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Charlotte bufó con la vista puesta en el espejo. Su camiseta favorita se había manchado en la parte de abajo y ya no podía salir a la calle con ella en esas condiciones, de ninguna manera. Pensó en tirarla a la basura, pero recordó las palabras de su madre la última vez que intentó hacer algo así.

«Hay niños que no tienen absolutamente nada»

Apretó los dientes y tiró del borde hacia arriba para quitársela. Al quedarse con el torso descubierto y poder ver mejor la camiseta en sus manos, se le ocurrió una increíble idea.

—¿Lou? —vociferó sin mucho esfuerzo. Sabía a la perfección que se escucharía a través de las finas paredes.

Se acomodó el cabello rubio y buscó en sus cajones algo nuevo para usar. Una blusa de mangas cortas sería perfecta para el tiempo cálido que comenzaba lentamente a surgir en Woodville. Charlotte sonrió, cómoda con su decisión, y se terminó de vestir para cuando su hermano entró en su habitación.

—Necesito que cortes esta camiseta, ¿Puedes? Tú eres bueno con la máquina, sabes que yo no.

Louis tomó la tela entre sus dedos y escaneó la mancha.

—¿Estás segura de que no sale?

—No lo creo.

Louis pensó. Tenía que trabajar, y antes tomaría una malteada con Niall en la cafetería de Mike. Si se apresuraba, en diez minutos tendría la prenda terminada.

Soltó el aire y asintió —Bien, pero me debes... —pensó qué podría pedirle a su hermana menor— algo. No sé, luego lo pienso.

Charlotte chilló de felicidad y envolvió a su hermano en un corto abrazo.

~

Louis se sentó frente a la máquina de coser para realizar los últimos detalles en la camiseta. Había quedado bien, a su parecer. El logo seguía intacto, pero su hermana tendría que probarla para ver el resultado final.

—¡Charlotte! —llamó, pero ella no contestó. Esperó unos segundos más, pero llegó a la conclusión de que ya se había marchado.

Cosió el dobladillo con cuidado de que estuviera parejo atrás y adelante y desenchufó la máquina cuando terminó. Echó un vistazo a sus uñas cortas y despintadas, y luego miró sus piernas envueltas en unos pantalones deportivos. Niall no llamaba aún para encontrarse. La casa estaba en completo silencio.

No le haría daño a nadie si él se probaba su propia creación, ¿Verdad?

Lentamente se deshizo de su camiseta blanca frente al espejo que se encontraba detrás de la puerta de su armario. Sonrió ante el beso marcado de labial que Olivia pintó en él unos meses atrás, mientras bailaban de forma absurda y prometían no olvidarse cuando la escuela se terminara. Echó un vistazo a su torso desnudo y al piercing en su ombligo que lo adornaba. Una estupidez de los dieciséis años, pero su abdomen se veía raro si se lo quitaba. Pasó el recién confeccionado crop top por su cabeza y cada brazo por las mangas cortas.

Se observó. Le quedaba suelto en los lados y lo hacía ver más delgado de lo que era, y además le provocaba vergüenza mostrar la piel de su estómago, pálida cuando no había tomado el sol en tanto tiempo. Era un rotundo no.

Su teléfono empezó a vibrar con el tono especial que tenía para su mejor amigo. Se apresuró a atender, rascándose la rodilla mientras oía la voz de Niall sumida en los nervios.

—Lou, ¿Puedes bajar ya? Tu padrastro me está viendo por la ventana. Es aterrador —hizo una pausa en la que Louis pensó responder—. ¡Apresúrate!

Vitalidad » lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora