Además tener a un de sus secuestradores de su lado, era bueno, eso siempre era bueno






Lucas estaba en el baño, se miraba frente a frente en el enorme espejo del baño de Beth, ¿qué estaba haciendo allí?

¿Qué demonios estaba haciendo allí?

El agua helada que de nuevo arrojó a su cara para despejarse, no lo consiguió.

En lo único que podía pensar era en Richard, una y otra vez, Richard besándole; Richard sobre él clavándose en su interior; Richard gimiendo de placer mientras le miraba; Richard dormido tranquilo sobre la cama que durante meses habían compartido; Richard sonriéndole con los ojos llenos de algo que ya no era capaz de alcanzar.

Sugardaddy: Londres (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora