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Para mi pésima suerte, me intubaron de nuevo. El tubo entra por mi nariz hasta llegar a mi estómago. Y si creía que usarlo por unas horas era terrible, no sabía lo que era usarlo dos semanas. Así es, llevo dos semanas en el hospital. Al parecer tienen que asegurarse de que llegue al peso necesario, y digamos que no estoy para nada sana. Todas mis defensas están en ceros y jamás había estado tan débil. Mi mamá se pasa los días aquí cuidándo de mi, mientras papá trabaja... el pensamiento me aturde cada que alguien lo menciona. Tu padre es un asesino.

Jackson, mi hermano pequeño, me escribe cartas demasiado adorables todos los días, ya que el tiene que ir a la escuela.

Y yo, no despego los ojos de las noticias. Tengo miedo. En verdad tengo miedo de que pueda pasar. ¿En verdad me dejará ir así de fácil? Algo me dice que no. Que es demasiado bueno para ser real.

El doctor entra a mi habitación. —Avrey, te tengo buenas y malas noticias.— Dice con su usual voz optimista.

—Las malas primero.— Respondo.

—Deberás quedarte al menos otra semana más. La buena es que estás muy cerca de tu peso ideal y podremos quitarte el tubo.— Lo miro sin expresión alguna. Simplemente ya no hay nada que me emocione, o me haga sentir decepcionada.

—De acuerdo.— Mi mamá habla con él para distraerlo del hecho de que mi actitud no es la mejor.

Miro los regalos al rededor de mi. Más de la mitad de estos globos y flores no tengo ni idea de quién son. Gente que jamás había visto y buscan, la aprobación de mi padre quizás. Mike, el chico de la fiesta me ha enviado un arreglo de flores, lo cuál me pareció bastante tierno.

El doctor sale de la habitación y mi madre me mira. —Se un poco amable. Sólo quiere ayudarte.— Dice sentandose al borde de mi cama.

—No me siento bien.— No voy a ser amable con alguien si no me siento bien.

—¿Qué tienes? Pense que te estabas sintiendo mejor.— Pregunta confundida. Y es que estoy harta de explicarme una y otra vez.

—Mentalmente, emocionalmente. Mamá me siento drenada. Vacía.— Ella me mira con preocupación.

—Te entiendo...

—No, no lo entiendes porque no lo has vivido. No sabes por lo que pase. Me quitaron a mi novio y a mi mejor amiga. Mamá, mate a alguien con mis propias manos. ¿Sabes lo que es eso?— La voz se me corta. A veces me gusta pensar que habra una manera de regresar a todo como era antes, pero se que nunca podré.

—No digas eso, no fue tu culpa.— Me toma de la mano.

—Si lo fue mamá, porque yo lo decidí. Yo decidí matar a William Leinster para que Nate viviera, y mira como terminó.— No logro comprender todas las elecciones que he hecho y el porqué de estas.

—No fue tu culpa, todo fue culpa de ese asesino horrible que te arruino la vida.— Asiento y miro hacía la ventana. Una lagrima se me escapa pero la limpio rápidamente. No voy a llorar más por él.

Nos quedamos en silencio y alguien toca a la puerta. Como usualmente me quedo paralizada, pero me tranquilizo. Aquí estás segura.

—Señorita, le han mandado un arreglo de flores.— Tomo las flores entre mis manos. Son hermosas. Son de color blanco y hay una rosa roja en el centro. Leo la cartita y el corazón se me detiene en seco.

Recuperate pronto. Ya te estoy extrañando. –R.

—¿Quién te las ha mandado?— Pregunta mi madre curiosa.

—Un amigo.— Digo nerviosa.

Siento la sangre irse de mi cuerpo y todo tornarse helado. Sabe que estoy aquí. Obviamente sabe donde estoy, y que hago. Sigue todos mis pasos. Jamás escape. Jamás podré escapar de el verdaderamente. Yo tenía razón. Siempre estaré atada a él. Nunca podré huir.

Money Heist | (completada)Where stories live. Discover now