Capítulo 20.

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La mañana siguiente de aceptar los acuerdos, Francis me hizo ver que si pretendía cortejar a la joven Malhore debía mostrar interés aún cuando no estábamos juntos por lo que me aconsejó enviarle una carta.

Por un momento dudé en hacer esa estupidez pues me parecía algo demasiado devoto, pero al final decidí aceptar debido a las ocasiones en las que he visto a Francis enviar ese tipo de cosas, y si lo sigue haciendo es porque le ha funcionado. Así que tomé papel y tinta y escribí una pequeña nota que hiciera enojar a Denavritz pues estoy completamente seguro que será él quien la leerá primero.

Aparte de eso mi consejero me recomendó dejar de llamarla "señorita Malhore" y comenzar a tratarla de manera más informal, apropiándome de su nombre, cosa a la que me negué pues "Emily" me parece soso y sin gracia, así que lo cambiaré a uno que en verdad me guste.

Hace dos días viajé a Mishnock para anunciar al pueblo los acuerdos de paz, cosa a la cual no le preste ni la más mínima atención pues sé bien que esto no durará demasiado, y mientras estábamos en el balcón del palacio de los Denavritz hubo una serie de disparos de cañones que finalizaron el discurso, los cuales tomaron por sorpresa a la señorita Malhore.

No sabía que era una mujer tan temerosa, pero cuando estos sonaron, prácticamente brinco sobre mi y me abrazo a causa del temor.

No puedo explicar como me sentí en ese momento, es decir, nadie me había tocado el torso desde el ataque de Aldous y a pesar que lo hizo sobre la ropa, no puedo negar que fue algo extraño. ¿Habrá sentido mis cicatrices?

Su mano cálida se poso sobre mi. Es pequeña y delicada. Sentí su aroma cuando acerco su cuerpo al mío y la calidez de su piel a mi alrededor.

Cuando se dio cuenta de su acto quiso alejarse, cosa que no le permití. La tome por la espalda, obligándola a aferrarse a mi cuerpo y en ese momento noté que nunca había sentido a alguien tan menuda y frágil contra mi.

Lo hice para fastidiar a Denavritz y crear revuelo en Mishnock pues todos los habitantes de la capital estaban frente a nosotros. Y lo logré, claro que logré mi objetivo.

Los flashes de las cámaras se dispararon en nuestra dirección casi de inmediato y la cara de indignación de los nuevos esposos fue indescriptible. Fue un buen inicio para mi plan, pues sentí el estremecimiento del cuerpo de Emilia contra el mío, lo que me hizo ver que no le soy indiferente.

Ella caerá en mi manos más rápido de lo que creí y sus reacciones inquietas son la prueba de ello, pero lamentablemente ese no fue lo único que sentí en ese momento.

Las diminutas manos de Emily, su espalda arqueada, su cabello suave y su rostro pegado a mi pecho, me dieron la sensación de que necesitaba ser protegida y antes de que pudiera evitar perderme en pensamientos tontos, ya estaba pensando en como podría hacerlo.

Aleje los pensamientos rápidamente, pues sé que ella no me atrae, simplemente es lo que su fragilidad trasmite y estoy muy seguro que cualquier persona podría pensar lo mismo si la tuviera cerca.

Al ingresar devuelta al palacio, Emily me interceptó para preguntar si hacía los acuerdos de paz con el corazón. ¿Quién hace ese tipo de preguntas tan lastimeras? ¿Quién involucra el corazón en un interrogante sobre la guerra? Claro, solo la señorita Malhore.

Le dije absolutamente la verdad. No soy un hombre mentiroso y no tenia la intención de comenzar a serlo ahora.
Mi único objetivo es estar lo más cerca posible de mi enemigo para conocer de primera mano sus movimientos y manipular a las personas de su circulo a mi antojo.

Admito que me gusta molestar a la señorita Malhore pues enojada no se luce tan mal, además su aroma me resulta agradable, pero todo llega hasta ahí. Es muy sencillo hacerla perder la paciencia y el lidiar con su altanería ha comenzado a ser absolutamente divertido.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora