Capítulo 2 -EDITADO-

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Ahí está él, mirándome fijamente con el ceño fruncido y los brazos cruzados. El tiempo se congela ¿Existirá un hombre igual? Lo dudo.

Me encantaría darle más importancia a lo enojado que está conmigo, pero primero prefiero darme el gusto de admirar con sumo detalle el traje negro que decidió usar hoy, por si esta es la última vez que lo veo. La tela se esfuerza por envolver su fornida figura y yo quisiera ayudarla.

Por la diferencia de altura, elevo unos centímetros mi rostro para mirarlo a la cara y la forma en la que aprieta los dientes, hace que me arrepienta de mi decisión. Su respiración lenta y profunda me recuerda a la de los toros cuando están enfadados. Lo estaba repasando de pies a cabeza y es hasta ahora que me percato de mí osadía, por lo que me sonrojo a más no poder y agacho la cabeza, esperando el filo de la guillotina.

- Hágame el favor de mirarme a los ojos señorita Jones - exige demandante, haciendo que el miedo recorra todo mi sistema.

Él podría pedirme que pare el calentamiento global y yo lo haría sin protestar. Es tan imponente, correcto, intimidante y controlador, que negarle o protestar ni si quiera se me cruza por la cabeza. Y eso sin dudarlo fuese mí jefe o no. Carraspeo y alzo la mirada nuevamente, tratando de ocultar mi temor a ser despedida.

Pone sus brazos detrás de la espalda y su pecho se infla en consecuencia - ¿Sabe qué hora es? - reclama.

Demoro unos segundos en contestar. Mi cerebro aún está en transe por su cautivadora esencia - sí, sí señor. De verdad que lo siento mucho, sé que es muy tarde y es inaceptable, pero no... no volverá a suceder se lo prometo. - contesto más nerviosa que antes. Mis manos comienzan a transpirar y siento que se me resbala la bolsa de papel.

- ¿Se puede saber a qué se debe su retraso? - inclina la cabeza y pone sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón de vestir.

- Me he quedado dormida. Anoche terminé el inventario de los repuestos que llegaron el miércoles y... - cierro los ojos por un instante, tratando de calmarme para no tartamudear - luego llamé al hotel para asegurarme de que tengan las habitaciones tal cual como usted las pidió para sus socios del exterior; también estuve un rato largo discutiendo con la empresa que organiza el evento sobre los cambios que hicimos sobre la hora - termino, liberando un suspiro enorme - ya sabe, para la fiesta de esta noche -.

Asiente dejándome en claro que comprendió todo lo que dije y acomoda su corbata - ¿entonces se ha quedado dormida por el trabajo y no por cuestiones personales? -

Mi ceño se arruga notablemente ante tal acusación - disculpe, pero no tendría por qué engañarlo, estoy siendo sincera. Es mi trabajo del que estamos hablando, el que justo ahora parece que cuelga de un hilo, por más de que ésta sea la primera vez desde que estoy aquí que llego tarde - mis nervios son reemplazados por enojo - así que, con todo respeto, no he tenido ninguna "cuestión personal" señor; sólo que esta semana me parecieron pocas las horas del día para toda la labor que tenía pendiente, por lo que aprovechaba todo el tiempo libre que tenía para adelantar mis deberes. Sus acusaciones me ofenden cuando usted conoce muy bien mi desempeño en este empleo -.

Cuando ese momento de valentía acaba, me veo a mí misma de patitas en la calle por haberlo enfrentado de esa forma, pero su expresión furiosa ahora parece más relajada y hasta socarrona - si es que la ofendí sepa disculparme, pero cualquiera haya sido el motivo de su tardanza - dice, omitiendo todo mi discurso y mirando el costoso reloj que trae en la muñeca - el orden es importante señorita Jones y éste incluye a la puntualidad, por lo que nada malo sucederá con usted, pero si se vuelve a repetir sepa que obtendrá un castigo -.

Confundida, lo observo sonreír de lado, como si sus últimas palabras tuviesen un doble sentido que no logro comprender. Toma sin preguntar la bolsa con el pedido de la cafetería y roza levemente mi mano, provocando una electricidad en el resto de mí cuerpo, para luego volver a su oficina. Que bueno que guardé la comida de Blair en la mochila.

Cierro mis ojos, dejo salir el aire que no sabía que retenía y me dirijo a mí escritorio, donde descanso mí cabeza para tratar de olvidar la forma en la que arranqué la mañana. Al menos se aproxima el fin de semana en donde podré relajarme, o mejor dicho, estar lejos de él.

James Henderson es un hombre con todas las letras. Con sus treinta y siete años lleva en sus hombros lo que hoy día es una compañía conocida mundialmente, que comenzó dese la nada misma. Es una persona hecha y derecha; inteligente, audaz. Su porte de seriedad y poder lo ha vuelto un gran líder en todo sentido. Es para mí, un ejemplo a seguir tanto en el lado profesional, como en lo personal. Y sí, obviamente, un amor platónico también. A pesar de que esté comprometido con una hermosa mujer.

Porque, más allá de la tensión que siento cuando estoy cerca de él, de todos los sentimientos revueltos y las mariposas en el estómago cuando escucho mi apellido salir de sus labios, es solo una fantasía mía. Él es completamente serio y profesional tanto conmigo como con el resto de empleados. Desde que lo conozco jamás se me ha insinuado, propasado o hecho algo que me inquietase, y tal es el caso que de lo único que hablamos es sobre trabajo. James es y seguirá siendo siempre nada más ni nada menos que mi jefe.

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