Capítulo 1.

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Lacrontte. Era 7- Estado temporal 4.

Mi madre se encuentra en el salón dispuesto para ella, siempre tan sonriente y educada. Las doncellas pululan a su alrededor muy atentas y obedientes.

La pulcritud del sitio me hace pensar en el color blanco, aún cuando sus paredes están bañadas de un tono azul muy llamativo.

Madre usa un vestido rojo que contrasta con los muros y con sus ojos miel. Su cabello es igual que el mío, nos parecemos mucho o eso dicen, pero sé que en fondo soy igual a mi padre.

- Acércate mi niño. - Me dice y lo hago.

No sé cuanto tiempo he permanecido de pie en la puerta, pues no me gusta irrumpir en el lugar sin tener autorización. Me han educado para pensar de esa manera y cualquiera que haga algo diferente será tachado de inculto bajo mis ojos.

- Pronto será tu cumpleaños ¿hay algo que quieras en especial? - Pregunta con una sonrisa cariñosa.

- Lo pensaré bien y luego se lo haré saber. - Contesto, mientras me acaricia el cabello. - Quería pedir su autorización para salir del palacio.

- ¿A dónde irás? - Espeta curiosa.

- Me temo madre que eso es un secreto.

- ¿Le guardas secretos a mamá?

- Los hombres tenemos cosas que ocultar.

- ¿Un hombre de 11 años? Creo que aún eres un niño, querido.

- Le aseguro que soy un hombre.

- Si supieses las responsabilidades que acarrea ser un hombre, no querrías serlo.

- Debería acostumbrarse, madre.

- Aún cuando tengas 40 años yo te seguiré viendo como mi niño.

- Pues su niño se retira. Nos vemos más tarde.

- No sin un beso, hombrecito.

A mi madre le gustan mucho las demostraciones de afecto, pero a mi me incomoda hacerlo frente a sus doncellas. Así que me acerco y le doy un beso en la mejilla con rapidez, para no hacer a un lado sus deseos de cariño.

Salgo del salón de mujeres y corro hasta mi habitación para empacar lo necesario.
He planeado este día desde hace mucho tiempo y nada puede salir mal o estaré en grandes problemas.

- No corra, alteza. - Dice Francis cuando me intercepta en el corredor.

Él siempre ha sido la mano derecha de mi padre, pero el señor Prusthens es unos años mayor. Le estimo un poco, aunque a veces suele ser algo rígido y todo el tiempo esta reprendiendo mis acciones.

Al llegar a mis aposentos, cierro la puerta y tomo una pequeña valija de cuero, en donde guardo algunos juguetes, ropa y un anillo de oro.

A mi padre le gusta usar muchos anillos a la vez y me ha regalado un montón, así que es hora de obsequiar alguno también.

El carruaje esta listo cuando bajo a la primera planta y me encamino a casa de Keriel, mi mejor amigo y cómplice de fechorías.

Una vez estoy frente a su casa y su madre sale al umbral, los guardias se disipan mientras yo corro hasta el patio de juegos de su vivienda.
Keriel sonríe al verme, pero sabe que no duraré mucho antes escaparme.

Las mesas y sillas ya están apiladas contra la pared del fondo para servirme como escalera. Lo primero que hago es lanzar el maletín al otro lado del muro y luego soy yo el que me trepo.

El corazón del Rey. [Rey 3]Where stories live. Discover now