Capítulo 14

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Lucas estaba revisando los datos de las acciones de un cliente cuando sonó su teléfono personal. Solo había marcado ese número una vez, pero se le había grabado a fuego.

Estuvo tentado de no responder a la llamada, de hecho no debería hacerlo, no tenía sentido ahondar en ningún tipo de relación con él. Pero como si su mano y su cerebro no estuvieran conectadas entre sí, descolgó la llamada.

—Dígame.

—Ven a mi casa esta noche.—La voz ronca de Richard se le metió hasta la médula, sí, definitivamente su cuerpo iba por un lado y su mente por otra.

—No sé quien eres, pero no vuelvas a llamarme—dijo con una voz que esperaba hubiera sido más segura de lo que a él le sonó.

La risa de Richard le llegó desde el otro lado de la línea.

—Lucas, ven a mi casa y no hagas planes para mañana, no voy a dejarte ir por un día completo—dijo volviendo a ponerse serio.

—Vete a la mierda.—Le ponía furioso, a unos niveles que nunca había experimentado, si hubiera sido cualquier otro el que le hubiera dicho eso, no hubiera ni gastado saliva.

Pero no, ese hombre no solo le excitaba más que nadie que hubiera conocido nunca, también sacaba lo peor de él.

—Sigue así y no vas a poder sentarte por días, Lucas. —Siempre retándolo, Lucas bufó como un chiquillo, hacía años que no hacía un berrinche y allí estaba, en su oficina, rodando lo ojos, acalorado y empalmado.

Finalmente tuvo la entereza de colgarle, no iba a ir, no podía ir, no debía ir. Pero una pequeña sección de su cerebro pensaba en cómo acomodar su agenda del día siguiente.







Richard estaba mirando la pantalla de su teléfono móvil, le había colgado. Era una posibilidad, después de todo, pero a pesar de ello, no podía dejar de sonreír.

Hacía más de una semana que lo había visto marchar de su casa, con su digno porte y su culo de aristócrata que le volvía loco. Porque siendo sinceros, ese chico le volvía loco.

Richard tenía una fijación por los hombres sumisos, y Lucas, lo era, realmente lo era. Pero ese lado suyo que lo retaba, que se resistía le resultaba adictivo. Su belleza casi imposible y su exquisito cuerpo eran el pack completo para que no pudiera dejar de pensar en él.

Había estado investigando sobre su familia, una que había caído en decadencia, pero mientras más información recababa, más aumentaba la necesidad de volver a tenerlo.

En los ámbitos de la bolsa londinense, el joven Mountbatten estaba empezando a tener su sitio, uno que nada tenía que ver con su sangre y sus títulos. Sintió un pequeño orgullo al imaginar como Lucas había luchado por ello, lo imaginaba perfectamente.

Por eso, sabía que ese compromiso era una imposición y no solo porque el rubio era gay, completamente gay, sino porque no encajaba en el modo de actuar que había encontrado.

Al parecer, había huido de ayudas y favores que su apellido hubieran podido ofrecerle, un futuro labrado por sí mismo.

Pero ese no era su problema, no quería una relación amorosa con nadie, si quería casarse, estupendo, no sería su primer amante casado. Su problema era que lo quería en su cama, quería ver sus ojos azul hielo derretidos y pidiendo más, quería verlo perder la compostura. Y parecía el tipo de persona, que a pesar de tener una debilidad —Richard había llegado a la conclusión que podía considerarse una—era un saltador de obstáculos ágil y entrenado.

Sugardaddy: Londres (I)Where stories live. Discover now