Capítulo 24

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Cruzo mis piernas apretando los muslos y siento los músculos contraerse por el movimiento. Carraspeo la garganta mientras observo cada una de sus acciones sentada desde el otro extremo de su escritorio y sin poder ocultarla; una sonrisa pícara se dibuja en mi rostro al recordar qué sucedió sobre aquel mueble hace tan solo unos minutos.

Una voz en mi cabeza desea que ello no se vuelva una costumbre; lo de hacerlo en la oficina, luego fingir que nada sucedió y seguir con lo habitual, exactamente lo que acaba de suceder. Ya que, sinceramente, no es nada sencillo. Con ese mismo pañuelo tan bien acomodado y pintoresco del bolsillo de su traje limpió partes de mi cuerpo cubiertas de fluidos, las hojas normalmente organizadas sobre su escritorio que ahora está juntando del suelo no se cayeron por culpa del viento y ni hablar del nido de pájaros en mi cabello.

Termina con lo que estaba haciendo y toma asiento esquivando el contacto visual, a diferencia de mí. Nuevamente me remuevo en la silla y muerdo mis uñas para distraerme. Noto como endurece la mandíbula y su ceño se arruga. Saca de un cajón el estuche de lentes y desempolva estos con su camisa mal abrochada para colocárselos. Si tuviese puesta mis bragas, éstas ya estarían mojadas.

Trato de buscar una posición en mi asiento para que no me duela tanto, pero escucho con ese tono autoritario tan familiar –Quieta, Jones. Seré breve- que me hace parar en seco, volviendo a mi lugar. Hace tronar sus dedos uno por uno luego de verme asentir –Cualquier duda que tenga la contestaré sin problemas, pero ya sabes que no debes de interrumpirme-

No entiendo muy bien a qué se refiere, pero una de las cosas que aprendí de todo este tiempo trabajando para él, es justamente ello –Comprendo señor-

Su sonrisa al escuchar mis exactas palabras demuestra satisfacción y hace cosquillas en mi vientre –Reserva en la agenda a la hora que prefieras, una visita a una especialista para que te recete las píldoras, te acompañaré y pagaré los costos de las mismas sin discusión. Ese es el primer punto- toma una posición más cómoda en el sillón de cuero y acomoda su traje como tic –El segundo. Luego de lo acontecido hasta ahora, lo he meditado y llegué a una decisión final; no puedes estar con nadie más que conmigo durante el tiempo que esto dure, aunque creo que eso ya lo hemos dejado en claro-

Con el ceño fruncido quise dejar un comentario al respecto, pero el señor Henderson levantó su mano cortando mi inexistente discurso. Se levanta de su asiento y va hasta la charola sobre la pequeña mesita de caoba, sirviendo dos vasos de whisky y volviendo a su lugar con ellos en mano. Deja el mío sobre el escritorio y prosigue –Tercero. Se termina cuando tú quieras, cuando algo te incomode, te aburras o porque simplemente ya no lo desees- se distrae unos segundos a causa de observar mis movimientos, buscar el trago para beber de él, pero continua –Cuarto y último. Nada que ya no sepas, pero es mejor recalcarlo. No haré nunca nada que no quieras, y si no cumplo con mi promesa –que es poco probable-, debes decírmelo en el momento. Cambiaré esas acciones o dejaré de hacerlas para que te sientas cómoda con ellas.

Repaso mentalmente cada punto mientras trato de olvidar la picazón que causó aquel alcohol en mi garganta. Tal vez en el proceso cambie algunos detalles, pero por ahora todos son válidos.

-No creo que necesitemos un contrato pero si lo deseas, ya conoces a mi abogada, siéntete libre de pedirle que redacte uno y sólo tráelo para que lo firme. Pero si te preocupa, demás estaba decir en los puntos que tu trabajo y nuestra relación laboral quedarán intactos justo como ahora. Entonces, ¿alguna duda?-

Ahora mismo hasta olvidé como pestañear, y es que con ese nivel de autoridad y labia que lo caracterizan, siento que mi serotonina no es suficiente para dar una respuesta coherente ante aquella negociación. Pienso unos segundos, finalizo el trago y hago la pregunta más estúpida que mi mente redactó -¿Y qué hay de las citas? Es decir, las que no implican, ya sabes...- al observar su expresión confundida quiero desmayarme y morir en el instante.

Una sonrisa burlona y cargada de paciencia se dibuja en su rostro, pero borra ésta y se mantiene impasible al darse cuenta de que hablaba en serio –O no, no cariño, no lo has comprendido del todo. Esto es nada más ni nada menos que sexo Myrna y sin ofender, sabes que tú y yo jamás podríamos tener algo más que ello. No sólo porque estoy comprometido, sino que además, no me atraes de esa manera-

Auch. Creo que aún no sabe que utilizar la expresión "no te ofendas" antes de decir una verdad, si va a ofender. Sonrío para disimular la incomodidad y tristeza que ahora siento, por lo que antes de pasar más vergüenza, decido salir de la oficina –Ya lo entendí, señor. ¿Puedo irme ya?- James asiente indiferente, sin notar el cómo me lastimaron los cuchillos metafóricos que clavó en mi espalda. Me levanto de la silla y salgo de allí para dirigirme al taller, necesitaba más que nunca hablar con Blair. Pero me freno en seco frente a la puerta y cerrando mis ojos con resignación, me doy vuelta -¿Señor?- llamo la atención de mi jefe y éste me escucha -¿Podría devolverme mis bragas?-

El millonario muerde su labio inferior para no reír y niega –Por supuesto que no Jones, las conservaré para más tarde- hace un ademan con su mano invitándome a salir y con las mejillas coloradas cumplo con su orden.

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Es increíble como cada vez que quiero escribir un capítulo, mis profesorxs mandan más y más trabajos, pero aquí estoy!

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