Capítulo 19.

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Dos meses después.

Mis heridas han sanado completamente en este tiempo, dejando unas cicatrices palpables en mi piel. Odio sentir la textura de las marcas en mi torso y odio aún más ver mi figura estropeada con estas.

Días después del fallido intento por acordar negociaciones de paz, un grupo numeroso de Mishnianos se reunió en la frontera con el claro deseo de ingresar a la nación. Familias enteras venían con pocos enceres y niños asustados a pedir refugio en mi nación.
Definitivamente Denavritz debe ser tan pésimo rey como para que sus pobladores busquen un nuevo inicio en la nación enemiga.

Dada mi ocasional buena voluntad les permití el paso, ofreciéndole un terreno para que se asentaran junto a sus familiares.
Rápidamente Francis vio la necesidad de construir viviendas dignas para ellos, así que comencé un plan gubernamental para que todos tuvieran un techo sobre sus cabezas. Pero luego de eso, ellos deberán costear su supervivencia en mi nación pues no pretendo regalarles todo lo que requieran.

Envié a Francis a atender todos esos por menores, pues no estoy dispuesto a mezclarme con los Mishnianos y tampoco deseo recibir todas sus muestras de agradecimiento en donde el afecto y el contacto físico sean los protagonistas.

Por otra parte y después de rogar por acuerdos de paz, Mishnock tuvo la osadía de perpetuar un ataque en mi nación.
Respaldado por el ejercito de Cristeners, sus soldados intentaron invadir la frontera en vano, pues no hay lugar más custodiado en Lacrontte que la zona que colinda con el reino de Denavritz.

Fácilmente mi ejercito logró controlar la situación, defender las tierras y prohibir el paso de sus tropas hasta nuestro territorio, cosa que dejo a la mitad de su ejercito sin vida. Mi fuerza aérea se desplegó sobre ellos, combatiendo y derrotándolos con sencillez.

El movimiento de fallido de Mishnock, nos sirvió para crear una explosión falsa en una de las bases militares de Lacrontte y así fingir la muerte de muchos de los espías que han enviado a la guerra y que ya no necesitábamos debido a su lejanía con la monarquía.

Los noticiarios de Lacrontte se llenaron con la noticia de los multitudinarios funerales de todos aquellos hombres caídos. Muertes que se habrían podido evitar si el rey Denavritz pensará al menos un poco las consecuencias de sus impulsivos actos.

Supongo que el pueblo ejercicio tanta presión en su soberano ante el gran número de bajas que este ha enviado una carta solicitando una nueva reunión para consolidar las negociaciones de paz en las que me negué a participar hace unos meses.

Hablé al respecto con Francis quien me hizo ver que aceptar los acuerdos, me permitiría estar cerca de Denavritz y por ende de sus movimientos, razón por la cual podría tener acceso a su palacio y a información que fue confidencial incluso para mis espías. Pero, ¿cómo podré conseguir esa información?

Tengo dos opciones infalibles y en ambas hay dos mujeres involucradas. La primera es la siempre manipulable Lerentia, a quien con un par de falsos acercamientos podría exprimirle hasta la última silaba y por supuesto, la señorita Malhore, a la cual estoy dispuesto acechar, pretender y envolver a mi antojo para sacarle todo aquello que sepa de su amado carcelero, pues no tengo dudas de que él le confíe cosas que ni siquiera Lerentia sabe.

Por ello les he pedido que vengan a Lacrontte, pues no pienso arriesgarme a ir a su nación y caer en una emboscada. Así que mientras espero la insoportable visita en mi oficina, reviso el sobre verde que ha enviado Gregorie esta mañana.

Abro con cuidado el papel y me sorprendo al descubrir una invitación de matrimonio. ¡Elisenda y Gregorie van a casarse!
De nada le valió decir que todavía no era algo formal cuando tan solo meses después van a contraer nupcias.

El corazón del Rey. [Rey 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora