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Pasar todo el día encerrada en una casa es peor de lo que imagine. Mi única forma de entretenimiento es el piano, o la televisión que veo a escondidas cuando nadie la usa. Camino de arriba a abajo para caminar, y aunque no puedo dormir, descanso todo el día. Esta horrible sensación de tristeza y cansancio me tiene harta, ya no veo la luz en esto, cada noche los pensamientos son más fuertes, las memorias más profundas y mis lágrimas más pesadas. Creí que ya no iba a  llorar más pero al parecer subestimé mi cuerpo y su capacidad de producir lágrimas.

Tres y Doce, o...River y Liana, se pasan todo el día ocupados, aún me parece raro saber sus nombres, siento que, por una parte, les ha dado una identidad extra, una... vida. River hace llamadas todo el día que parecen enojarlo una por una cada vez más, Doce siempre está en su laptop haciendo no se que. No me hablan, a menos que sea para avisarme que ya está la comida, pero nunca siquiera me miran. A veces pienso que podría escaparme y no se darían cuenta en lo absoluto.

Pero siempre hay un pensamiento que es muy recurrente en mi, lo pienso día y noche. Me atormenta tanto, que ya no me deja dormir. ¿Si él no me va a matar, debería hacerlo yo? Y cada vez que lo pienso, encuentro más razones para hacerlo, realmente no suena como un terrible plan. Sería... libre, de alguna manera. Saldría de aquí y estaría tranquila por fin, sin tener que preocuparme por saber a quién decidirá matar Tres ese día. O si el día de mañana alguien morirá de nuevo por mi culpa. Podría estar con Maia y Nate de nuevo, todo estaría bien.

Lo he pensado bastante, he pensado de diferentes maneras en que podría suceder. Si pude matar a una persona, ¿porque no podría matarme a mí misma? No habría mucha diferencia.

Muchas veces pienso en que es lo que hace que una persona sea considerada como un asesino. ¿Cuántas personas realmente necesitas haber matado para ser considerado así? Porque si de eso se trata, River y yo no somos muy diferentes. Mis manos también están manchadas de sangre. Cada vez que me miro en el espejo del baño, o cuando lavo mis manos, cuando me ducho, veo a un asesino. Veo a alguien que ha matado sin razón. Escucho miles de voces gritando lo que soy, una asesina. Mi nombre simplemente sería uno más agregado a mi lista.

Las navajas de afeitar que encontré escondidas en la habitación de Liana gritan mi nombre, quieren ser usadas, esperan guardadas debajo de mi cama para ser usadas. Tomó una entre mis dedos temblorosos y después miro mi muñeca. Las venas resaltan de lo pálida que está mi piel. ¿Dolerá? Joder, claro que dolera. Pero ese es el punto, ¿cierto? Debo de sentir lo que ellos sintieron en ese momento, por todo lo que les hice pasar.

Cuidadosamente trazo una pequeña línea sobre mi piel. Una delicada gota de sangre sale de esta. Y sorprendentemente no duele tanto como esperaba. Se siente... liberador. Hago otra un poco más abajo y las lágrimas se mezclan con una sonrisa de satisfacción.

Si arrebatarte tu propia vida es un grito de ayuda, eso, ¿qué es?, ¿un suspiro de ayuda?

Esto está mal, ¿porque sonrío? Pero, es lo más que he sentido en días. No recuerdo la última vez que sentí algo así.

Y cometo un gran error... me dejo llevar. No mido la fuerza y trazo una línea más grande y fuerte. Un grito de llanto y dolor se me escapa. La sangre comienza a escurrir por mi brazo.

—¿Avrey, estas bie- joder.— River se acerca a mi y toma mi muñeca entre sus manos. —¡¿En qué estabas pensando?!— El volumen de su voz me hace llorar más. Me siento como una niña pequeña cuando sus padres la regañan, cuando has hecho algo malo y tus padres lo ven, y solo sienten decepción de ti.

Me ayuda a sentarme en la cama y él entra al baño. Regresa con una toalla húmeda. La coloca contra mi muñeca pero esta comienza a teñirse de rojo.

¿Qué he hecho? Yo no soy así.

La realidad de lo que acabo de hacer me golpea y continuó llorando. No debí hacerlo. Odio el sentimiento. Quiero que pare.

Mis emociones actúan por mi y abrazo a River.

Él se queda inmóvil. Parece no respirar. Pero después comprende y me rodea con sus brazos.

—...no quise hacerlo— Digo entre lágrimas. En verdad no quería. No sé que sucedió, es como si alguien me hubiera poseído, como si alguien hubiera tomado control de mi cuerpo.

—Tranquila, solo... no vuelvas a hacerlo. Por favor.— Me separo y lo miro de frente. Se ve bastante preocupado y parece que quisiera... ¿llorar? —Espera aquí.

Sale de la habitación y después regresa con vendas y algodón. Limpia las heridas con mucho cuidado y después me venda. Todo transcurre en silencio, como si los dos tuviéramos miedo de decir algo.

—Cuando sientas la necesidad de hacerlo de nuevo. Dimelo, ¿okay? Por favor no lo hagas otra vez. Dime, y yo puedo... ayudarte.— Asiento con la cabeza y me quedo sentada. Él me mira atentamente.

A veces creo que hay dos personas. Una es Tres, el asesino, el que me ha hecho sufrir todo esto, el culpable de todo. Y después esta River, un chico con un terrible pasado que sufre y trata de arreglar las cosas. El chico que se preocupa. Al que le importa y siente. El que, aunque trate de esconderlo, tiene los ojos llenos de arrepentimiento.

No. No debería de hablar así sobre él.

Me recuesto en la cama y él camina hacía afuera.

—¿River?— Digo desde aquí.

—¿Si?— Responde desde la puerta.

No puedo creer lo que estoy a punto de decir. —¿Podrías quedarte?

Él me mira confundido. —De acuerdo.

Camina de nuevo hacía el lado contrario de la cama y se sienta a mi lado. Cierro los ojos y respiro.

Y por primera vez desde que llegué aquí, el pulso de mi corazón, es normal. Es tranquilo.

—Gracias.

Money Heist | (completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora