Capítulo 3. Presente.

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Magnus.

Me levanté esta mañana sintiéndome tan extraño como lo he hecho todos los días que no estoy con Emily. Su presencia me hace falta más de lo que creí, pues me encuentro asombrado con la absoluta realidad, y es que mi vida es mejor con ella.

Ayer derrame todas las lagrimas que reprimí todos estos años y no podía creer que estaba abriendo mi alma a otra mujer, dejándole ver todas mis heridas, mis miedos, mi dolor.

La miraba y sabía que luchaba conmigo mismo, que luchaba por no amarla y luchaba por no perderla. Pero lo que más me aterraba era el hecho de luchar por merecerla, pues aunque era el rey más poderoso sabía en el fondo que yo era indigno de su amor.

Estoy acostumbrado a infligirle dolor a las personas y disfrutar de su sufrimiento, pero con Emily... Por Dios, jamás podría. Odio verla sufrir, llorar, detesto ver que algo le hace daño.

He planeado miles de estrategias de guerra y ninguna se compara con lo mucho que me he esforzado por idear algo por hacerla feliz.

Es que su sonrisa y sus ojos cafés, inocentes y brillantes. Su pequeño cuerpo coqueto, su voz dulce, sus gestos, su capricho y determinación me llenan completamente.

Ella es tan desesperante, ordenándome como si yo fuera un niño pequeño, algo que sin duda odio. Así que no sería tan malo dejarla ir, es decir, ya no intentaría controlarme o reprocharía mis decisiones. Volvería ser tan libre como antes y es algo que amo. Amo ser libre para hacer lo que quiero.

Pero entonces si la dejo ir, ella conocerá a alguien más. Ese alguien la hará sonreír, la hará feliz y ella se olvidará de mi.
No me pensará nunca más y comenzará a amar a ese hombre, le dirá que lo quiere y se entregará a él.

No podría, no podría permitir que algo así sucediera. Lo buscaría y lo torturaría por tocar lo que es mío. Porque ella me lo ha dicho, ha dicho que es mi Emilia y ella no miente o ¿si?

¿Me mintió? ¿No es mía? Estoy tan confundido y furioso, porque la extraño pero ella no quiere verme. Me pidió tiempo, pero yo le pedí espacio primero.

Y ¿si me deja? Jamás volvería a verla. ¿Qué haría sin ella? Volvería a estar vacío y vivir mi vida por inercia. No podría escuchar su voz o sentir su piel, ya no podría besarla, no volvería a acariciarme porque ella aricaría a alguien más.

El pensamiento me mata, me desgarra. Ella no puede estar con nadie que no sea yo. Debe estar conmigo y solo conmigo, porque soy suyo de la misma manera en que ella es mía.

Desecho las tormentosas ideas mientras salgo de mi habitación. Le pedí ayer a Francis que preparará las celdas a evacuar, asesinando a todo aquel que ocupe espacio, pues los rebeldes detenidos por el atentado pasado deben pagar. Sin embargo, le he ordenado que no toque a una persona de la cual yo quiero encargarme personalmente.

- ¿Ya esta todo preparado? - Le pregunto.

- Si, señor. Esta esperando por usted.

Camino hasta el calabozo del palacio, avanzando despacio pero decidido. Esto es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo y con lo cual me he abstenido debido a Emily, pero ya que no está aquí puedo hacerlo libremente.

Paso por los corredores de la prisión, viendo las recientes celdas desocupadas ser limpiadas y al mismo tiempo ganándome miradas de odio y temor por parte de aquellos que aún están encerrados.

El guardia abre la reja para permitir la salida del prisionero hasta el centro del campo de batalla, donde regularmente juego con ellos y hoy no será la excepción.

El corazón del Rey. [Rey 3]Where stories live. Discover now