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Capítulo 22

Presiono el botón del ascensor que me llevará a la recepción, revisando al mismo tiempo la hora en el reloj con detalles dorados en mi muñeca. Empujo mi mejilla con la lengua sin poder evitarlo. Mierda, ya debería de estar aquí. ¿Soy yo o hace un calor del infierno en éste lugar? Demoro en desatar la corbata que sofocaba mi cuello, pero ni así logro tranquilizarme. Enrosco ésta en mi muñeca e instantáneamente sé dónde usarla luego, no tiene idea en el problema que se metió.

Por favor James, no seas paranoico, siempre pensando en lo peor. Tal vez se demoraron por el tráfico o quizá se distrajeron conversando. Espera, eso hace que mi sangre hierva aún más. Ese bastardo. Lo tengo muy estudiado, pero Myrna no, y eso es lo que me preocupa. No debería subestimarla, es más, está en todo su derecho. Es parte del trato, ella también puede estar con quien quisiera mientras mantengamos el acuerdo.

Me río de mí mismo al repasar las palabras que utilicé, ¿es parte del trato? Si sólo pensar en verla con alguien más provocó que cancele la siguiente reunión. Oh no, eso no está para nada bien. Debo recordar el principio de esta "relación" y por muy mal que suene, al revés de como normalmente es, pensar con la cabeza de abajo.

El elevador abre sus puertas y salgo de allí, desabrochando también los botones de mi saco. Escaneo la sala repleta de personas buscando a la alegre castaña, pero no se encuentra por ningún lado. Aprieto la corbata que sostengo en mi mano, así que decido sentarme en uno de los tantos sillones individuales, para tratar de calmarme. Desvió la vista nuevamente a mi reloj y maldigo unas mil veces más.

¿Y si tuvo un accidente? ¿Si pinchó y quedaron varados? Ahora mismo sólo me interesa saber que esté bien, al otro imbécil lo mataré luego. Cruzo una pierna sobre la otra y vuelvo a observar todo el recinto, deteniéndome en la puerta de entrada unos segundos. Está tomada de la mano con ese mismo bastardo.

Me pongo de pie para acercarme a ellos mientras siento mis dientes chirriar, y guiándome por la expresión de Myrna, probablemente mi rostro se haya deformado del disgusto. La conozco tanto y en todos los sentidos, que hasta me hace gracia, pero ninguno de los dos esboza una palabra. Sabe lo que sucederá luego de esto e incluso podría jurar que sus bragas están empapadas por la anticipación.

La miro directo a los ojos y cruzándome de brazos dicto -Señorita Jones, a mi oficina. Ahora- hablo por sobre ella antes de que suelte un palabrerío interminable como normalmente haría, para ir directo al grano. Pero para mi sorpresa, agacha la cabeza con las mejillas sonrojadas y sin decir nada camina hacia mí, en vez de refutar o quejarse.

Y arruinando la tensión entre nosotros, Moreau toma su brazo y la detiene, para dirigirse a mí –James, no seas tan duro con ella, el retraso fue culpa mía- aquel francés bastardo toma su mano con más confianza, provocando en mí una sonrisa casi psicótica. Aun así decido no contestar y tampoco golpearlo, simplemente me encamino al ascensor nuevamente, a sabiendas de que Myrna estaría siguiéndome a grandes zancadas.

Dentro de la caja de metal hago un esfuerzo sobrehumano para no tomarla aquí mismo. Sus piernas se cierran y me observa de reojo. Trata de regularizar su respiración y de realizar los más mínimos movimientos, como si estuviese acompañada por un dinosaurio de aquella conocida película que está a punto de devorarla. Y está en lo cierto.

Me apoyo sobre una de las cuatro paredes y presiono el botón que nos llevará a mi oficina. Ésta vez me pongo frente a ella a propósito; traga saliva al notar cómo la miro y carraspea, para entablar una conversación, pero la interrumpo acercándome a su oído para susurrarle –Si emites cualquier tipo de sonido, juro que aquí mismo te azotaré el culo tan fuerte que tus gemidos retumbaran por toda la compañía-

Tomo distancia cuando un gemido se escapa de su boca, e incluso antes de que pueda cubrírsela, la alzo sobre mi hombro y le proporciono una nalgada. El elevador larga un pitido avisando que se ha detenido y salgo de allí con Myrna a upa.

Sorprendido al escuchar cómo se carcajea sin motivo aparente, la dejo en el suelo, rodeando su cuello con una de mis manos y tomando su cintura con la otra, sonrío al ver que me ha contagiado su humor –Qué bueno que te rías ahora, porque lo que viene a continuación no te dará gracia- la dirijo a mi oficina y luego directamente a mi escritorio, haciendo que apoye su pecho sobre la madera fría y deje el culo en popa –No tienes ni idea de lo caliente y furioso que estoy-

Con una mano agarro sus muñecas y las sostengo detrás de la espalda, mientras que con la otra subo la falda del vestido apresuradamente, llevándome una gran sorpresa -¿Pero qué carajos es esto?¿Por qué estás tan mojada cariño?- separo más sus piernas y deslizo dos dedos en su hendidura por sobre las bragas, notando la humedad en éstas -¿Acaso te excita pensar en lo duro que voy a darte contra éste mueble?¿O el hecho de desobedecerme y que recibas un castigo a cambio?-

De su boca no salen más que balbuceos incomprensibles que no duran mucho, pues inmediatamente el primer azote hace eco en la habitación sin aviso previo, provocando un efímero silencio seguido por un acalorado gemido -¿Qué te dije que hicieras Myrna?- aprieto la zona afectada con rudeza y siento su cuerpo retorcerse, buscando estabilidad apoyando su mejilla sobre el mueble –Responde niña-

-Que, que no me tardara, señor- su melosa y grave voz se hace presente por primera vez, acompañada con aquellas palabras que hacen crecer aún más mi erección. Un segundo azote le da un tono rojizo a su blanquecina tez induciendo a que me vuelva completamente loco. Me acerco a su oído mordiendo el lóbulo y besando su cuello, sabiendo que puede sentir mi rigidez en su trasero -¿Y qué fue lo que hiciste?-

Se tarda unos segundos en responder pero lo logra –Desobedecí, señor-

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Llamen a los bomberos que me estoy quemando.

Sin dudas el capítulo más largo de toda la historia (hasta ahora), pero estoy satisfecha. 

¿Qué les parece que esté narrado por James? ¡Leo sus comentarios! 

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