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Ya ha pasado una semana desde el incidente del parque. Al parecer todas mis "libertades" anteriores han sido quitadas. Ya no salgo de este cuarto y solo me desatan las manos cuando voy a comer. Si es que recuerdan darme de comer.

Y yo tampoco coopero mucho. Simplemente no puedo comer, mi organismo no puede. El simple olor de la comida me hace querer vomitar. Es culpa de las imágenes en mi cabeza, lo sé. El sonido de Maia al caer, el sentimiento de la pistola en mi mano. Todos se repiten una y otra vez como una jodida película interminable, que siempre comienza con los recuerdos nuestros. Pero, creo que estoy mejor así, sola, sin nadie que me recuerde lo que he hecho, lo que soy. Aquí adentro, es como si todo siguiera igual.

Siento como cada vez pierdo más fuerzas y energía. La camiseta que antes era dos tallas más grande ahora es probablemente cinco. Se me cae por los huesudos hombros. Y ni hablar de mis muñecas. Sangran todo el jodido día por las cadenas. Ayer se me ocurrió la brillante idea de tratar de zafarme y claramente, no lo logre. Solo lo empeore todo, ya que recibí un buen puñetazo de Doce en mi ojo izquierdo, y aunque no me puedo ver, se que está morado. Seguramente luzco terrible. Y en cierto modo me lo merezco.

Merezco morir lentamente, sufrir cada segundo, rogar por morir, eso es lo que merezco.

La puerta se abre de par en par y la respiración se me corta. Joder.

—Por alguna razón sigues insistiendo en tu maldito juego de no comer. Arruinas mis planes, te necesito con energía. Saludable. Necesitas fuerza para lo que viene después, y aún te necesito con vida.— Dice sonriendo.

Hago mi mejor esfuerzo para no levantar la vista. Estoy mejor así. Algo en sus ojos me molesta.

—Doce, tráeme el suero por favor.— Mientras Doce reacciona, Tres me desata las manos. Su cara cambia totalmente al ver mis muñecas. —Esto está mal. Recuerdame limpiarte después.— Estoy bastante confundida. El tono de su voz ahora suena tranquilo, no alterado ni enojado como siempre está. Nunca lo había escuchado hablar así.

Doce entra con una bolsa de suero dentro de una bolsa y Tres lo toma. Me coloca una liga en el brazo y con cuidado introduce la aguja en el. Parece tener bastante experiencia. Mis ojos reaccionan por mi y buscan en sus tatuados brazos cualquier signo de que lo hace. Y lo encuentro.

Su brazo izquierdo tiene la cicatriz de que ha sido agujereado bastantes veces, incluso cuenta con un morete. El pareció notarlo porque retira la liga y se aleja al momento en que lo noto.  

—Doce se irá por unos días, entonces solo seremos tu y yo, princesa.— Su tono arrogante no está presente ahora, solo suena tranquilo.

Doce sale de la habitación junto con Tres y me quedo observando mi brazo con la aguja dentro. Quiero decir que duele pero en realidad no.

Tres entra de nuevo, pero esta vez solo. No dice nada. Simplemente me quita todas las cadenas y se va. Me quedo en mi lugar unos momentos, esperando algo, o a alguien, pero no pasa nada.

Es mi primera vez en una semana que me pongo de pie, así que me tomo unos minutos para hacerlo correctamente, me tambaleo un poco pero lo logro. Mis piernas tiemblan y amenazan con caer y chocar contra el piso, pero logro mantenerme de pie. Noto como los pantalones se me deslizan, así que los ató más fuertemente a mi cintura y contemplo que debería de hacer. Sostengo el suero en mi mano y camino lentamente hacía afuera. El pasillo está iluminado por luz natural y mi cabeza duele, no sabía que era de día. Es muy brillante, había estado en la oscuridad todo este tiempo.

Escucho unas voces a lo lejos. —Regresaré con todo, lo prometo.— Habla Doce. Tres no dice nada, solo escucho la puerta cerrarse y me quedo inmóvil.

Money Heist | (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora