Capítulo 17.

304K 35.2K 91.9K
                                    

Días después.

Mis heridas siguen su curso de sanación y el medico del palacio las monitorea constantemente.

Me he negado a recibir visitas aún cuando abuela, Gregorie e incluso Vanir han tocado la puerta varias veces. A la única persona que le permito el ingreso es a Francis.

Me niego a verme en el espejo, pues solo tocar las cicatrices me sucumbe un dolor mental imposible de acarrear.
Veo las marcas en mi pecho y me lleno de cólera. Odio verme de esta manera y odio todas estas heridas cicatriciales.

Al menos no son queloides, dice el medico. Y ¿qué si lo fueran? Es lo mismo. Estoy marcado como ganado por Aldous Sigourney y gracias a ello empiezo a tener rechazo de esta parte de mi cuerpo.

No permitiré que nadie me vea así jamás, nadie me tocará o hará algún tipo de comentario sobre las heridas. Son como un yugo que me une a la derrota, que me recuerdan lo insignificante que fui frente a un atizador. Me hacen pensar en la debilidad y no quiero que alguien crea que soy débil.

Después de tomar una ducha con gran esfuerzo debido a lo doloroso que es al menos rozar esta zona, Francis llega con el medico para la curación matutina y luego que este limpia la piel, coloca las pomadas y venda mi torso quedo a solas con mi fiel compañero.

- No sé si quieras saberlo pero Vanir a venido esta mañana. - Avisa en un intento de que la reciba.

- ¿Para qué? Sabe bien que no deseo ver a nadie.

- Bueno, ella hace el esfuerzo todos los días para ver si en algún momento cedes a recibirla. - Explica con ojos comprensivos. - Pero también aprovecha las visitas para ver al sastre y el joyero. Ya el vestido de novia y el de la coronación están confeccionados, incluyendo algunas tiaras.

- No me interesa, Francis. - Espeto totalmente desanimado. - Deja que haga lo que quiera pero que no se acerque a mi por ahora.

- Creo que estas siendo injusto.

- ¿Injusto? - Cuestiono molesto. - Solo no quiero verla.

- Entiendo que quieras aislarte, pero ya han pasado días y creo que al menos deberías darle la oportunidad de acercarse. Es tu prometida y es obvio que querrá estar a tu lado.

- ¿Desde cuando apruebas mi compromiso?

- No lo apruebo, pero eso a ti no es que te importe mucho. - Dice, encogiéndose de hombros. - Ella ya se fue, sin embargo deberías permitirle el ingreso mañana.

Supongo que tiene razón. Vanir a estado para mi cada vez que la he necesitado y si ahora ella quiete cuidarme o al menos verme no puedo negárselo. Supongo que en el fondo si estoy siendo algo injusto.

- Y ¿qué si voy hoy?. - Propongo cambiando de actitud. - Es decir, voy a su casa. Sería una gran sorpresa.

- Estas actuando impulsivamente. Espera el alba y toma este tiempo para pensar que le dirás para justificar tu apática actitud.

- No tengo nada que pensar. Solo le diré que ahora si quiero verla.

- Una mujer espera una buena disculpa. No una movida impulsada por la emoción de un momento. - Explica. - Eso suena muy mal, Magnus.

- Pues es lo que haré. Es justo lo que haré. - Digo animado, levantándome de la cama.

Camino hacia el vestidor con la emoción desbordándose en cada uno de mis movimientos.
Me visto con dificultad ante la mirada desconfiada de Francis, quien aún no se marcha de la habitación.

- Creo que primero deberías informarle. A nadie le gustan las sorpresas.

- No podrás detenerme. - Alego atando mis zapatos. - Nos vemos para cenar... O tal vez no.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora