Diez mil lágrimas

288 15 8
                                    

Cuando los primeros rayos de sol comenzaron a entrar por los ventanales del templo de Virgo, anunciando la llegada del alba, Natalie se despertó y no vió a Ásmita a su lado. Al instante comprendió que él se había marchado rumbo a Jamir, el lugar en el que liberaría su última batalla.
Otra vez la tristeza se hizo presente, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Antes de partir, él la había cubierto con una preciosa manta de terciopelo color bordó. Se había ido sin ella. Se levantó para vestirse y comenzar con sus actividades rutinarias temprano; pensó que tal vez podría luego viajar hasta Jamir para verlo una vez más. El recuerdo de la noche anterior la hizo sonrojar; había ido en contra de sus principios debido al sentimiento que llenaba su corazón desde que lo había conocido, por ese amor tan puro y tan grande que sentía por él. Se puso de pie lentamente; estaba un tanto adolorida, lo cual era comprensible, ya que le había entregado su virginidad a Ásmita. Caminó envuelta en la manta hasta el cuarto de baño para higienizarse y refrescarse. Al verse frente al pequeño espejo que decoraban una de las paredes de la habitación, contempló su reflejo: su largo cabello castaño alborotado, sus labios enrojecidos y algo edematizados... pudo observar sobre su piel los rastros de la pasión de la noche anterior, ante lo cual no pudo evitar sonrojarse al recordar el calor de la piel de Ásmita sobre la suya. Pasó las yemas de sus dedos sobre sus labios suavemente, cerrando los ojos, rememorando el sabor de los besos del caballero.
Una vez que hubo terminado de arreglarse, salió de la casa de Virgo con paso apresurado; debía buscar sus materiales para revisar a los heridos que aún se encontraban convalecientes en el Santuario. Cuanto más rápido terminara con eso, más rápido podría partir hacia Jamir; estaba decidida a ir hasta aquel lugar para verlo una vez más, antes de que lo inevitable ocurriera.

***********************
Mientras tanto, en los aposentos papales, Sage se había despertado con un malestar más intenso que los días anteriores;  su vista estaba borrosa y parecía que su cabeza iba a estallarle . A pesar de lo mal que se sentía, se levantó y se dirigió hasta el gran ventanal por el que solía observar las estrellas por la noche con el objetivo de tomar un poco de aire. De pronto, comenzó a presentar dolor en el abdomen, punzante, tan intenso que logró doblarlo debido a la gran intensidad del mismo; a esos síntomas se agregaron mareos. Caminó tambaleante hasta la mesilla que se encontraba en su habitación y estiró el brazo para tomar la campanilla para llamar al servicio, más sólo logró hacer que el objeto se cayera al piso y rodara. Todo a su alrededor se oscureció. Sage se desplomó antes de llegar a la puerta de su recámara.

Natalie se encontraba cambiando los vendajes a unos aldeanos heridos que aún se encontraban en el Santuario a la espera de recibir el alta médica luego del feroz ataque a Rodorio, mientras Pefko y el Anciano Sanador habían salido a comprar insumos para reponer los que habían utilizado durante los últimos días, puesto que ya tenían pocos materiales para seguir trabajando, y esperaban que en las próximas semanas las batallas por la Guerra Santa se recrudecieran y nuevamente tendrían una gran demanda de pacientes. La joven trataba de realizar su trabajo de forma eficiente y con rapidez, ya que se encontraba sola para atender a los pacientes. En eso estaba cuando de repente, unos pasos fuertes y ruidos de lanzas se escucharon pasar junto a la casa del Anciano Sanador, que luego se detuvieron, y entonces alguien tocó la puerta del improvisado consultorio médico. Natalie se dispuso a abrir la puerta, y entonces uno de los guardias que custodian el templo del Patriarca ingresó abrupta mente, y exclamó:

_Señorita Natalie, debe acompañarnos enseguida; se le acusa de conspiración para asesinar al Santo Patriarca_ .

_¿Qué? ¿Pero qué es lo que está diciendo? ¡Yo no he hecho nada, jamás conspiraría para dañar a nadie y mucho menos al Patriarca!_ . 

Otros dos guardias con sus armas ingresaron a la casa del Sanador y tomaron a la joven médica de sus brazos;luego la llevaron por la fuerza en dirección al templo Papal. Allí la arrojaron en uno de los fríos calabozos que están situados en los sótanos de dicho edificio, sin darle la oportunidad de defenderse. 

Dónde estás tú...? (COMPLETA)Where stories live. Discover now