Capítulo 28.

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Ayer asistí a una reunión en Mishnock y fue desolador no ver a Emily en la sala.
Supe que Denavritz la encerró en su habitación como una especie de castigo que yo ayude a crear y no pude odiarme más por ello.

Salimos al patio del palacio a petición de Lerentia, quien quería una reunión más informal después de lo que ella considera una victoria, al verme devolver a Emily como si de mercancía en mal estado se tratara, y mientras caminábamos por ese lugar pude observar la figura de Emily a través de la ventana de su habitación.

Su rostro estaba bañado en lágrimas y su expresión era de derrota absoluta. Lucía apagada, desanimada.
No podía concebir el hecho de que yo le haya causado tal desdicha.

Al instante sentí un apretón en el pecho, pues me di cuenta que al lastimarla me lastimaba yo mismo, y fue entonces cuando supe que tenía que hacer algo para remediar mi error.

Por tal razón le pedí a Atelmoff que buscara una manera de reunirme con ella y así intentar explicarle mi situación, pero cuando llegó la noche y me escabullí hasta su habitación, ella no me permitió hablar.

Estaba tan enojada que me vi obligado a cubrir su boca con mi palma para ahogar sus gritos de histeria. Así que dado el fallo de mi plan, tuve que resignarme e irme, dejando en su alcoba una de mis capas.

"No sé si esto pueda perdonártelo" fue lo último que me dijo, y se sintió como mil espadas atravesar mi fragmentada alma.

Me odio, sin duda me odio por haberle hecho tanto daño. Sin embargo, no me rindo, pues Emily Malhore es una de las pocas personas en la vida por las que vale la pena luchar. Así que haciendo uso de mi última carta, les he invitado esta mañana a mi palacio para poner en marcha una nueva estrategia.

Después de volver de Mishnock fue hasta casa de Valentine y le informé que la reuniría con Emily. No necesitaba su permito pero si su compromiso, pues sé que ella se sentirá feliz al ver a su amiga y eso sin duda ayudará a que me perdone.

Tenía todo calculado, pero no contaba con la visita de mi abuela, quien me hizo perder el tiempo que pretendía usar para agregarle más detalles a la sorpresa en paseos por el patio del palacio y como si fuese poco, tuve que usar una camisa blanca solo para complacerla. Sin contar el hecho de tener que soportar las interacciones afectuosas entre ella y Francis. Completamente asqueroso.

Así que aquí estoy, en medio de la sala principal, en una prenda blanca esperando la llegada de mi Emilia. La misma que ahora me odia.

Y cuando pensé que no podía estar más ansioso, los veo entrar al cubículo con discreción. Emily viste uno de sus característicos vestidos en color salmón con aquellos brillantes que tanto me llaman la atención.

Ella me mira con disimulo y extrañez al notar esta estúpida camisa clara que muy seguramente me hace ver ridículo.

- Bienvenidos. - Vocifero en un intento por parecer amable.

- Que apuesto te ves en esa prenda. - Comenta la reina Denavritz mirando mi atuendo.

Me limito a asentir ante sus palabras, pues no era ella quien quería que hablara.

- Pasemos al comedor. - Exclamo al ver como Emily decide mirar a Francis en vez de a mi.

Ella luce confundida ante mi petición y por un momento duda en caminar hasta el lugar indicando, sin embargo, termina por hacerlo.

- ¿Puedo hablar contigo, Emily? - Cuestiono cuando pasa por mi lado.

La esperanza es palpable en mi voz. Necesito hablar con ella, una oportunidad para que me escuche, para que entienda que a pesar de lo indolente de mi acto, estoy muriendo por haberla lastimado.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora