Capítulo 4.

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No sé quien ha llorado más, si mi abuela o yo. Mi día parece una pesadilla mientras ambos somos consumidos por la tristeza.

Extraño a mamá y su rutina diaria de despertarme en las mañanas y también los extrañe anoche al dormir, pues no estuvieron para desarme un feliz descanso como solían hacerlo.

Cuando el alba iniciaba, los guardias me trajeron al palacio, pude salir de ese confinado lugar que me hacia sentir destrozado. Abuela me obligo a desayunar cuando llegue a sus brazos y aunque intentaba aparentar fortaleza frente a mi, reconocí de inmediato el dolor en sus ojos.

La primera persona que vino a verme fue Gretta, trajo tartaleta de durazno para mi y me abrazo por aproximadamente 1 hora. No eran los brazos de mamá pero aún así pude sentir calidez.

Me permití llorar en su regazo, en completa soledad a su lado. Ella permaneció callada, tocando con suavidad mi espalda mientras yo me ahogaba en el dolor que me mantenía prisionero.

Cada vez que me calmaba volvía a llorar y en un par de ocasiones pude ver como ella también lo hacía. Es reconfortante saber que la tengo, aún cuando siento que no tengo nada.

Tengo su obsequio guardado en uno de los cajones de la habitación que abuela preparo para mi. Es amplia pero vacía, siento que ya nada podrá llenar mi vida, que nunca pasará el dolor, que siempre estaré sufriendo a causa de su ausencia y del remordimiento al sentirme culpable de su muerte.

Cuando Gretta se marcha, vuelvo a sentirme extraño, solo y agrietado. Mi corazón se hunde en mi pecho mientras intento sobrevivir al día más gris de mi vida.

Por su parte, la mañana pasa lenta. Mi abuela no habla demasiado ya que esta sumida en el dolor. Intenta mantener una buena cara para mi pero he de revelar que se quiebra muy a menudo.

- Querido, sé que no es el momento. - Dice acercándose a mi. - Pero Francis me ha dicho que te necesita.

- ¿Por qué no me has enseñado el periódico? - Replico ante la actitud que ha tenido todo el día.

Cuando fui a su habitación la sorprendí leyendo el noticiario, pero cuando notó mi presencia lo escondió rápidamente para que yo no pudiera verlo.

- No hay nada que debas ver allí. - Responde acariciando mi mejilla.

- Tarde o temprano lo descubriré.

- Entonces que sea más tarde que temprano.

Salgo de la sala ante su resistencia por brindar información y busco a Francis en las habitaciones próximas.

Encuentro su figura en el corredor principal, el cual da paso al umbral. Su rostro esta ensombrecido igual que el de todos, pero aún así intenta mantener la compostura.

- Joven Magnus, tenemos una reunión con el consejo de guerra.

- ¿Se precisa mi presencia? - Pregunto ante mi desánimo.

- Aunque es difícil de asimilar, es usted el único Lacrontte en la línea de sucesión al trono así que deberá asistir.

- No me siento preparado para ser rey.

- Aún no lo será. - Explica para calmar mis nervios. - Usted no tomará ninguna decisión, pero es necesario que este presente como represéntate de la familia real. Confíe, yo seré su consejero.

Camino de la mano de Francis hasta el recinto, mi pecho duele y mi estómago se siente vacío.
A falta de guardias abrimos la puerta y nos adentramos en el salón que mi abuela a dispuesto para la reunión.

- Alteza. Francis. - Saluda el duque Murray Somerset. - Que alegría que estén aquí.

- No podemos perder mucho tiempo, necesitamos prepararnos para lo que viene. - Informa el señor Prusthens.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora