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Llevamos por lo menos tres horas en silencio en la misma habitación. La sala de la última casa dónde estaba me parece mucho más interesante después de mirar fijamente la pared. Él escribe cosas en su laptop, yo lo miro confundida.

—¿Puedo...irme?— Digo levantadome lentamente.

—No.— Dice serio.

—¿Porque?— Pregunto confundida. ¿Porque me necesitaría aquí?

—Porque no, quiero que estés ahí sentada.— No se molesta en mirarme. Me siento de nuevo en mi lugar y continúo inspeccionando, pero ahora lo miro a él. Los tatuajes de sus brazos llaman mi atención. Recorro con mis ojos todos estos, se ve que están muy bien hechos y la verdad son muy hermosos.

Uno en especial me llama la atención. Me levanto y me siento a su lado. Él parece no notarlo. Yo miro su tatuaje más de cerca.

—¿Qué significa la mariposa?– Digo mirando la mariposa negra en su antebrazos.

Me mira irritado. —¿Si te respondo me dejarás trabajar en paz?— Dice un poco molesto. ¿Yo que culpa tengo de que no pueda trabajar? Él es el que no me deja ir.

—Si.

Respira hondo y cierra el ordenador. —Las mariposas son un símbolo del alma. Se piensa que las mariposas cargan el alma y espíritu de los muertos.— Su respuesta me hace sorprenderme demasiado.

—¿De verdad?— Por alguna razón pienso que esta jugando conmigo.

—De verdad.— Responde y enciende su celular. Recargo mi espalda en el sillón y miro hacía el techo.

Después de otro muy largo y aburrido silencio, por fin apaga su celular y me mira. —Tengo muchas preguntas que hacerte.— Me pone nerviosa instantáneamente.

—¿Sobre qué?— Respondo sentándome derecha.

—Sólo tienes que prometerme contestarme con toda la verdad, ¿puedes hacer eso?— Se gira un poco para mirarme de frente.

—Si...— Digo ansiosa.

—¿Porque... porque no me delataste con la policía?— El silencio después de esta pregunta es incómodo y aterrador.

—Lo hice.— Es la primera respuesta que se me viene a la mente.

—No. No lo hiciste. Sabes mi nombre, dónde vivo, y supondría que si la policía supiera esos datos sobre mi, yo no estaría aquí.— Me muevo incómoda en mi lugar.

—Yo... no lo sé, ¿si? No me gustaría ser la responsable de que pases toda tu vida encerrado en la cárcel. Aunque te lo merezcas. Se que soy una persona buena, quizás demasiado. — Esa es la verdad, ¿cierto?

—¿Porque? Si lo merezco, ¿porque no lo hiciste?— ¿Porque sigue insistiendo?

Me comienzo a poner más nerviosa. —¡No lo sé!— Digo frustrada.

—Me prometiste la verdad.— Respiro hondo y pienso bien lo que voy a decir.

—No puedo hacerlo, simplemente no puedo hacerlo. No soy mala, cómo tú. Se que delatarte es lo correcto, pero no podría vivir conmigo misma sabiendo que yo te hice pasar por eso. No después de saber lo que hizo mi padre.— Me mira sin expresión alguna, y por alguna razón me mata no saber que piensa.

—Eres demasiado buena, Avrey.— Dice seriamente. Lo miro confundida. —Nunca entendí porque la vida le daría a tu padre el regalo de tenerte después de lo que hizo. Me mataba saber que el era feliz y consiguió lo que quería, mientras yo sufría sólo y te veía tenerlo todo.— Decido no decir nada. Nada de lo que diga sonara mejor o hará la situación mejor o peor.

El respira hondo y mira hacía el frente. Yo me quedo mirándolo.—Haces todo tan jodidamente difícil.— Se levanta de su lugar y camina hacía arriba.

Yo me quedo sin palabras, sentada en el sillón, con la mirada perdida en el chico causante de todo mi sufrimiento, y por alguna estúpida razón, siento compasión.

Money Heist | (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora