Confesiones

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Días después de aquella jornada agotadora tanto mental como físicamente, me encontraba realizando las compras en el centro de Rodorio, y pude conocer al fin el puesto de flores de mi amiga Agasha. Era sencillo y bonito, realizado en madera de roble, y poseía varios maceteros rectangulares con flores de los más diversos colores y fragancias, lo que le daba un aire acogedor. Me acerqué a la joven florista para saludarla, a lo cual ella respondió alegremente, invitándome a pasar un momento a su negocio por un refresco, puesto que el sol del verano comenzaba a quemar bastante ya a mitad de la mañana. Conversamos un rato largo, con pequeñas interrupciones para que Agasha pudiera atender a sus clientes; charlamos sobre lo que había pasado en el Santuario y la misión de los caballeros de plata que había marcado el comienzo de la Guerra Santa; luego, con timidez me confesó que temía al acontecimiento bélico que acababa de dar inicio, pero sobre todo, ella temía por la vida de uno de los caballeros dorados. Aquella confesión realizada por la jovencita picó mi curiosidad, por lo que le pregunté directa:

_Entonces, ¿estás diciéndome que estás interesada en uno de los Santos de Oro, Agasha? ¡Debes decirme quién de ellos es el que ha robado tu corazón!_, le dije divertida guiñando un ojo, a lo que ella respondió nerviosa y con las mejillas encendidas de un color rojo tomate del sonrojo:

_¡Oh, amiga! A ti no puedo ocultarte nada... La verdad es que... Sí, desde hace un tiempo que mi corazón le pertenece a... Albafica de Piscis. Un día, cuando fui a llevar una ofrenda de flores para la señorita Athena y el Patriarca al Santuario y llovía copiosamente, tanto que pensé que las flores que llevaba se iban a arruinar antes de llegar a su destino, de la nada  apareció él, y me cubrió con su capa blanca... Además, también me regaló una hermosa rosa roja una tarde en la que se encontraba haciendo sus rondas aquí en Rodorio_, hablaba sonriendo, con la alegría emanando de cada una de sus facciones y  las mejillas ligeramente sonrojadas.
Aquel era el rostro de una mujer enamorada.

_Agasha, ¡estoy feliz por ti! ¡Me alegra muchísimo que tengas tu corazón lleno de ese sentimiento tan puro y maravilloso!¡Ojalá los dioses te concedan aquello que tu corazón anhela!_, exclamé con alegría tomando sus manos.

La muchacha me sonrió agradecida ante el cumplido que le había hecho, tras lo cual me preguntó sin rodeos:

_Y ¿qué me dices de ti Natalie? Hace un par de meses que vives en el Santuario, rodeada de apuestos y valientes caballeros; ¿no hay nadie viviendo en tu corazón aún?_.

Sin dudas me sorprendió su pregunta; jamás pensé que la muchachita fuera a preguntarme algo como eso, pues no le había dado motivo alguno para que lo hiciera. Rápidamente desvié la mirada hacia otro lado, tratando de esconder el rubor que comenzaba a asomar a mi rostro, dándole a Agasha una negativa como respuesta a su pregunta.

_¡Eso sí que no me lo creo Natalie! ¡Estoy segura de que algo me estás escondiendo! Vamos, ¡ya dímelo! Si lo que dices es verdad, y no estás interesada en ningún caballero, entonces, ¿por qué esquivas la mirada?¡Vamos, dime quién es!_ ,reclamó con falsa indignación.

_¡Agasha!_, respondí haciendo un mohín y poniendo mis brazos en jarra.
No tenía caso seguir negándolo; tarde o temprano ella encontraría la manera de sacarme la verdad.
Suspiré profundamente para darme ánimos, y luego hablé :

_De acuerdo, pero no te hagas esperanzas, porque ni yo las tengo. Siempre pongo mis ojos en imposibles..._.

Agasha me miró y su rostro se transfiguró en un gesto de enojo ante mis palabras.

_¿Pero por qué eres tan dura contigo misma amiga? ¿Tan inalcanzable es ese caballero?_, respondió la florista intentando suavizar sus palabras.

_ Ya que insistes tanto, está bien, debo admitir que tienes razón... Lamentablemente he puesto mis ojos en quien no debía, pero es algo que no pude evitar. Se trata del caballero dorado de Virgo, Ásmita..._, dije con resignación y cierto deje de tristeza, puesto que en el fondo, sabía que no había esperanza alguna para mí, ni para aquel sentimiento que había surgido en mi corazón cual una pequeña llama, y que cada día iba expandiéndose, como el fuego que crece con el viento que sopla sobre él.

Una expresión de asombro apareció en los ojos de Agasha, que luego cambió rápidamente a una mirada comprensiva y cálida. La joven florista sonrió con dulzura y puso sus manos sobre las mías, para luego susurrar unas palabras para motivarme.

_Jamás pierdas las esperanzas; eres una joven buena, generosa y bella, capaz de ganarse el corazón de cualquier caballero, incluso el del más cercano a Dios... ¡Jamás dudes de ti, amiga mía!_. 

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Los siguientes días continuaron con la misma rutina, trabajando con el Anciano Sanador anador en la mañana y visitando la biblioteca de Acuario por las tardes, donde tenía que soportar los intentos inútiles de Kardia de Escorpio para seducirme y atraer mi atención. Esa situación comenzaba a fastidiarme  demasiado.
Por otro lado, hacía un par de semanas que no había visto a Ásmita, y tenía que admitir que lo extrañaba. Decían los rumores que estaba en una misión muy importante, y que tal vez el destino de la Guerra Santa se decidiría según cómo resultase la misma.
En una de esas ocasiones, cuando regresaba del templo de Acuario con varios libros que me había prestado Degel para tratar de despejar mi mente del trajín de acontecimientos de la jornada, el Patriarca Sage se encontraba en la entrada de la puerta de la casa del Anciano Sanador esperándome.

_¡Buenas tardes muchacha! Sé que has estado muy ocupada últimamente con tu trabajo; has ayudado mucho a nuestro Sanador, que ya se encuentra muy entrado en años y pronto ya dejará de cumplir con esa tarea... Quería agradecerte en persona el gran trabajo que estás realizando al sanar a los caballeros, aprendices, soldados y demás personas en este Santuario y sus alrededores.... Pero sé que tu alma sigue perturbada y herida por los predicamentos que traes desde tu tiempo, y que la situación vivida los días anteriores al enfrentarte sola a víctimas de una guerra ha desestabilizado tu cosmos, y no has tenido tiempo de sanar y reparar tu alma. Así que he venido a ofrecerte una ayuda para eso: creo que lo más conveniente para ti es que comiences unas sesiones de meditación con el caballero dorado de Virgo; él es el más adecuado para ayudarte a recuperar la fe y la confianza en ti misma. Tal vez deberías empezar ahora; Ásmita ya regresó de la misión que le encomendé y creo que él va a necesitar también de tus cuidados como sanadora _, me dijo la última frase con una cierta mirada pícara en sus ojos sabios, mientras su mano me revolvía el cabello a modo paternal.

CONTINUARÁ...

Dónde estás tú...? (COMPLETA)Where stories live. Discover now