Un poco más de ti

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Ya casi tenía listos los medicamentos que tenía que llevarle al Patriarca; pasé toda la tarde moliendo semillas, triturando hojas y flores y haciendo mezclas varias hasta finalmente dar con la dosis justa que necesitaba para las medicinas. Estaba segura de que el hombre que me había acogido como si fuera su hija se sentiría mucho mejor una vez que comenzara el tratamiento como le prescribí.
Una vez acabadas las infusiones y el tónico, los coloqué en delicados frascos de vidrio, los puse en mi cesta y me dirigí rumbo al templo del Patriarca nuevamente. Si bien el trabajo me había servido como distracción para no pensar en los últimos acontecimientos, ahora que ya había terminado, otra vez los pensamientos en mi mente volvieron a aparecer a gran velocidad: ¿qué es lo que iba a hacer? ¿Realmente iba a dejar solo a Ásmita cuando marchara a Jamir? No quería verlo morir, pero tampoco quería estar lejos de él; así que cuando llegara el desagradable momento, prefería estar a su lado. Había salido de la oscuridad gracias a él, y no iba a perder la oportunidad de acompañarlo, aunque lo que tuviese que presenciar me rompiera el corazón.
Cuando llegué a la entrada del templo del Patriarca, me anuncié con los guardias y entré, una vez que me otorgaron el permiso para ingresar al recinto.

_Buenas tardes Patriarca, le he traído sus medicinas; recuerde que debe tomar la infusión cada doce horas, antes de las comidas principales durante 14 días, y el tónico debe ingerirlo por la mañana en ayunas durante 1 semana y luego solamente si sigue con la migraña. De todos modos, volveré a examinarlo al final de la semana para ver cómo responde al tratamiento. ¿Tiene alguna duda o consulta que quiera hacerme?_, pregunté al anciano líder del Santuario.

_No, no es necesario; has sido muy clara y he comprendido todo. ¡Muchas gracias por todo muchacha! Y no solamente por esto, sino por todo lo que has hecho para ayudar a las personas que habitan en este Santuario y en las villas de los alrededores. Toda esta generosidad y bondad tendrán su recompensa, ¡no lo dudes!_, exclamó Sage con firmeza. _Y ahora, creo que hay alguien que necesita de tu compañía en este momento... No pierdas tiempo con este anciano jovencita, y ve con la persona que tu corazón anhela con ansias; no hagas esperar al destino... _, fueron las enigmáticas palabras del Patriarca, luego de lo cual me dió uno de sus típicos abrazos paternales y se retiró a sus aposentos.

¿Destino?A qué se refería con eso?.

Sage se sentó en la silla que estaba junto a su escritorio dentro de la recámara Papal; echó una mirada a un par de viejos pergaminos y cerró los ojos por un instante. Las cosas estaban más claras. Al parecer ya había encontrado la respuesta al interrogante que se había suscitado en él desde hacía varios meses; por fin comprendía por qué esa joven médica había llegado hasta allí.
Se levantó de su silla y se acercó a la ventana; levantó la vista hacia el cielo estrellado, que estaba comenzando cada vez más, en los últimos días, a cubrirse con el Lienzo Perdido de Hades. Ahora los cambios que había estado observando a lo largo de todo este tiempo en la constelación de Virgo tenían sentido. Sólo esperaba que el enemigo no tuviera conocimiento de todo lo que había descubierto, porque si eso fuera así, Natalie estaría en peligro. Sacudió la cabeza negando en su interior, tratando de alejar esos pensamientos de su mente.
Con su mano, tomó la campanilla de su escritorio para llamar al servicio; una vestal se hizo presente casi al instante.

_¿Se le ofrece algo, Patriarca?_, dijo una joven de cabellera roja como el fuego y ojos violáceos.

_Por favor, Desdémona tráeme mi cena y una jarra con agua; necesito tomar una medicina antes y luego cenaré_, contestó Sage con cansancio en su voz.

La joven salió y se dirigió a la cocina, y luego de unos cuantos minutos regresó con una bandeja con un plato de pollo marinado con limón y especias, una jarra con agua y un vaso, que depositó en una pequeña mesa en el centro de la recámara. Allí se encontraban los frascos de medicamentos que Natalie había traído. Los ojos de la vestal los observaron fijamente, y en un par de segundos, mientras Sage se encontraba de espaldas a ella observando el firmamento, posó sus dedos sobre los frascos y el contenido de los mismos cambió su coloración hasta adoptar un tono negro como el ébano por una fracción de segundos, volviendo luego al color original de los preparados.

Dónde estás tú...? (COMPLETA)Where stories live. Discover now