Renacimiento

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Habían pasado varios días desde que había comenzado las meditaciones con Ásmita, y de a poco comenzaba a ver los frutos de dichos encuentros. Mi humor había mejorado; ya podía levantarme de la cama con ganas de comenzar un nuevo día, y podía decir que incluso la frustración estaba alejándose de mí.
Una tarde, decidí ir a Rodorio a visitar a Agasha para ponernos al día, y para pedirle que me instruya un poco en el arte culinario griego. Salí sola, llevando mi cesta a todos lados como solía hacer; caminaba lo más rápido que podía y siempre trataba de mantenerme alejada de los bosques donde se podían esconder maleantes y ladronzuelos. A cada paso que daba, podía sentir que no estaba sola, alguien estaba ahí, siguiéndome. Pero al contrario que las veces anteriores, no sentí temor alguno. Traté de no pensar en nada malo, apresuré el paso, y no me detuve hasta llegar al puesto de flores de mi amiga. Una vez allí con ella, la saludé y le pedí que me enseñara a cocinar cualquier plato griego sencillo con la excusa de que como había tenido que trabajar tanto desde pequeña, no había tenido tiempo de aprender a cocinar, y que por esa razón, era malísima como cocinera. Agasha rió ante la idea, y exclamó:

_Está bien amiga, te enseñaré lo que sé con la condición de que me digas por qué la prisa en aprender cocina y a quién quieres sorprender con esto. Oh, déjame adivinar...¿Será que estás tratando de impresionar a cierto caballero dorado del templo de Virgo, y que estoy viendo en estos momentos caminar por esta calle?_ .

Quedé sorprendida con lo que había mencionado Agasha, puesto que en el tiempo que llevaba viviendo en el Santuario, en ningún momento había visto a Ásmita salir de su templo y caminar por las calles de Rodorio, aunque sabía que él salía a cumplir con las misiones que le encomendaba el Patriarca. Giré, puesto que estaba de espaldas a la calle principal, y ahí estaba él, imponente con su armadura dorada que reflejaba la luz del sol; se encontraba con las personas más necesitadas que estaban en las calles de Rodorio, y les repartía alimentos y ropa. Estuvo con ellos un largo rato, para luego regresar en dirección al Santuario. Aproveché eso para acercarme hasta una de las personas y preguntarles por el caballero que les había traído las cosas, a lo cual una amable señora mayor me respondió que desde hacía varios años, Ásmita de Virgo realizaba esa tarea.
Mi corazón dió un vuelco dentro de mi pecho al escuchar aquel relato. Su generosidad se extendía también a las personas más carenciadas externas al Santuario; no sólo había colaborado con ellas brindándoles cosas materiales y alimentos, sino que también había ofrecido ayuda espiritual para todo aquel que estuviera pasando por una situación difícil en su vida. Realmente estaba comprometido con su tarea y su misión como caballero de Athena. Pasé el resto de la tarde de ese día como alumna de Agasha, hasta que finalmente logré realizar unos Loukoumades, pequeños bocados dorados de masa frita espolvoreados con jarabe dulce, nueces y canela, crujientes por fuera y esponjosos por dentro.

_¡Espero que le agraden a Ásmita!_, exclamé alegremente, sumamente entusiasmada por el objetivo alcanzado, a lo que mi amiga contestó:

_No digo que no le gusten, pero ¡creo que más le gustará la cocinera!!_, dijo la florista mientras me guiñaba un ojo, y las dos reíamos a carcajadas.

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Regresé al Santuario bien entrada la tarde a pesar de que me habían recomendado no andar sola y más cuando faltaba tan poco tiempo para anochecer, pero me sentía tan bien que incluso hasta el miedo parecía haber desaparecido. Iba camino a la casa del Anciano Sanador pero me encontré con mi amigo Degel; él me invitó a pasar un rato por su biblioteca con la promesa de prestarme unos libros nuevos que le habían llegado, a lo cual no me negué; los libros me fascinaban, en ésta o cualquier época.
Una vez en la casa de Acuario, nos dirigimos directamente a la biblioteca, donde me dispuse a revisar los títulos de los libros para decidir cuál me interesaba llevarme prestado; mientras tanto me disculpé con Degel por no haber podido pasar a visitarlo en los últimos días. Le expliqué que había estado muy ocupada con el trabajo y que además había comenzado a meditar con Ásmita por recomendación del Patriarca, ya que éste pensaba que sería bueno para mí, para ayudarme a manejar la ansiedad y la tensión de mi trabajo.

_Sí, he oído rumores de que últimamente has pasado mucho tiempo en el templo de Virgo; ahora sé cuál es la razón_, me dijo con cierto deje de frialdad en sus palabras. _Está bien que medites si eso te ayuda a sentirte mejor contigo misma, pero no dejes de venir a verme, pensé que ya te habías olvidado de mí..._, replicó casi susurrando las últimas palabras, mientras se acercaba a mí lentamente, y tomaba una de mis manos para estrecharla entre las suyas.

Presiento que lo que se aproxima no será nada bueno, pues lo menos para uno de los dos.

_Natalie, desde que te conocí me he dado cuenta de que eres una joven buena y generosa, con una mente brillante y ávida de conocimientos y con un alma sensible capaz de sentir empatía por sus semejantes; eso ha conmovido mi corazón y mi alma... Siempre he tratado de ocultar mis emociones a los ojos de los demás, y por eso me resulta difícil expresarme... Lo que quiero decir es que... Me he enamorado de ti, Natalie...y espero que puedas tener un lugar para mí en tu corazón. Sé que esto puede parecer precipitado, pero el comienzo de la Guerra Santa me hace pensar en muchas cosas, y entre ellas estás tú... Te quiero a mi lado... Quiero que compartamos nuestras vidas hasta que los dioses que deciden nuestro destino así lo dispongan..._, me dijo al mismo tiempo que sus hipnóticos ojos violetas se fijaban en mis míos, tratando de transmitir el sentimiento que él expresaba a través de su declaración de amor.

Wow. Mis ojos se abrieron como platos al escuchar todo eso. Por Dios, no podía dar crédito a lo que acababa de pasar; el libro que había tomado con la mano que tenía libre cayó de mis manos y se estampó contra el piso con un sonoroso ruido. Esto no podía estar pasando, no podía ser verdad que mi amigo Degel se haya enamorado de mí. Tragué saliva, mientras pensaba en cómo salir de esta situación. Tengo que rechazarlo, ya que mi corazón ya está ocupado por alguien más, a pesar de saber que aquellos sentimientos que había desarrollado por el caballero de Virgo no tenían esperanza de ser correspondidos. Degel merece a alguien que lo ame de verdad, y yo no puedo ser esa mujer.

_Oh, Degel... jamás me imaginé que tú... De verdad me siento muy halagada y agradecida por tus sentimientos hacia mí, y estoy segura de que cualquier joven se sentiría dichosa de que un caballero tan gentil, educado y apuesto como tú la corteje, pero...no puedo corresponderte , yo tengo una vida muy diferente al resto de las mujeres de la época, estoy dedicada a mi trabajo y a pesar de todas las dificultades y sinsabores que pueda tener con él, amo mi profesión y no podría dejarla por ninguna razón... Yo no estoy hecha para el romance... Espero que puedas perdonarme Degel, y que podamos continuar con nuestra amistad_, le dije de la manera más delicada que pude para no herir aún más sus sentimientos.

Él cerró los ojos e inclinó su cabeza; permaneció en esa posición por unos segundos, luego de lo cual me miró nuevamente con sus peculiares ojos violetas, en los cuales ahora podían leerse la tristeza y la resignación, y depositó un casto beso en mi mano.

Entre las frías paredes del templo de Acuario, unos ojos negros como la noche, habían observado en silencio la escena justo en el instante en el que el guardián del mismo susurraba palabras de amor a la joven médica.

_No voy a permitirlo...te arrepentirás de esto, niña... Lo juro....No me arrebatarás lo que es mío...

CONTINUARÁ...

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Dónde estás tú...? (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora