Solo

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Ya el otoño se había instalado en aquella ciudad; los árboles se mecían con la brisa de la mañana, dejando caer sus hojas secas lentamente, las cuales se depositaban en las aceras formando un denso colchón dorado. Los primeros rayos de luz que anunciaban un nuevo día se filtraban por la ventana de la habitación, comenzando a impregnar su tibieza en el ambiente.
Ásmita se encontraba despierto desde hacía bastante rato; contemplaba sonriente el rostro de Natalie siendo iluminado por la claridad del alba, mientras la joven todavía dormía entre sus brazos.  Con el dorso de su mano,  comenzó suavemente a acariciar la mejilla de su amada, deslizándola luego hasta los rosados labios de la joven, quien parpadeó en ese momento y abrió sus ojos, somnolienta aún, y le dedicó una sonrisa tan natural y hermosa, que el caballero de Virgo sintió que el corazón comenzaba a acelerársele.

_Buenos días, amor mío_,  dijo Ásmita casi en un susurro sin dejar de acariciar la mejilla de Natalie.  _Espero que hayas podido descansar bien; has estado bastante inquieta durante toda la noche_ .

La joven médica sonriendo aún, elevó un poco su cabeza para poder mirar mejor a su adorado caballero dorado.

_¿Cómo podría no descansar entre tus brazos? Ásmita, tú eres mi sostén y mi refugio, al que siempre quiero regresar... _ .

El caballero de Virgo, que no había dejado de acariciar la mejilla de Natalie en ningún momento, se detuvo de repente en su acción luego de que ella depositara un delicado beso en sus largos dedos, cuando éstos pasaban por sus labios. La joven médica observó cómo los preciosos ojos azul turquesa de Ásmita se oscurecían y pudo percibir cómo se encendía en él el deseo que sentía por ella, al mismo tiempo que comprobaba que tanto su respiración como los latidos de su corazón se aceleraban. Una sonrisa seductora se dibujó en la boca sensual del caballero, cuyos labios se apoderaron de los de Natalie, aprisionándolos en un beso voraz, anhelante y que pedía más de ella; sus manos atrajeron con fuerza el cuerpo de la joven médica al suyo y, en un fugaz movimiento, la giró hasta dejarla debajo de su cuerpo. Aquello tomó por sorpresa a Natalie, que en un segundo de lucidez que tuvo en aquel torbellino de pasión que había comenzado a desatarse, se cruzó por su mente un pensamiento. Aún teniendo posesión de sus labios, el caballero de Virgo esbozó una sonrisa divertido:

_  Sé que hoy tienes guardia, por eso mismo no puedo dejarte ir sin antes darte este pequeño recordatorio de que te estaré esperando cuando regreses, amor mío... Y no, no llegarás tarde a tu trabajo, me he asegurado de ello...._ , susurró con la voz cargada de sensualidad y de promesas apasionadas.

La joven médica aún seguía sorprendiéndose cada vez que él adivinaba su pensamiento, a pesar de que ya tenía que haberse acostumbrado a ello, pero debía admitir que en el fondo, eso la divertía un poco. El rubor se hizo presente en las mejillas de Natalie,  mientras procesaba en su mente aquellas palabras que había oído, y su corazón se aceleraba paulatinamente al contemplar a su adorado caballero cerniéndose sobre ella, observándola con aquellos ojos maravillosos que le hacían perder la capacidad de pensar racionalmente. Los labios de la joven se entreabrieron instintivamente, invitando al caballero a tomar de nuevo posesión de ellos, mientras los brazos de Natalie se enredaban en el cuello de Ásmita, atrayéndolo hacia sí para aumentar el contacto. Las bocas de ambos danzaron al compás del latido de sus corazones, hasta que cesaron en busca del oxígeno que había comenzado a escasear entre los dos; los largos y hábiles dedos del caballero dorado se deslizaron con astucia por debajo de la camiseta de la joven médica, acariciando delicadamente y con parsimonia la suave piel de su cintura, deslizándose hacia adelante y ascendiendo luego hasta el nacimiento de sus senos, donde se detuvo, mientras suaves jadeos brotaban de su garganta.  El cuerpo de Natalie estaba delatando los sentimientos y el deseo que sentía por el caballero de Virgo, que con cada caricia y cada beso, lograba que despertara en ella el fuego de la pasión.
Así de turbada estaba su mente por las intensas emociones, que no se dió cuenta cuando Ásmita se deshizo de su pijama y del suyo propio, luego de lo cual la tomó por la cintura y la apegó a su cuerpo, mientras sus labios masculinos trazaban un camino de delicados besos entre su cuello y su clavícula y que continuaba hasta sus senos, que reaccionaron al instante ante el cálido aliento del caballero, estimulando sus terminaciones nerviosas. Natalie no pudo evitar gemir suavemente, al mismo tiempo que sus manos se deslizaban en la ancha espalda de su amado, y ella arqueaba la suya de manera que su cuerpo quedaba expuesto en su totalidad hacia el caballero. Ásmita interrumpió sus besos un instante, para susurrar al oído de su amada:

Dónde estás tú...? (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora