III

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Despertó con un dolor punzante en la cabeza y unos ojos escondidos en la oscuridad observándolo atentamente. Ahogó un grito en la almohada, preocupado por no despertar a nadie. Era demasiado temprano, tanto que ni siquiera se asomaba el sol por la ventana.

Era el vampiro de la noche anterior, el de los ojos miel y el cuerpo gigante. Lo invadió un calor abrasador; el pánico.

—Tranquilo —dijo en voz baja—, te llevo y te traigo. Nadie se dará cuenta.

—Estuviste allí t-toda la noche —quiso preguntar, pero lo afirmó. El vampiro ni siquiera se inmutó—. Déjame cambiarme de ropa.

Agradeció que se volteara. Se apresuró a sacar de su armario un par de pantalones deportivos y una campera de abrigo. Las mañanas en Woodville eran frías como en ningún otro lugar. Bueno, no es que Louis conociera otro lugar, pero podía imaginarlo.

Una vez que estuvo listo, el vampiro lo tomó del brazo y lo obligó a saltar por la ventana. Supo que no moriría por el golpe porque el vampiro lo amortiguó con su propio cuerpo.

~

La llegada a la casa abandonada fue demasiado confusa para Louis. No podía evitar sentirse mareado ante la presencia de aquel intimidante vampiro —Liam, recordó—. No obstante, no parecía ser muy amenazante y se limitó a seguir las órdenes que Harry le había dado la noche anterior.

Cuando llegaron, los débiles rayos de sol atentaron contra la piel del vampiro y salió de ella un poco de humo. No se percató de ello y continuó su camino con Louis pisando sus talones.

El interior de la casa estaba exactamente igual a la noche anterior. No lucía habitable en lo absoluto y con la inminente luz del día el polvo se veía espeso en cada esquina. Liam daba pisadas firmes y fuertes y Louis lo seguía de aquí para allá. Tomó un rumbo diferente esta vez, y a diferencia de la última ocasión, lo guió hacia el otro ala de la casa, subiendo y bajando un par de escaleras solitarias.

Lo recibió en la puerta un suave sonido, un piano siendo tocado con maestría. Louis no quería entrar y Liam no quería golpear, así que se pararon en el pasillo a la espera de un llamado. La melodía se hizo más suave y más lenta a medida que los segundos pasaron, y Louis ya estaba tan deleitado con ella que hizo un mohín cuando acabó. Harry abrió la puerta e hizo un gesto con sus brazos para que entraran. Sin embargo, colocó una mano en el pecho de Liam cuando comenzó a caminar detrás de Louis.

—Tú no... quédate aquí afuera —dijo en un tono de voz increíblemente agridulce.

La voz de Harry era como una caricia con una navaja, pensó Louis vagamente. No pudo evitar el escalofrío que subió por su columna cuando se dio cuenta de que estarían solos.

Louis tragó saliva y se adentró en la habitación. Una gran sala de estar, iluminada y viva en contraste con el resto de la casa, pero similar al comedor en el que lo habían dejado el día anterior. Había un piano en el centro y sillones antiguos pero impecables frente al ventanal. Una mesa de café entre ellos y un gran librero sin un espacio vacío empotrado en la pared, junto a la chimenea.

¿Acaso los únicos lugares activos de la casa eran aquellos en donde Harry se encontraba?

El vampiro se relamió los labios.

—Buenos días, Louis.

Louis todavía no se había acostumbrado a la forma en que pronunciaba su nombre. Le costó reaccionar.

—Hola —murmuró; la vista fija en la chimenea encendida.

El vampiro le sonrió.

—¿Prefieres morir o desaparecer?

Vitalidad » lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora