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Ya han pasado dos semanas desde que regresé a casa. El tubo por fin se ha ido, para bien espero. He podido comer más y realmente empiezo a disfrutarla. Mis padres piensan que estoy lista para regresar a la escuela, ¿puedes creerlo? Después de todo, quieren que regrese a estudiar. Piensan que ya tuve mucho tiempo para descansar. Cómo si mi mente alguna vez llegara a descansar.

Y así fue. Hoy vuelvo a la escuela. Me despierto temprano para ponerme el uniforme y regresar a mi usual rutina de mañana. Me agarro el cabello en una coleta alta, ya que parece ser que nunca tengo fuerzas para arreglarme el cabello, y me maquillo un poco. Trato de ocultar el hecho de que fui secuestrada por 4 meses y aún sigo de luto por mi mejor amiga y mi novio.

Llego a la escuela y respiro hondo antes de salir del auto. Al entrar, absolutamente todas las miradas se dirigen a mi. Se escuchan murmullos y criticas. Camino por el pasillo hasta llegar a mi casillero.

—Avrey, estamos muy felices de que hayas vuelto. Queremos decirte que aquí estamos para cualquier cosa que necesites.— Kiara, una chica que solía estar conmigo en el equipo de las porristas. Supongo que al irme ella quedó de capitana.

—Gracias Kiara.— Digo sonriendole. Ella y sus tres amigas la siguen de vuelta a su salón y yo camino al mío. Las miradas nunca se detienen.

Y menos cuando entro al salón de clases y los lugares de Maia y Nate están vacios. Esta bien. Tu puedes. Me siento en mi usual lugar y miro de reojo la silla vacía de Maia. No pense que sería tan dificil.

Un chico se acerca a mi y con cuidado habla. —¿Puedo sentarme?— Dice señalando el lugar de Maia. Lo miro por unos segundos. No. Quiero decir. Se ve con buenas intenciones.

—Claro, si.— Digo indicándole que está bien. Él abre la silla y se sienta en ella.

—Lo lamento por... todo lo que paso.— Dice. Parece como si no encontrara las palabras correctas.

—Esta bien. Gracias.— Digo dandole la mejor sonrisa que puedo. Esto de estar fingiendo sonrisas me empieza a cansar.

—No tienes que sonreír si no sientes que quieres hacerlo. No deberías fingir, menos después de lo que has pasado.— Lo miro. De repente este chico me cae mejor. El usual nudo en mi garganta amenaza con salir pero me tranquilizo.

—Perdóname si no me presente. Soy Avrey.— Digo extendiéndole la mano.

Él me sonríe de verdad. —Lo se. Soy Jaden.– Me agita la mano.

La clase comienza y dirigo mi vista al frente.
—Buenos días a todos. Me gustaría darle una cálida y abierta bienvenida a Avrey que por fin esta de vuelta. Avrey, bienvenida.— Dice el profesor. Todos me dan la bienvenida y yo les doy las gracias. —Entiendo que tal vez no entiendas nada de lo que estamos hablando. Me gustaría darte asesorías personales, si eso te parece bien, para retomar todo lo que has perdido en estos 4 meses. Y estoy seguro que tu compañero Jaden estará encantado de compartirte sus notas.— Jaden asiente y yo le doy las gracias.

La clase comienza, y en efecto, no entiendo nada. Y lo mismo pasa en todas las clases durante el día.

A la hora del almuerzo, la mesa dónde usualmente me sentaba está vacía. La evito por completo y me siento sola en una mesa del fondo. Veo a Jaden acercarse a mi. Se sienta a mi lado.

—Cuatro meses, ¿eh? Vas a tener que recuperar muchos temas.— Dice tratando de hacer conversación.

—Si, lo sé. No hay manera de que lo pueda recuperar. No hay espacio en mi mente para cuatro meses perdidos de escuela.— Digo casi riendo.

El me mira serio. —¿Tan mal estuvo?— Yo se que lo dice en juego, por lo que no me parece grosero.

—Ni te imaginas.— Digo recordando.

Nos quedamos en silencio. —Bueno, cualquier cosa en la que necesites ayuda, no dudes en consultarme.— Dice con una sonrisa cálida. Yo asiento con la cabeza y él se va.

Decido no entrar a las últimas clases. Mejor camino por la escuela. Hace tanto tiempo que no venía que podría decir que extrañaba estar aquí. Dónde todo era normal.

Camino hacía las canchas de fútbol y el corazón se me llena al ver el hermoso altar de flores que han puesto en honor a Nate. Imágenes suyas, cartas, globos, dibujos y demás llenan el altar. Me inco para verlo más de cerca y tomo su fotografía en mis manos.

Sin darme cuenta ya estoy llorando. Pero lo dejo pasar, me llena de alegría ver que es recordado como debería serlo.

—Era tan joven, ¿no?— Me giro para ver a la directora de la escuela detrás mío.

—Joder, si lo era.— Digo dejando la fotografía en su lugar. Ella me tiende un pañuelo y limpio mis lagrimas con este.

—Tuvimos un memorial en su honor, de él y Maia. Toda la escuela asistió. Fue hermoso, estoy segura de que te hubiera encantado verlo.— Dice ayudandome a levantarme. —¿Me acompañas?—Me hace una seña para acompañarla a caminar. Asiento con la cabeza.

—Se lo merecen.— Digo hablando del memorial.

—Claro que si. Sabías, acababan de becar a Maia en Yale. Le iban a dar la noticia el día que se fue.

Las lágrimas salen de nuevo. —Lo lamento.— Digo refiriéndome a que no puedo dejar de llorar.

—Esta bien. Llora todo lo que quieras. Lo necesitas. Esta bien sacarlo todo.— Nunca hubiera sabido que la directora tenía un lado suave, siempre era tan estricta y distante.

—He llorado tanto que siento que ya no hay nada más que sacar. Pero al estar aquí... todo se vuelve mucho más real. Allá encerrada no era realmente conciente de toda la vida que dejaban detrás.— Digo una vez que consigo calmarme.

—Deberías estar orgullosa de que formaste parte de su maravillosa vida. Te aseguro que son felices allá dónde quiera que estén. De seguro justo ahora están mirandote y recordándo felizmente todo lo que vivieron juntos.— Me toma de ambas manos y me mira de frente. —En verdad lo lamento demasiado. Nadie a tu corta edad debería de pasar por esto.

La abrazo y en verdad siento su lastima por mi. Es un abrazo de verdad y lo agradezco como ella no tiene ni idea. Me reconforta y me hace sentir mejor.

Money Heist | (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora